/ lunes 11 de marzo de 2024

Ocurrencias electoreras

Ya todos sabemos que estamos en plenos tiempos electoreros. Millones y millones de mensajes pagados con nuestros impuestos vamos a sufrir por estas semanas. Ni modo, es parte del juego de estas democracias liberales o neoliberales, como quieran llamarles, sería lo de menos.

También percibimos que, digamos, la grandísima mayoría de esos comunicados contienen propuestas que podrían clasificarse simple y sencillamente como un estiercolero que ofende francamente cualquier mínima inteligencia intuitiva, pues deberemos aclarar desde ahora que el ser humano es una entidad con capacidad de raciocinio y entendimiento, lo que no significa que esa aptitud necesariamente la ejerza, es decir, una cosa es ser titulares indiscutibles esa competencia superior y otra muy distinta es realmente ejercerla, y las elecciones son un claro momento donde las masas estupidizadas de por sí no lo hacen.

En las circunstancias como las actuales, la gente prefiere escuchar cuentos, en serio, narraciones que les endulcen sus prístinos y fínísimos oídos y que los hagan alejarse de la triste realidad. El mexicano, ser único en el universo circundante, le gusta, le encanta, escuchar propuestas que lo lleven a imaginarse un futuro cómodo sin trabajar ni esforzarse en la vida, ejercer puntualmente derechos sin tener deberes, y gozar de una excelente salud física y mental observando hábitos alimenticios cual marranos en engorda. No es broma.

Sabedores del carácter nacional anteriormente esbozado, y del que seguramente se me va a acusar, por todos aquéllos intelectuales universitarios de café de las doce del día, como de un reduccionismo fascista y ramplón, los candidatos y candidatas de todos los colores y sabores, sin excepción alguna, van a tratar de llegar a esa psique atrofiada del descendiente azteca, planteándole ese porvenir de felicidad ficticia e inalcanzable, por lo que, ahora, para que no se diga que trato de teorizar onanismos mentales sin referencias concretas, les traeré a colación algunos ejemplos que recientemente se han escuchado como propuestas formales y serias de plataformas electorales de éstos pránganas de la política que aspiran a ser, una vez más, nuestros líderes:

Reducir a 57 años la jubilación y la pensión universal. ¿En serio? ¿Y de dónde carajos va a salir el dinero para pagar a tanto holgazán cuando cumplan esta edad? ¿Con qué presupuesto público se va a mantener esa montaraz ocurrencia? Que todos los mexicanos, desde que nazcan, hasta que se los lleve Pifas, tengan cobertura universal de salud y medicinas gratuitas. Ajá. Internet sin costo en todo el territorio nacional. ¿Otra vez? Que ya no haya feminicidios en el país. Si… seguro. Carreteras como en Alemania. ¿De qué manicomio salió este?

Ya todos sabemos que estamos en plenos tiempos electoreros. Millones y millones de mensajes pagados con nuestros impuestos vamos a sufrir por estas semanas. Ni modo, es parte del juego de estas democracias liberales o neoliberales, como quieran llamarles, sería lo de menos.

También percibimos que, digamos, la grandísima mayoría de esos comunicados contienen propuestas que podrían clasificarse simple y sencillamente como un estiercolero que ofende francamente cualquier mínima inteligencia intuitiva, pues deberemos aclarar desde ahora que el ser humano es una entidad con capacidad de raciocinio y entendimiento, lo que no significa que esa aptitud necesariamente la ejerza, es decir, una cosa es ser titulares indiscutibles esa competencia superior y otra muy distinta es realmente ejercerla, y las elecciones son un claro momento donde las masas estupidizadas de por sí no lo hacen.

En las circunstancias como las actuales, la gente prefiere escuchar cuentos, en serio, narraciones que les endulcen sus prístinos y fínísimos oídos y que los hagan alejarse de la triste realidad. El mexicano, ser único en el universo circundante, le gusta, le encanta, escuchar propuestas que lo lleven a imaginarse un futuro cómodo sin trabajar ni esforzarse en la vida, ejercer puntualmente derechos sin tener deberes, y gozar de una excelente salud física y mental observando hábitos alimenticios cual marranos en engorda. No es broma.

Sabedores del carácter nacional anteriormente esbozado, y del que seguramente se me va a acusar, por todos aquéllos intelectuales universitarios de café de las doce del día, como de un reduccionismo fascista y ramplón, los candidatos y candidatas de todos los colores y sabores, sin excepción alguna, van a tratar de llegar a esa psique atrofiada del descendiente azteca, planteándole ese porvenir de felicidad ficticia e inalcanzable, por lo que, ahora, para que no se diga que trato de teorizar onanismos mentales sin referencias concretas, les traeré a colación algunos ejemplos que recientemente se han escuchado como propuestas formales y serias de plataformas electorales de éstos pránganas de la política que aspiran a ser, una vez más, nuestros líderes:

Reducir a 57 años la jubilación y la pensión universal. ¿En serio? ¿Y de dónde carajos va a salir el dinero para pagar a tanto holgazán cuando cumplan esta edad? ¿Con qué presupuesto público se va a mantener esa montaraz ocurrencia? Que todos los mexicanos, desde que nazcan, hasta que se los lleve Pifas, tengan cobertura universal de salud y medicinas gratuitas. Ajá. Internet sin costo en todo el territorio nacional. ¿Otra vez? Que ya no haya feminicidios en el país. Si… seguro. Carreteras como en Alemania. ¿De qué manicomio salió este?