Recuerdo que antes de salir de la carrera, estaba muy asustada de llegar a la vida adulta, a la vida laboral, ¿Qué iba a hacer? ¿En dónde trabajaría? ¿Quién me daría una oportunidad?, ¿conseguiría trabajo luego, luego?...
Un día mi papá me vio muy pensativa y me dijo:
— 1 centavo por lo que piensas.
— Nada papi, estoy a punto de terminar la carrera y tengo miedo de mi primer trabajo.
— No te preocupes, a donde llegues solo tienes que formar parte del equipo, colabora, ponte la camiseta y, sobre todo, sé feliz amando lo que hagas, ponle tripa y corazón... entonces no tendrás un trabajo, tendrás una misión.
“Feliz amando lo que hagas”, vaya que es un gran punto que debemos analizar, ya que en el momento que no amamos lo que hacemos, es como estar en una relación de pareja que no nos llena.
Piensa que solo tenemos una vida, la cual es corta y tras de eso, un 70 por ciento de ella la pasamos trabajando. ¿Tiene sentido buscar, esforzarnos y luchar por lo que deseamos no? De otro modo solo estaríamos sobreviviendo, dejándonos llevar para pagar las cuentas.
Es posible encontrar una posición laboral en la que hagas lo que te gusta y te paguen por ello, o bien, empezar a agradecer y bendecir la oportunidad que se tiene en este momento, hacer las paces, disfrutarlo y justo en ese momento si para ti hay algo mejor, te llegará.
Créeme, que no tiene sentido aguantar un montón de cosas solamente por dinero, ambas cosas se pueden lograr: dinero y satisfacción. Claro tampoco te digo que dejes lo que tienes y que esperes que te caiga del cielo, pero con tiempo, paciencia y sobre todo perseverancia, estarás en un “trabajo” que será tu actividad y además te pagarán por estar ahí.
Para llegar a eso, debemos, como en todos los rubros de nuestra vida, tener bien definidas nuestras metas.
Ponle entusiasmo a lo que hagas, la energía positiva y las buenas vibraciones nos llevarán lejos si están bien orientados hacia la meta que quieres. Hay que saber luchar por un sueño, pero con los pies en el suelo. No seamos ingenuos. Ser positivo no es engañarse a uno mismo pensando que las cosas ocurrirán porque sí. Tienes que hacer que las cosas ocurran.
Recuerda: Las oportunidades no son producto de la casualidad, más bien son resultado del trabajo. Además, toma en consideración que la recompensa de nuestro trabajo no es lo que obtenemos, sino en lo que nos convertimos.
Y, por si acaso que ya estás en el punto en el que haces lo que te gusta y te pagan por ello, nunca olvides que debe haber un equilibrio: el trabajo es bueno, pero no debería volverse una adicción. No convirtamos el trabajo en una droga para olvidarnos de nosotros mismos en él.
Si no has encontrado algo donde te sientas pleno, sigue buscando. El que busca encuentra, solo ten calma.
Y recuerda: ¡a sonreír, agradecer y abrazar la vida!
Nos leemos el próximo lunes...