/ lunes 4 de marzo de 2024

Comenzaron

En una de las colaboraciones anteriores reflexionábamos sobre la cualidad innata de los seres humanos de tejer historias para construir su pasado, vivir el presente e imaginar el futuro. La civilización se construye, pues, a partir de los cuentos, no importa que éstos estén basados en hechos reales, ficticios o maliciosamente tergiversados, lo que importa es tener un camino narrativo por el cual transitar, una sucesión de relatos que nos permitan tener un lugar en este mundo distópico para no caer en la miseria existencial.

Ya por todos es sabido que comenzaron las campañas políticas del presente año 2024, y que son, según los que saben, las más grandes y costosas en la historia de México. Día y noche escucharemos, veremos y soñaremos con los relatos, parábolas y fábulas que nos receten los candidatos a ocupar el puesto que se le ocurra. Varios millones y millones de spots en todos los canales de los medios de comunicación pagados con el sufrimiento de nuestras frentes, pues se cubren con los impuestos que renegadamente pagamos.

En las propuestas que nos endilguen estos aspirinos, constataremos lo que en un principio comentábamos en este intento de pasquín: relatos más falsos que verdaderos y más ilusorios que alcanzables sobre una realidad nacional que queremos oír, que endulza nuestra histórica indigencia, propuestas casi todas tendientes a endiosar lo que nos gusta a los mexicanos: hacernos ricos sin trabajar, gozar de una buena salud observando hábitos de marranos en engorda, irnos al cielo con los pecados de quien ha sido toda la vida un prángana, ser admirados por la sociedad sin tener mérito alguno en la vida más allá de nuestra mentecatez ontológica y exigir ser reconocidos a nivel mundial como el pueblo más auténtico, más honesto y más creativo que jamás haya existido en el universo circundante.

Los candidatos y candidatas (lenguaje este, inclusivo, como lo observará el atento lector, por aquello de que no se me vaya a tachar de falto de equidad gramatical y anti feminista), nos van a recetar día y noche, mañana, mediodía y tardes, lo que nuestros prístinos y nacionalistas oídos quieren escuchar: que si los gringos nos la pellizcan, que las pensiones para todos y para todas, viejitos y no viejitos, que ahora sí la gasolina a dos pesos el litro, que en mi trienio o sexenio se acabaron los perros flacos, que las enfermedades son cosa del pasado neoliberal, se acabaron los delincuentes porque les vamos a dar una beca para que estudien, desde el kinder, los regresamos y desde primaria algunos, si ya saben leer, se acabaron esos baches en las carreteras que cada vez que salen les revientan sus neumáticos robados por tercera vez en la Colonia Doctores de la mismísima Ciudad de México, que ahora si los jodidos van a tener una beca turística para viajar a Las Europas y vayan allá a dar lástima y pena ajena como lo hacen casi todos los connacionales cuando, con la penca tatuada en la frente se atreven a cantar el Cielito Lindo cuando el avión está a punto de despegar o de aterrizar, y así, estos pretendientes a puestos de elección popular nos van a querer recetar unos cuentos que ya estamos hartos de escuchar una y otra y otra vez, por los siglos de los siglos.

Prepárese para escuchar montañas y montañas de estiercolero novelístico.

En una de las colaboraciones anteriores reflexionábamos sobre la cualidad innata de los seres humanos de tejer historias para construir su pasado, vivir el presente e imaginar el futuro. La civilización se construye, pues, a partir de los cuentos, no importa que éstos estén basados en hechos reales, ficticios o maliciosamente tergiversados, lo que importa es tener un camino narrativo por el cual transitar, una sucesión de relatos que nos permitan tener un lugar en este mundo distópico para no caer en la miseria existencial.

Ya por todos es sabido que comenzaron las campañas políticas del presente año 2024, y que son, según los que saben, las más grandes y costosas en la historia de México. Día y noche escucharemos, veremos y soñaremos con los relatos, parábolas y fábulas que nos receten los candidatos a ocupar el puesto que se le ocurra. Varios millones y millones de spots en todos los canales de los medios de comunicación pagados con el sufrimiento de nuestras frentes, pues se cubren con los impuestos que renegadamente pagamos.

En las propuestas que nos endilguen estos aspirinos, constataremos lo que en un principio comentábamos en este intento de pasquín: relatos más falsos que verdaderos y más ilusorios que alcanzables sobre una realidad nacional que queremos oír, que endulza nuestra histórica indigencia, propuestas casi todas tendientes a endiosar lo que nos gusta a los mexicanos: hacernos ricos sin trabajar, gozar de una buena salud observando hábitos de marranos en engorda, irnos al cielo con los pecados de quien ha sido toda la vida un prángana, ser admirados por la sociedad sin tener mérito alguno en la vida más allá de nuestra mentecatez ontológica y exigir ser reconocidos a nivel mundial como el pueblo más auténtico, más honesto y más creativo que jamás haya existido en el universo circundante.

Los candidatos y candidatas (lenguaje este, inclusivo, como lo observará el atento lector, por aquello de que no se me vaya a tachar de falto de equidad gramatical y anti feminista), nos van a recetar día y noche, mañana, mediodía y tardes, lo que nuestros prístinos y nacionalistas oídos quieren escuchar: que si los gringos nos la pellizcan, que las pensiones para todos y para todas, viejitos y no viejitos, que ahora sí la gasolina a dos pesos el litro, que en mi trienio o sexenio se acabaron los perros flacos, que las enfermedades son cosa del pasado neoliberal, se acabaron los delincuentes porque les vamos a dar una beca para que estudien, desde el kinder, los regresamos y desde primaria algunos, si ya saben leer, se acabaron esos baches en las carreteras que cada vez que salen les revientan sus neumáticos robados por tercera vez en la Colonia Doctores de la mismísima Ciudad de México, que ahora si los jodidos van a tener una beca turística para viajar a Las Europas y vayan allá a dar lástima y pena ajena como lo hacen casi todos los connacionales cuando, con la penca tatuada en la frente se atreven a cantar el Cielito Lindo cuando el avión está a punto de despegar o de aterrizar, y así, estos pretendientes a puestos de elección popular nos van a querer recetar unos cuentos que ya estamos hartos de escuchar una y otra y otra vez, por los siglos de los siglos.

Prepárese para escuchar montañas y montañas de estiercolero novelístico.