/ miércoles 5 de agosto de 2020

Crónica del poder │ Muchos fierros en la lumbre

La paradoja de la presión que significan las crisis sanitaria, económica y de inseguridad, hacen que el presidente Andrés Manuel López Obrador asuma un poder político del más formidable impacto social, en el ánimo de mantener su ascendente cobertura mediática y para dar una lección de conducción gubernamental que a la vez que inspire respeto y confianza, genera estabilidad y certidumbre que le urgen.

En esta atmósfera de narrativas por episodios como si se tratara de una emotiva serie de televisión, la gente observa que el Presidente se expone demasiado a riesgos innecesarios, cuando es él quien encabeza los anuncios sobre la criminalidad y sus resultados de alto impacto, como el caso de la detención de José Antonio Yepez "El Marro" en Guanajuato, el hombre que había colocado a esa entidad como el primer lugar en violencia y muerte, y que se atrevió a lanzar amenazas al Presidente, razón ésta, suficiente para alejarlo de los anuncios sobre los temas criminales, temas que han de corresponder ejecutar al Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo; al Secretario de la Defensa Nacional, Crescencio Sandoval o al Jefe de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Bucio.

El Presidente López Obrador no debe ser considerado un vulgar jefe del paredón o patíbulo, ni dirigir el juicio sumario y mediático de los presuntos delincuentes. Son actuaciones que degradan a la institución presidencial y que no son dignas de un Jefe de Estado.

Ciertamente, el Presidente reiteradamente ha censurado y criticado el amarillismo en la información, y con actitudes así, aunque sea legítima la promoción o difusión de operativos exitosos, exhibe su práctica que producen sensacionalismo y escándalo, que no es lo mismo que la eficaz estrategia de inteligencia en su responsable batalla contra la violencia e inseguridad que se registra en el marco del Derecho y que se informa con sensibilidad y profesionalismo; pero además, debe evitarse resaltar acciones que suelen interpretarse como desafío, reto o provocación en esos peligrosos escenarios donde se pueden despertar no sólo amenazas, sino atentados que no queremos imaginar en contra de la máxima institución del país.

Con las expresiones sobre "los abrazos en lugar de balazos", la autoridad puede parecer endeble, débil o sin determinación, pero cuando el pueblo ve a su Presidente que recorre los escenarios más peligrosos por la violencia incesante, en estados como Guanajuato, Jalisco y Colima, como así lo hizo, demuestra valentía y arrojo, temple y fuerza en la gobernanza, pero no dejan de ser gestos o señales innecesarias frente a la realidad de una crisis que escala amenazante.

Mucha leña acumulada al fuego

Eso hay en todos los horizontes, además de que se atizan las confrontaciones políticas, que tienden a producir estallidos previos al proceso electoral, están latentes y más tensionantes los casos de Emilio Lozoya; la investigación sobre la partida secreta de Enrique Peña Nieto; César Duarte en Chihuahua; en asunto de Santa Rosa de Lima o "El Marro"; lo del Mochomo; la ofensiva contra las factureras que defraudan al fisco; el reavivado caso Ayotzinapa; la intensa y amplia lucha contra la corrupción, los efectos del virus maldito; el fatal retroceso de la economía; las diferencias de los gobernadores; las agresiones extremas del llamado Frente Nacional; y el desesperado vecino del norte, constituyen un colectivo de riesgos que exigen de la confianza social para dar mayor fortaleza a una institución presidencial ecuánime y prudente.

La paradoja de la presión que significan las crisis sanitaria, económica y de inseguridad, hacen que el presidente Andrés Manuel López Obrador asuma un poder político del más formidable impacto social, en el ánimo de mantener su ascendente cobertura mediática y para dar una lección de conducción gubernamental que a la vez que inspire respeto y confianza, genera estabilidad y certidumbre que le urgen.

En esta atmósfera de narrativas por episodios como si se tratara de una emotiva serie de televisión, la gente observa que el Presidente se expone demasiado a riesgos innecesarios, cuando es él quien encabeza los anuncios sobre la criminalidad y sus resultados de alto impacto, como el caso de la detención de José Antonio Yepez "El Marro" en Guanajuato, el hombre que había colocado a esa entidad como el primer lugar en violencia y muerte, y que se atrevió a lanzar amenazas al Presidente, razón ésta, suficiente para alejarlo de los anuncios sobre los temas criminales, temas que han de corresponder ejecutar al Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo; al Secretario de la Defensa Nacional, Crescencio Sandoval o al Jefe de la Guardia Nacional, Luis Rodríguez Bucio.

El Presidente López Obrador no debe ser considerado un vulgar jefe del paredón o patíbulo, ni dirigir el juicio sumario y mediático de los presuntos delincuentes. Son actuaciones que degradan a la institución presidencial y que no son dignas de un Jefe de Estado.

Ciertamente, el Presidente reiteradamente ha censurado y criticado el amarillismo en la información, y con actitudes así, aunque sea legítima la promoción o difusión de operativos exitosos, exhibe su práctica que producen sensacionalismo y escándalo, que no es lo mismo que la eficaz estrategia de inteligencia en su responsable batalla contra la violencia e inseguridad que se registra en el marco del Derecho y que se informa con sensibilidad y profesionalismo; pero además, debe evitarse resaltar acciones que suelen interpretarse como desafío, reto o provocación en esos peligrosos escenarios donde se pueden despertar no sólo amenazas, sino atentados que no queremos imaginar en contra de la máxima institución del país.

Con las expresiones sobre "los abrazos en lugar de balazos", la autoridad puede parecer endeble, débil o sin determinación, pero cuando el pueblo ve a su Presidente que recorre los escenarios más peligrosos por la violencia incesante, en estados como Guanajuato, Jalisco y Colima, como así lo hizo, demuestra valentía y arrojo, temple y fuerza en la gobernanza, pero no dejan de ser gestos o señales innecesarias frente a la realidad de una crisis que escala amenazante.

Mucha leña acumulada al fuego

Eso hay en todos los horizontes, además de que se atizan las confrontaciones políticas, que tienden a producir estallidos previos al proceso electoral, están latentes y más tensionantes los casos de Emilio Lozoya; la investigación sobre la partida secreta de Enrique Peña Nieto; César Duarte en Chihuahua; en asunto de Santa Rosa de Lima o "El Marro"; lo del Mochomo; la ofensiva contra las factureras que defraudan al fisco; el reavivado caso Ayotzinapa; la intensa y amplia lucha contra la corrupción, los efectos del virus maldito; el fatal retroceso de la economía; las diferencias de los gobernadores; las agresiones extremas del llamado Frente Nacional; y el desesperado vecino del norte, constituyen un colectivo de riesgos que exigen de la confianza social para dar mayor fortaleza a una institución presidencial ecuánime y prudente.