/ miércoles 20 de octubre de 2021

Crónica del poder │ Construir communion social con respeto

En algún momento de la jornada gubernamental del domingo anterior, David Monreal hizo respetuosa referencia a la creencia religiosa y la costumbre de los zacatecanos de ir a misa, una expresión que no debe extrañar ni sorprender porque es bien conocido que los Monreal, Ricardo, David, Saúl, Caty, bueno toda la familia son profundos y fieles devotos del Santo Niño de Plateros, incluso cada que emprenden una misión o hazaña política a él se encomiendan y todo les sale bien. O sea, aún en el poder político y gubernamental no hay asomo vergonzante ni restricción para ostentar su devoción, como también demuestran su pasión política.

Viene al caso el comentario para retomar lo dicho por el obispo Sigifredo Noriega Barceló, en su homilía del domingo, al recordar a los políticos y gobernantes, que "el poder no se ejerce pisoteando a los demás". Parece evidente que el guía espiritual sabe de alguna subversión de valores en el proceso de transición gubernamental que se registra en los cambios, relevos y sustitución de funcionarios y servidores públicos. Todo indica que tiene versiones de abusos de poder, de actitudes prepotentes de los que llegan en contra de los que se van, a quienes victimizan y fustigan política e ideológicamente, abriendo cauce a odios y enconos que polarizan y que debieran ser superados con racionalidad, moderación y respeto a los diferentes, lo que ni siquiera son derrotados, sino que fueron seleccionados por sus cualidades y capacidad para ejercer alguna de tantas responsabilidades en la estructura gubernamental estatal o municipales.

No es de ahora, ocurre sexenio a sexenio, impulsos renovadores de cuadros y equipos que irreflexivamente pretenden demoler o aniquilar a quienes van a sustituir y, ciertamente, se han detectado casos que muchas veces no son visibles porque son impregnados de intimidación o llamémosle terrorismo laboral, como así han acusado los priistas Enrique Flores Mendoza, dirigente estatal del PRI y los diputados Gabriela Basurto y Jehú Eduí Salas Dávila, al exigir "alto a los despidos injustificados y hostigamiento a trabajadores y servidores públicos." Impulsos que lamentablemente, rehabilitan una crítica seria y razonable al ejercicio del poder.

Justamente a esos comportamientos se refiere el obispo Sigifredo, para señalar que "debe existir el respeto a la dignidad de cada persona, respetar a las personas es respetar conciencias y de esa manera la autoridad se ejerce sin violar los derechos de los demás." Es como la autoridad construye fraternidad, porque de eso se trata de ejercer bien la autoridad con respeto a la dignidad de las personas, o como bien y seguidamente afirma el Presidente Andrés Manuel López Obrador “amar al prójimo”. Por eso, Sigifredo Noriega insiste en que hay que aprender a ejercer el poder para poder ejercer la autoridad moral, lo cual es incuestionable.

Si se dan esos hechos de abuso de poder o de prepotencia ante los "corridos o despedidos", es muy probable que el gobernador David Monreal no conozca los detalles que parecen leves, pero que, si atentan contra los derechos laborales y la dignidad de las personas, pueden ser condenables y con repercusiones negativas sobre la imagen gubernamental que ha sido labrada con prudencia, racionalidad, respeto y con la firme determinación de construir una verdadera comunión social. Cabe pues la manifestación del Obispo de Zacatecas: El poder no se ejerce pisoteando a los demás.

En algún momento de la jornada gubernamental del domingo anterior, David Monreal hizo respetuosa referencia a la creencia religiosa y la costumbre de los zacatecanos de ir a misa, una expresión que no debe extrañar ni sorprender porque es bien conocido que los Monreal, Ricardo, David, Saúl, Caty, bueno toda la familia son profundos y fieles devotos del Santo Niño de Plateros, incluso cada que emprenden una misión o hazaña política a él se encomiendan y todo les sale bien. O sea, aún en el poder político y gubernamental no hay asomo vergonzante ni restricción para ostentar su devoción, como también demuestran su pasión política.

Viene al caso el comentario para retomar lo dicho por el obispo Sigifredo Noriega Barceló, en su homilía del domingo, al recordar a los políticos y gobernantes, que "el poder no se ejerce pisoteando a los demás". Parece evidente que el guía espiritual sabe de alguna subversión de valores en el proceso de transición gubernamental que se registra en los cambios, relevos y sustitución de funcionarios y servidores públicos. Todo indica que tiene versiones de abusos de poder, de actitudes prepotentes de los que llegan en contra de los que se van, a quienes victimizan y fustigan política e ideológicamente, abriendo cauce a odios y enconos que polarizan y que debieran ser superados con racionalidad, moderación y respeto a los diferentes, lo que ni siquiera son derrotados, sino que fueron seleccionados por sus cualidades y capacidad para ejercer alguna de tantas responsabilidades en la estructura gubernamental estatal o municipales.

No es de ahora, ocurre sexenio a sexenio, impulsos renovadores de cuadros y equipos que irreflexivamente pretenden demoler o aniquilar a quienes van a sustituir y, ciertamente, se han detectado casos que muchas veces no son visibles porque son impregnados de intimidación o llamémosle terrorismo laboral, como así han acusado los priistas Enrique Flores Mendoza, dirigente estatal del PRI y los diputados Gabriela Basurto y Jehú Eduí Salas Dávila, al exigir "alto a los despidos injustificados y hostigamiento a trabajadores y servidores públicos." Impulsos que lamentablemente, rehabilitan una crítica seria y razonable al ejercicio del poder.

Justamente a esos comportamientos se refiere el obispo Sigifredo, para señalar que "debe existir el respeto a la dignidad de cada persona, respetar a las personas es respetar conciencias y de esa manera la autoridad se ejerce sin violar los derechos de los demás." Es como la autoridad construye fraternidad, porque de eso se trata de ejercer bien la autoridad con respeto a la dignidad de las personas, o como bien y seguidamente afirma el Presidente Andrés Manuel López Obrador “amar al prójimo”. Por eso, Sigifredo Noriega insiste en que hay que aprender a ejercer el poder para poder ejercer la autoridad moral, lo cual es incuestionable.

Si se dan esos hechos de abuso de poder o de prepotencia ante los "corridos o despedidos", es muy probable que el gobernador David Monreal no conozca los detalles que parecen leves, pero que, si atentan contra los derechos laborales y la dignidad de las personas, pueden ser condenables y con repercusiones negativas sobre la imagen gubernamental que ha sido labrada con prudencia, racionalidad, respeto y con la firme determinación de construir una verdadera comunión social. Cabe pues la manifestación del Obispo de Zacatecas: El poder no se ejerce pisoteando a los demás.