Qué bonito es llegar a un restaurante a pasar un momento agradable y que, con los alimentos, te acompañen las melodías de un buen guitarrista, de un cuarteto, de un grupo musical.
Ciertamente quien se dedica a la música, no solo come de los aplausos y de la alegría de ver a la gente que le agrada lo que escucha; pero, si hasta en nuestros trabajos o círculos sociales nos sentimos valorados y se nos eleva la autoestima cuando alguien nos dice: “¡que bien lo hiciste!”, o cuando un orador está frente al público, lo que menos quiere es que se le duerma la audiencia, para que al finalizar la charla termine en una ovación de aplausos.
Pues bien, en la música es lo mismo, se requieren de los aplausos.
Hace poco fui a un restaurante con mi familia, pasamos un rato muy agradable, la comida era deliciosa y la música... la música era fenomenal, una mujer talentosa tocaba la guitarra con singular vehemencia cualquier tipo de melodía, música del ayer, del hoy, clásica, ranchera, balada... cualquier tono ella le colocaba empeño, sin embargo, entre pieza y pieza, nadie, absolutamente nadie, aplaudía.
Seguramente quien me conoce, se dará cuenta que tengo un espíritu alegre, me gusta la fiesta y la música me enciende, así que decidí aplaudirle, cosa que ella agradeció con una sonrisa en su rostro, después de mi y de que mi familia aplaudiera, la gente siguió por inercia el sonido del aplauso e hizo lo mismo.
La mayoría de la gente en Zacatecas, tienen ese pequeño detalle, son friiiiiias, falta el espíritu de servicio, de amabilidad y sobre todo de agradecimiento, afortunadamente no siempre y no toda la gente somos así, me niego a pensar que cuando la o el músico nos deleita con melodías mientras comemos, creemos que como ese es su trabajo y que además seguramente ya le fue pagado su tiempo, no requiere más; nuestra frialdad es tanta que ni siquiera nos hace ver quién está tocando, regalarle una sonrisa, tararear alguna canción, mucho menos regalarle un aplauso.
Pensé que posiblemente era el lugar, pero después me tocó estar en una comida donde estaban reunidos gente de todo tipo, desde religiosos, políticos, agremiados culturales, y pasó exactamente lo mismo, hasta que uno de los comensales que estaba cerca de mi, me dijo: ¿usted cree que sea de mala educación aplaudirle al quinteto musical?, la verdad es que me he detenido porque nadie aplaude y tocan maravilloso. E inmediatamente respondí: somos una sociedad un poco grosera, ahorita que terminen de tocar, usted y yo aplaudimos, me dice: ¡siiiii! Es que no concibo que no se les aplauda cuando escucho las notas de un paso doble y una balada o un blues o un jazz.
El, su esposa y las personas que compartían la mesa en la que estábamos, aplaudimos con mucha franqueza, finalmente el resto de la gente no opuso resistencia y nos siguieron la corriente al aplaudir.
Hay de conciertos a conciertos, hay de música a música, hay de género a género, hay de grupos a grupos... inclusive hay hasta tiempos para aplaudir... y sin embargo para quienes se dedican a la música, el aplauso, siempre es necesario y agradecido.
Hay que aplaudir el trabajo bien hecho, más tratándose del artista, la que canta, el que toca la música, el acompañamiento para hacernos de un encuentro, el mejor momento. Ni que decir cuando voltean a tu mesa y te dicen, ¿cuál quiere que le interprete? ¿A verdad? Una se siente consentida de la vida y de la música también.