/ lunes 28 de enero de 2019

La autodestrucción del Estado

Cuando empezó el escándalo de los gobernadores que eran encarcelados y vimos las fotografías de la prensa de recién llegado Peña Nieto a la presidencia, nos llamo la atención que varios de ellos eran los más cercanos al presidente; recordamos también, la entrevista que hizo Denise Mercker a Roger Bartra y a Enrique Krauze en la que éste ultimo sacó a la luz la versión “ominosa” de que estaba involucrado el narcotráfico en el financiamiento de la campaña de Peña Nieto. Relacionamos, a la vez, por necesidad estos escándalos en los procesos de vinculación del crimen organizado con el Estado colombiano y el parecido entre ambos Estados, el mexicano con el colombiano de aquellos años, es más que relevante.

Las declaraciones públicas de expertos en seguridad sobre las grandes cantidades de dinero que circulaban entre partidos y políticos, no las queríamos aceptar; nos parecía que aquello de “piensa mal y acertaras” es inmoral y aun nos sigue pareciendo, pero los expertos habían hecho investigación y sabían bien de lo que hablaban y ante las evidencias de que daban cuenta todos los medios electrónicos, digitales e impresos tuvimos que aceptar una realidad que ya no pudimos negar. Ahora nuestro problema es explicarla para nosotros mismos.

Empezamos a responsabilizar al adelgazamiento del Estado por exigencias del proyecto neoliberal y como eso implicaba que todos las empresas paraestatales pasaran a manos privadas y, en este hecho, decimos que el dinero en masa, pasó del Estado a manos privadas empresariales, como las podemos observar propietarias del aeropuerto Leobardo C. Ruiz de Zacatecas; una de las tres o cuatro empresas que son dueños de todo, o casi todos, los aeropuertos del país. Se volvieron creíbles aquellas ideas que se propagaban de que los privatizados también se quedaran con un porcentaje del precio al que vendían las empresas paraestatales.

Si los representantes del Estado recibieron dinero que legalmente no les correspondía, ya no había ninguna resistencia para recibir otro dinero que no era suyo, aunque previniera del narcotráfico. Seguramente los representantes del Estado al recibir esas cantidades de dinero pensaban en asegurar su futuro y el de sus familias, pero iniciaban un proceso de autodestrucción del estado que representaban; la corrupción interna del Estado lo destruía desde adentro y todo se veía como si fueran unos más que se enriquecían y no tuvieron mayores consecuencias como había sucedido por décadas.

Ahora sabemos que la autodestrucción del Estado se externaliza como crimen organizado. Nos damos cuenta cómo los criminales que están juzgando en Estados Unidos denuncian y nos sorprenden con los sobornos millonarios a ex presidentes, a ex procuradores y generales; a los primeros en millones de dólares y a los segundos en miles de dólares mensualmente. Además, sale a la luz otro tipo de criminales ricos y millonarios con el robo en despoblado de la gasolina destinada a abastecer el país. Este nuevo crimen organizado, nos informan, tenía su origen en las cúpulas gubernamentales incluyendo también a militares encargados de la seguridad del ámbito. Para algunos medios electrónicos el problema es que no hay gasolina; no es para ellos la lucha contra el crimen organizado; estamos seguros de que cuando culpan al nuevo gobierno, aunque aclaren muchas cosas, los más contentos son los criminales. Es una lástima que no salgan, como en las funciones de teatro, a agradecer a su público por sentirse defendidos cuando estos medios culpan al nuevo gobierno. ¿Por qué harán esto?

Cuando empezó el escándalo de los gobernadores que eran encarcelados y vimos las fotografías de la prensa de recién llegado Peña Nieto a la presidencia, nos llamo la atención que varios de ellos eran los más cercanos al presidente; recordamos también, la entrevista que hizo Denise Mercker a Roger Bartra y a Enrique Krauze en la que éste ultimo sacó a la luz la versión “ominosa” de que estaba involucrado el narcotráfico en el financiamiento de la campaña de Peña Nieto. Relacionamos, a la vez, por necesidad estos escándalos en los procesos de vinculación del crimen organizado con el Estado colombiano y el parecido entre ambos Estados, el mexicano con el colombiano de aquellos años, es más que relevante.

Las declaraciones públicas de expertos en seguridad sobre las grandes cantidades de dinero que circulaban entre partidos y políticos, no las queríamos aceptar; nos parecía que aquello de “piensa mal y acertaras” es inmoral y aun nos sigue pareciendo, pero los expertos habían hecho investigación y sabían bien de lo que hablaban y ante las evidencias de que daban cuenta todos los medios electrónicos, digitales e impresos tuvimos que aceptar una realidad que ya no pudimos negar. Ahora nuestro problema es explicarla para nosotros mismos.

Empezamos a responsabilizar al adelgazamiento del Estado por exigencias del proyecto neoliberal y como eso implicaba que todos las empresas paraestatales pasaran a manos privadas y, en este hecho, decimos que el dinero en masa, pasó del Estado a manos privadas empresariales, como las podemos observar propietarias del aeropuerto Leobardo C. Ruiz de Zacatecas; una de las tres o cuatro empresas que son dueños de todo, o casi todos, los aeropuertos del país. Se volvieron creíbles aquellas ideas que se propagaban de que los privatizados también se quedaran con un porcentaje del precio al que vendían las empresas paraestatales.

Si los representantes del Estado recibieron dinero que legalmente no les correspondía, ya no había ninguna resistencia para recibir otro dinero que no era suyo, aunque previniera del narcotráfico. Seguramente los representantes del Estado al recibir esas cantidades de dinero pensaban en asegurar su futuro y el de sus familias, pero iniciaban un proceso de autodestrucción del estado que representaban; la corrupción interna del Estado lo destruía desde adentro y todo se veía como si fueran unos más que se enriquecían y no tuvieron mayores consecuencias como había sucedido por décadas.

Ahora sabemos que la autodestrucción del Estado se externaliza como crimen organizado. Nos damos cuenta cómo los criminales que están juzgando en Estados Unidos denuncian y nos sorprenden con los sobornos millonarios a ex presidentes, a ex procuradores y generales; a los primeros en millones de dólares y a los segundos en miles de dólares mensualmente. Además, sale a la luz otro tipo de criminales ricos y millonarios con el robo en despoblado de la gasolina destinada a abastecer el país. Este nuevo crimen organizado, nos informan, tenía su origen en las cúpulas gubernamentales incluyendo también a militares encargados de la seguridad del ámbito. Para algunos medios electrónicos el problema es que no hay gasolina; no es para ellos la lucha contra el crimen organizado; estamos seguros de que cuando culpan al nuevo gobierno, aunque aclaren muchas cosas, los más contentos son los criminales. Es una lástima que no salgan, como en las funciones de teatro, a agradecer a su público por sentirse defendidos cuando estos medios culpan al nuevo gobierno. ¿Por qué harán esto?