/ domingo 20 de octubre de 2019

El combate a la delincuencia, una estrategia fallida

La frustrada detención de Ovidio Guzmán en la capital de Sinaloa, exhibió, a no dudarse, una gran cadena de fallas y complicidades de integrantes de los responsables de garantizar la seguridad y tranquilidad de los ciudadanos, y mostró además, la falta de inteligencia y la poca o nula comunicación entre los distintos órdenes de gobierno en un tema prioritario para los mexicanos.

Hoy, la discusión entre los mexicanos no debe ser, como ya lo es, si el gobierno tuvo razón o no, en suspender los operativos y liberar al hijo del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera; no se debe discutir si los buenos son los que apoyan al Presidente de México por la decisión asumida; no se debe señalar de manera negativa y descalificar a los que opinan que el gobierno se debilitó y se puso de rodillas ante la fuerza del crimen organizado.

La discusión debe estar centrada, en cómo hacer causa común, todos, los que están a favor y en contra de la decisión gubernamental, de que el enemigo común está en las calles, de que la violencia generalizada no puede seguir como un elemento normalizado entre los mexicanos.

La seguridad y la tranquilidad de todos los ciudadanos, no es un asunto político de apoyo al Presidente, tampoco lo es el hecho de advertir el fracaso de la política en materia de contención de la violencia y la garantía de las libertades ciudadanas.

El enemigo está enfrente y avanza. No se detiene en su paso por controlar todos los espacios sociales mientras los ciudadanos nos confrontamos en las decisiones del gobierno. Grave error táctico.

Más que defender sus decisiones, Andrés Manuel López Obrador debe en este momento mandar una señal de unidad y fortaleza.

Debe significarse por ser un hombre de Estado que sabe y debe asumir su responsabilidad. No es un asunto de “otros datos”, es un tema de elemental supervivencia social.

En México, el gobierno, a partir de lo observado el pasado jueves en Culiacán, y el lunes en Aguililla, y el martes en Guerrero y etcétera, etcétera, no puede perder la potestad de garantizar el orden y hacer que prevalezca la certidumbre y la seguridad de toda la población.

Si el temor es enfrentar por la vía de las armas a los grupos delictivos para garantizar la “vida de los ciudadanos”, entonces debe actuar con inteligencia y usar otra estrategia de combate al dinero, a los bienes del crimen y desmantelar la capacidad financiera de los grupos delictivos, de lo contrario, el control del Estado mexicano pasará a manos de la delincuencia.

Si no cambia la estrategia, el Gobierno de la República está condenado al fracaso.

La frustrada detención de Ovidio Guzmán en la capital de Sinaloa, exhibió, a no dudarse, una gran cadena de fallas y complicidades de integrantes de los responsables de garantizar la seguridad y tranquilidad de los ciudadanos, y mostró además, la falta de inteligencia y la poca o nula comunicación entre los distintos órdenes de gobierno en un tema prioritario para los mexicanos.

Hoy, la discusión entre los mexicanos no debe ser, como ya lo es, si el gobierno tuvo razón o no, en suspender los operativos y liberar al hijo del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera; no se debe discutir si los buenos son los que apoyan al Presidente de México por la decisión asumida; no se debe señalar de manera negativa y descalificar a los que opinan que el gobierno se debilitó y se puso de rodillas ante la fuerza del crimen organizado.

La discusión debe estar centrada, en cómo hacer causa común, todos, los que están a favor y en contra de la decisión gubernamental, de que el enemigo común está en las calles, de que la violencia generalizada no puede seguir como un elemento normalizado entre los mexicanos.

La seguridad y la tranquilidad de todos los ciudadanos, no es un asunto político de apoyo al Presidente, tampoco lo es el hecho de advertir el fracaso de la política en materia de contención de la violencia y la garantía de las libertades ciudadanas.

El enemigo está enfrente y avanza. No se detiene en su paso por controlar todos los espacios sociales mientras los ciudadanos nos confrontamos en las decisiones del gobierno. Grave error táctico.

Más que defender sus decisiones, Andrés Manuel López Obrador debe en este momento mandar una señal de unidad y fortaleza.

Debe significarse por ser un hombre de Estado que sabe y debe asumir su responsabilidad. No es un asunto de “otros datos”, es un tema de elemental supervivencia social.

En México, el gobierno, a partir de lo observado el pasado jueves en Culiacán, y el lunes en Aguililla, y el martes en Guerrero y etcétera, etcétera, no puede perder la potestad de garantizar el orden y hacer que prevalezca la certidumbre y la seguridad de toda la población.

Si el temor es enfrentar por la vía de las armas a los grupos delictivos para garantizar la “vida de los ciudadanos”, entonces debe actuar con inteligencia y usar otra estrategia de combate al dinero, a los bienes del crimen y desmantelar la capacidad financiera de los grupos delictivos, de lo contrario, el control del Estado mexicano pasará a manos de la delincuencia.

Si no cambia la estrategia, el Gobierno de la República está condenado al fracaso.