/ lunes 6 de noviembre de 2023

Un presidente ausente

El pasado 25 de octubre, el huracán de categoría 5, “Otis”, pisó el suelo mexicano destrozando todo a su paso en las costas de Guerrero; un desastre natural que, a través de las lluvias torrenciales y vientos superiores a los 250 kilómetros por hora dejó más de 45 muertos (en cifras públicas) y cientos de miles de damnificados, además de pueblos y ciudades, como Acapulco, destruidos.

La infraestructura básica colapsó, por una semana la población se quedó sin electricidad, agua, combustible y telecomunicaciones. Y como consecuencia de ello, se generaron problemas de hambre y de salud, que, para colmo, no pudieron ser atendidos de forma inmediata en los hospitales y centros de ayuda humanitaria, precisamente a la falta de estos servicios.

Por si fuera poco, la rapiña se hizo presente, y no solo en artículos de primera necesidad, ni en grandes almacenes minoristas, sino en viviendas y pequeños establecimientos de inversión local, ¿El mal entre los males? La falta de respuesta oportuna y suficiente de los gobiernos Federal, Estatal y municipal, por supuesto, de Morena.

Entre sus necesidades, la población quedó atrapada en un laberinto de regulaciones, llevándolos al límite de sus instintos de supervivencia, mientras que López Obrador dedicaba sus mañaneras a explicarnos, una vez más, por qué es el segundo presidente más popular del mundo, porque claro, primero está su simpatía y si queda tiempo, las víctimas de cualquier crisis que a su gobierno corresponda atender.

De gobiernos a gobiernos

En la madrugada del 18 de julio del 2008, cuando yo vivía en Tlaltenango, el municipio sufrió una inundación atípica tras el desbordamiento del Arroyo del Xaloco que cruza por el centro de la cabecera. El desastre contabilizó tres pérdidas humanas y más de 2 mil 500 damnificados, una estadística sin duda dolorosa, pero que, con franqueza, no se compara a lo ocurrido en Guerrero.

Al medio día, el entonces presidente, Felipe Calderón, ya estaba en el municipio acompañado del entonces Secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, y autoridades en temas de seguridad, salud e infraestructura; se realizó la declaratoria de emergencia y no pasó un solo día durante los 15 días siguientes sin autoridades llevando a cabo campañas de vacunación, limpieza y rehabilitación. Incluso, al mes, autoridades federales regresaron para conocer los avances.

Guerrero, en cambio, pese a la destrucción de uno de los sitios turísticos más importantes del país, es fecha en la que no ha contado, como tal, con la presencia de López Obrador; pues nadie ha probado que tras su vergonzoso intento de ingresar en un vehículo 4x4 sin éxito, haya por lo menos permanecido en la zona más allá de ese momento.

Este presidente ha sido, sin duda, el que menos intenciones de trabajar tiene. Su emporio político se construyó desde la comunicación. La gente lo conoce y tiene la percepción de que trabaja porque todos los días lo ve en la televisión, pero sus desatinadas o nulas intervenciones en los temas de importancia para el país lo han llevado a ser el gobierno más ausente en los momentos que menos puede faltar.

El pasado 25 de octubre, el huracán de categoría 5, “Otis”, pisó el suelo mexicano destrozando todo a su paso en las costas de Guerrero; un desastre natural que, a través de las lluvias torrenciales y vientos superiores a los 250 kilómetros por hora dejó más de 45 muertos (en cifras públicas) y cientos de miles de damnificados, además de pueblos y ciudades, como Acapulco, destruidos.

La infraestructura básica colapsó, por una semana la población se quedó sin electricidad, agua, combustible y telecomunicaciones. Y como consecuencia de ello, se generaron problemas de hambre y de salud, que, para colmo, no pudieron ser atendidos de forma inmediata en los hospitales y centros de ayuda humanitaria, precisamente a la falta de estos servicios.

Por si fuera poco, la rapiña se hizo presente, y no solo en artículos de primera necesidad, ni en grandes almacenes minoristas, sino en viviendas y pequeños establecimientos de inversión local, ¿El mal entre los males? La falta de respuesta oportuna y suficiente de los gobiernos Federal, Estatal y municipal, por supuesto, de Morena.

Entre sus necesidades, la población quedó atrapada en un laberinto de regulaciones, llevándolos al límite de sus instintos de supervivencia, mientras que López Obrador dedicaba sus mañaneras a explicarnos, una vez más, por qué es el segundo presidente más popular del mundo, porque claro, primero está su simpatía y si queda tiempo, las víctimas de cualquier crisis que a su gobierno corresponda atender.

De gobiernos a gobiernos

En la madrugada del 18 de julio del 2008, cuando yo vivía en Tlaltenango, el municipio sufrió una inundación atípica tras el desbordamiento del Arroyo del Xaloco que cruza por el centro de la cabecera. El desastre contabilizó tres pérdidas humanas y más de 2 mil 500 damnificados, una estadística sin duda dolorosa, pero que, con franqueza, no se compara a lo ocurrido en Guerrero.

Al medio día, el entonces presidente, Felipe Calderón, ya estaba en el municipio acompañado del entonces Secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, y autoridades en temas de seguridad, salud e infraestructura; se realizó la declaratoria de emergencia y no pasó un solo día durante los 15 días siguientes sin autoridades llevando a cabo campañas de vacunación, limpieza y rehabilitación. Incluso, al mes, autoridades federales regresaron para conocer los avances.

Guerrero, en cambio, pese a la destrucción de uno de los sitios turísticos más importantes del país, es fecha en la que no ha contado, como tal, con la presencia de López Obrador; pues nadie ha probado que tras su vergonzoso intento de ingresar en un vehículo 4x4 sin éxito, haya por lo menos permanecido en la zona más allá de ese momento.

Este presidente ha sido, sin duda, el que menos intenciones de trabajar tiene. Su emporio político se construyó desde la comunicación. La gente lo conoce y tiene la percepción de que trabaja porque todos los días lo ve en la televisión, pero sus desatinadas o nulas intervenciones en los temas de importancia para el país lo han llevado a ser el gobierno más ausente en los momentos que menos puede faltar.