/ jueves 21 de marzo de 2024

Crónica del poder / Vecinos, turistas y visitantes exigen blindaje de seguridad

Nadie puede atreverse a cuestionar y menos a rechazar que los vecinos, visitantes, turistas y migrantes tienen derecho a exigir que en sus convivencias, paseos, recreaciones y diversiones durante el período vacacional de Semana Santa, del Festival Cultural de la Paz y hasta de la Feria de Primavera en Jerez, que son eventos masivos muy familiares, se desarrollen en óptimas condiciones de seguridad, certidumbre, estabilidad, tranquilidad y en paz, una razonable aspiración que tienen como recompensa y merecimientos por sus etapas de trabajo y de responsabilidades institucionales, sea en la burocracia gubernamental o en las empresas privadas.

Los acontecimientos religiosos y festivos son orientados a generar una atmósfera de auténtica comunión social a través de la sana alegría, la fraternidad familiar, la convivencia con los amigos que separados por grandes distancias geográficas, ahora coinciden en los terruños colmados de tradiciones y desde luego el goce de los forasteros, turistas y paseantes que son atraídos por la gran riqueza cultural e histórica de Zacatecas y llegan para una estancia armoniosa y de fortalecimiento de su conocimiento sobre las artes en los museos, las tradiciones y cultura en las calles, plazas y rinconadas o el asueto campirano en los jardines, alamedas y parques naturales, la calma y serenidad que buscan como aliciente, estímulos y motivaciones para llenarse de energías y regresar a sus destinos a continuar el trabajo progresista.

Hay que decirlo, se atisban positivos indicadores y mejores expectativas del esplendor de los festivales zacatecanos, ingredientes que bien se imponen ante la maldita y negativa percepción de inseguridad que ha provocada mala fama y falaz imagen del estado y sus municipios o pueblos mágicos que lo son todos los 58, con las relevancias de Jerez, Teúl de González Ortega, Nochistlán, Pinos, Villanueva, Guadalupe, Sombrerete; y quien duda de la belleza de Susticacán, Jalpa, Juchipila, Tlaltenango o Moyahua, y del vigoroso desarrollo de Fresnillo, Río Grande, Ojocaliente, Loreto, Valparaíso, Calera y las minerías de Mazapil, Concepción del Oro, Vetagrande o de las zonas arqueológicas de Chicomostoc, las Ventanas, Chalchihuites y el Cerro del Teúl.

Se observa pues un ambiente de optimismo y más entusiasmo, que sin olvidar las crisis económica, del agua, la violencia y el miedo en algunas regiones que es real, obliga a los tres niveles de gobierno, el federal, estatal y municipales, a cumplir con el mandato constitucional de garantizar la seguridad pública, de las familias, las comunidades y los ciudadanos, con la protección de sus patrimonios, esto es los estratégicos operativos de blindaje a todos los escenarios, es urgente prevenirlos y establecerlos en los entornos, sobre los accesos y salidas, por los caminos, carreteras y autopistas, la más cercana, permanente y muy alerta vigilancia del Ejército Mexicano, la Guardia Nacional, las policías estatales y municipales, una verdadera y efectiva coordinación de los esfuerzos, extremar todas las medidas de defensa y protección, crear diques o muros de contención a la criminalidad a las amenazas de disturbios, en eso la sociedad y los visitantes confían.

Si se trata de garantizar que 2024 sea el año de la paz, no obstante, el resolutivo revocatorio de la Legislatura, la cuarta transformación y la nueva gobernanza deben cumplir con la generación de condiciones para alcanzar esa paz, aún en medio del proceso electoral que se advierte fanatizador.

Nadie puede atreverse a cuestionar y menos a rechazar que los vecinos, visitantes, turistas y migrantes tienen derecho a exigir que en sus convivencias, paseos, recreaciones y diversiones durante el período vacacional de Semana Santa, del Festival Cultural de la Paz y hasta de la Feria de Primavera en Jerez, que son eventos masivos muy familiares, se desarrollen en óptimas condiciones de seguridad, certidumbre, estabilidad, tranquilidad y en paz, una razonable aspiración que tienen como recompensa y merecimientos por sus etapas de trabajo y de responsabilidades institucionales, sea en la burocracia gubernamental o en las empresas privadas.

Los acontecimientos religiosos y festivos son orientados a generar una atmósfera de auténtica comunión social a través de la sana alegría, la fraternidad familiar, la convivencia con los amigos que separados por grandes distancias geográficas, ahora coinciden en los terruños colmados de tradiciones y desde luego el goce de los forasteros, turistas y paseantes que son atraídos por la gran riqueza cultural e histórica de Zacatecas y llegan para una estancia armoniosa y de fortalecimiento de su conocimiento sobre las artes en los museos, las tradiciones y cultura en las calles, plazas y rinconadas o el asueto campirano en los jardines, alamedas y parques naturales, la calma y serenidad que buscan como aliciente, estímulos y motivaciones para llenarse de energías y regresar a sus destinos a continuar el trabajo progresista.

Hay que decirlo, se atisban positivos indicadores y mejores expectativas del esplendor de los festivales zacatecanos, ingredientes que bien se imponen ante la maldita y negativa percepción de inseguridad que ha provocada mala fama y falaz imagen del estado y sus municipios o pueblos mágicos que lo son todos los 58, con las relevancias de Jerez, Teúl de González Ortega, Nochistlán, Pinos, Villanueva, Guadalupe, Sombrerete; y quien duda de la belleza de Susticacán, Jalpa, Juchipila, Tlaltenango o Moyahua, y del vigoroso desarrollo de Fresnillo, Río Grande, Ojocaliente, Loreto, Valparaíso, Calera y las minerías de Mazapil, Concepción del Oro, Vetagrande o de las zonas arqueológicas de Chicomostoc, las Ventanas, Chalchihuites y el Cerro del Teúl.

Se observa pues un ambiente de optimismo y más entusiasmo, que sin olvidar las crisis económica, del agua, la violencia y el miedo en algunas regiones que es real, obliga a los tres niveles de gobierno, el federal, estatal y municipales, a cumplir con el mandato constitucional de garantizar la seguridad pública, de las familias, las comunidades y los ciudadanos, con la protección de sus patrimonios, esto es los estratégicos operativos de blindaje a todos los escenarios, es urgente prevenirlos y establecerlos en los entornos, sobre los accesos y salidas, por los caminos, carreteras y autopistas, la más cercana, permanente y muy alerta vigilancia del Ejército Mexicano, la Guardia Nacional, las policías estatales y municipales, una verdadera y efectiva coordinación de los esfuerzos, extremar todas las medidas de defensa y protección, crear diques o muros de contención a la criminalidad a las amenazas de disturbios, en eso la sociedad y los visitantes confían.

Si se trata de garantizar que 2024 sea el año de la paz, no obstante, el resolutivo revocatorio de la Legislatura, la cuarta transformación y la nueva gobernanza deben cumplir con la generación de condiciones para alcanzar esa paz, aún en medio del proceso electoral que se advierte fanatizador.