/ martes 27 de febrero de 2024

Palabras y realidades

En medio de la complejidad política que atraviesa nuestro país, surge la necesidad de analizar, detenidamente, la estrategia de pacificación implementada en Zacatecas, así como las consecuencias de las declaraciones vertidas por la gobernadora del Estado vecino de Aguascalientes.

El gobierno de Zacatecas, encabezado por David Monreal Ávila, ha adoptado una postura proactiva para hacer frente a la inseguridad, estableciendo la estrategia “2024: Año de la Paz”. Esta iniciativa no sólo refleja un compromiso gubernamental, sino que también busca abordar las raíces del problema, implementando medidas que han demostrado disminuir significativamente los índices de homicidios en la región. Se trata de un cúmulo de acciones que utilizan todo el aparato del Estado con el objetivo de contribuir en el proceso de pacificación, orientando las políticas y programas a la recuperación del tejido social, buscando la coordinación de esfuerzos con todos los sectores sociales, acompañadas de un importante plan de comunicación, que pueda difundir no únicamente las buenas intenciones, por supuesto, los resultados tangibles y medibles.

Contrastando con estos esfuerzos, recientemente se han suscitado distintas declaraciones por la gobernadora de Aguascalientes, generando una controversia innecesaria. Al realizar señalamientos respecto de acontecimientos en Zacatecas, de manera irresponsable, parece ignorar los desafíos similares que enfrenta su propio Estado. Este tipo de actitudes sólo contribuyen a una mezquindad política que, en lugar de fortalecer la cooperación intergubernamental, socava los esfuerzos conjuntos para abordar la delincuencia.

Más allá de la “rivalidad política”, estas afirmaciones generan una percepción negativa que afecta la imagen de Zacatecas, desviando la atención de los avances en materia de seguridad. Además, pueden obstaculizar la atracción de inversiones y turismo, elementos fundamentales para el desarrollo económico y social de nuestro Estado. Resulta esencial destacar que la seguridad pública no debe ser politizada; la urgencia de afrontar la inseguridad demanda un enfoque colaborativo y acciones concretas, en lugar de desacreditar los esfuerzos ajenos. La estrategia de pacificación en Zacatecas no sólo significa la reducción en los homicidios, también está sentado las bases para un modelo integral de seguridad ciudadana donde cada persona viva responsablemente sus derechos y obligaciones.

Es crucial que los líderes políticos reconozcan la importancia de la unidad en la lucha contra la delincuencia. La confrontación verbal y publicitaria sólo debilita los esfuerzos colectivos y desvía la atención de las soluciones tangibles que requiere la sociedad. Aunque la estrategia de paz en Zacatecas aún es joven, debe ser reconocida como un modelo a seguir, y los líderes de Estados vecinos deberían considerar la posibilidad de emular enfoques exitosos en lugar de desacreditarlos. Al final, ésta emerge como un faro de esperanza en medio de desafíos significativos y es imperativo que se priorice la cooperación sobre la confrontación, motivando el trabajo coordinado para construir un futuro más seguro y próspero para todos.

En medio de la complejidad política que atraviesa nuestro país, surge la necesidad de analizar, detenidamente, la estrategia de pacificación implementada en Zacatecas, así como las consecuencias de las declaraciones vertidas por la gobernadora del Estado vecino de Aguascalientes.

El gobierno de Zacatecas, encabezado por David Monreal Ávila, ha adoptado una postura proactiva para hacer frente a la inseguridad, estableciendo la estrategia “2024: Año de la Paz”. Esta iniciativa no sólo refleja un compromiso gubernamental, sino que también busca abordar las raíces del problema, implementando medidas que han demostrado disminuir significativamente los índices de homicidios en la región. Se trata de un cúmulo de acciones que utilizan todo el aparato del Estado con el objetivo de contribuir en el proceso de pacificación, orientando las políticas y programas a la recuperación del tejido social, buscando la coordinación de esfuerzos con todos los sectores sociales, acompañadas de un importante plan de comunicación, que pueda difundir no únicamente las buenas intenciones, por supuesto, los resultados tangibles y medibles.

Contrastando con estos esfuerzos, recientemente se han suscitado distintas declaraciones por la gobernadora de Aguascalientes, generando una controversia innecesaria. Al realizar señalamientos respecto de acontecimientos en Zacatecas, de manera irresponsable, parece ignorar los desafíos similares que enfrenta su propio Estado. Este tipo de actitudes sólo contribuyen a una mezquindad política que, en lugar de fortalecer la cooperación intergubernamental, socava los esfuerzos conjuntos para abordar la delincuencia.

Más allá de la “rivalidad política”, estas afirmaciones generan una percepción negativa que afecta la imagen de Zacatecas, desviando la atención de los avances en materia de seguridad. Además, pueden obstaculizar la atracción de inversiones y turismo, elementos fundamentales para el desarrollo económico y social de nuestro Estado. Resulta esencial destacar que la seguridad pública no debe ser politizada; la urgencia de afrontar la inseguridad demanda un enfoque colaborativo y acciones concretas, en lugar de desacreditar los esfuerzos ajenos. La estrategia de pacificación en Zacatecas no sólo significa la reducción en los homicidios, también está sentado las bases para un modelo integral de seguridad ciudadana donde cada persona viva responsablemente sus derechos y obligaciones.

Es crucial que los líderes políticos reconozcan la importancia de la unidad en la lucha contra la delincuencia. La confrontación verbal y publicitaria sólo debilita los esfuerzos colectivos y desvía la atención de las soluciones tangibles que requiere la sociedad. Aunque la estrategia de paz en Zacatecas aún es joven, debe ser reconocida como un modelo a seguir, y los líderes de Estados vecinos deberían considerar la posibilidad de emular enfoques exitosos en lugar de desacreditarlos. Al final, ésta emerge como un faro de esperanza en medio de desafíos significativos y es imperativo que se priorice la cooperación sobre la confrontación, motivando el trabajo coordinado para construir un futuro más seguro y próspero para todos.