/ martes 23 de enero de 2024

La civilización del espectáculo

Hoy recomiendo un libro que lleva por título: “la civilización del espectáculo” del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa que versa sobre un pequeño ensayo según se advierte que no aspira a abultar el elevado número de interpretaciones sobre la cultura contemporánea, pero sí dejar conciencia de la metamorfosis que ha experimentado lo que se entendía aún por cultura cuando la generación del autor entro a la escuela o a la universidad y la materia que la ha sustituido.

En la contraportada del libro se hace hincapié en una parte importante respecto de un párrafo de las páginas del libro en mención, que la banalización de las artes y la literatura, el triunfo del periodismo amarillista y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la idea temeraria de convertir en bien supremo nuestra natural propensión a divertirnos. En el pasado la cultura fue una especie de conciencia, que impedía dar la espalda a la realidad. Ahora, actúa como mecanismo de distracción y entretenimiento. La figura del intelectual, que estructuró todo el siglo XX, hoy ha desaparecido del debate público.

Las palabras escritas hacen eco en el presente actual, pues lo dice bien que la raíz del fenómeno está en la cultura, o mejor dicho en la banalización lúdica de la cultura imperante, en la que el valor supremo es ahora divertirse y divertir, por encima de toda forma de conocimiento o ideal. La gente abre un periódico, va al cine, enciende la televisión o compra un libro para pasarla bien, en el sentido más ligero de la palabra, no para martirizarse el cerebro con preocupaciones, problemas, dudas. Sólo para distraerse, olvidarse de las cosas serias, profundas, difíciles y abandonarse en un devaneo ligero, amable, alegre y sanamente estúpido. Y algo más divertido que espiar la intimidad del prójimo, agregaría quien esto escribe con el avance de las redes sociales y diferentes plataformas que hoy existen. Mario Vargas Llosa cita ejemplos como sorprender a un ministro en calzoncillos, averiguar los descarríos sexuales de un juez, comprobar el chapoteo en el lodo de quienes pasaban por respetables y ejemplares. Sin temor a equivocarme un libro que cobra vigencia por la actualidad de los tiempos que hoy nos tocan, vale la pena siempre leer a Vargas Llosa, las ideas y texto pertenecen al libro citado en el título de esta columna de opinión bajo el sello de editorial Alfaguara.

Hoy recomiendo un libro que lleva por título: “la civilización del espectáculo” del premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa que versa sobre un pequeño ensayo según se advierte que no aspira a abultar el elevado número de interpretaciones sobre la cultura contemporánea, pero sí dejar conciencia de la metamorfosis que ha experimentado lo que se entendía aún por cultura cuando la generación del autor entro a la escuela o a la universidad y la materia que la ha sustituido.

En la contraportada del libro se hace hincapié en una parte importante respecto de un párrafo de las páginas del libro en mención, que la banalización de las artes y la literatura, el triunfo del periodismo amarillista y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la idea temeraria de convertir en bien supremo nuestra natural propensión a divertirnos. En el pasado la cultura fue una especie de conciencia, que impedía dar la espalda a la realidad. Ahora, actúa como mecanismo de distracción y entretenimiento. La figura del intelectual, que estructuró todo el siglo XX, hoy ha desaparecido del debate público.

Las palabras escritas hacen eco en el presente actual, pues lo dice bien que la raíz del fenómeno está en la cultura, o mejor dicho en la banalización lúdica de la cultura imperante, en la que el valor supremo es ahora divertirse y divertir, por encima de toda forma de conocimiento o ideal. La gente abre un periódico, va al cine, enciende la televisión o compra un libro para pasarla bien, en el sentido más ligero de la palabra, no para martirizarse el cerebro con preocupaciones, problemas, dudas. Sólo para distraerse, olvidarse de las cosas serias, profundas, difíciles y abandonarse en un devaneo ligero, amable, alegre y sanamente estúpido. Y algo más divertido que espiar la intimidad del prójimo, agregaría quien esto escribe con el avance de las redes sociales y diferentes plataformas que hoy existen. Mario Vargas Llosa cita ejemplos como sorprender a un ministro en calzoncillos, averiguar los descarríos sexuales de un juez, comprobar el chapoteo en el lodo de quienes pasaban por respetables y ejemplares. Sin temor a equivocarme un libro que cobra vigencia por la actualidad de los tiempos que hoy nos tocan, vale la pena siempre leer a Vargas Llosa, las ideas y texto pertenecen al libro citado en el título de esta columna de opinión bajo el sello de editorial Alfaguara.