/ jueves 11 de junio de 2020

De kafkianas pandemias

El adjetivo “kafkiano” ha sido ampliamente socorrido para referirse a situaciones que son marcadas por su carácter absurdo, angustioso y básicamente incomprensible. Una situación kafkiana se relaciona con algún momento en el devenir existencial que se convierte en ininteligible, indescifrable y francamente desesperante. Lo ilógico, irracional, agobiante, opresivo, asfixiante, incoherente o angustioso pueden ser utilizados como sinónimos.

Leí a Franz Kafka en mis recién superadas juventudes y experimenté en carne propia la angustia de un burócrata que un día amanece convertido en un asqueroso insecto y cuya única preocupación vital es la de llegar a tiempo a su trabajo (La Metamorfosis); y también padecí la desesperación de un sujeto al ser encarcelado y enjuiciado sin saber por qué (El Proceso).

Este carácter trágicamente absurdo, cuyas circunstancias llevan a los desdichados protagonistas a vivir situaciones innecesariamente complicadas, padecer experiencias frustrantes, soportar aberraciones sistémicas, y, lo menos, caer en la estupefacción total por la irracionalidad circundante, bien pudiera llevarnos a concluir, de manea correcta, que gran parte de esta problemática, en nuestro país, y en muchos otros, viene dada por la propia estructuración de las relaciones de poder que se dan entre una organización estatal, cuyo único sustento posible es la disparatada arbitrariedad apoyada en los aparatos de represión, y los individuos que están atrapados en esa lógica aberrante, y cuya característica fundamental, a nivel personal y colectivo, viene dada por la ignorancia, la falta de información, la apatía y la actitud acomodaticia rayando en la cobardía.

En México, esta kafkiana pandemia que nos tocó vivir, ha venido acompañada por pesadillas inexplicables, soledades intermitentes y, lo menos, sinsentidos existenciales, y todo ello debido a ese tipo de esquizofrenia colectiva que ha sido provocada tanto por autoridades, medios de comunicación y esas mismas humanidades acomodaticias a que nos hemos referido. Para muestra bastan varios botones, como vulgarmente se dice:

El mismo día que un altísimo funcionario federal informa al país que se ha alcanzado un récord máximo de contagios y de muertes por el Covid-19, el Presidente anuncia el inicio de giras de trabajo a lo largo y lo ancho de todo el territorio nacional.

En el mismo instante en que todos los Estados del país fueron declarados algo así como en alerta máxima, o en semáforo rojo, para significar el grado máximo de peligro de contagios, se anuncia la apertura de una novísima normalidad, es decir, el regreso a las calles y avenidas, y a los transportes públicos, y a la reapertura de negocios y establecimientos.

En varios Estados, en el momento exacto que se da bandera verde para la apertura de algunos establecimientos comerciales, industriales y de servicios, se anuncia que se conservarán las restricciones a la movilidad vehicular, circunstancia esta última etiquetada con el calificativo de hoy no (ni mañana) circula.

En el preciso santiamén que se desataron los grilletes virtuales que mantenían en reclusión a la nación completa, se anuncia que fue asesinado un joven por no traer la reglamentaria mascarilla cuando circulaba por las ya atiborradas calles de su ciudad.

Para atemperar los estragos económicos que ha ocasionado la pandemia, Alemania está destinando recursos equivalentes al 60% de su Producto Interno Bruto para tal efecto. México, si bien nos va, el 1%.

Todos los hechos y circunstancias relatados precedentemente me hacen sospechar, fundadamente, que Kafka era mexicano.

El adjetivo “kafkiano” ha sido ampliamente socorrido para referirse a situaciones que son marcadas por su carácter absurdo, angustioso y básicamente incomprensible. Una situación kafkiana se relaciona con algún momento en el devenir existencial que se convierte en ininteligible, indescifrable y francamente desesperante. Lo ilógico, irracional, agobiante, opresivo, asfixiante, incoherente o angustioso pueden ser utilizados como sinónimos.

Leí a Franz Kafka en mis recién superadas juventudes y experimenté en carne propia la angustia de un burócrata que un día amanece convertido en un asqueroso insecto y cuya única preocupación vital es la de llegar a tiempo a su trabajo (La Metamorfosis); y también padecí la desesperación de un sujeto al ser encarcelado y enjuiciado sin saber por qué (El Proceso).

Este carácter trágicamente absurdo, cuyas circunstancias llevan a los desdichados protagonistas a vivir situaciones innecesariamente complicadas, padecer experiencias frustrantes, soportar aberraciones sistémicas, y, lo menos, caer en la estupefacción total por la irracionalidad circundante, bien pudiera llevarnos a concluir, de manea correcta, que gran parte de esta problemática, en nuestro país, y en muchos otros, viene dada por la propia estructuración de las relaciones de poder que se dan entre una organización estatal, cuyo único sustento posible es la disparatada arbitrariedad apoyada en los aparatos de represión, y los individuos que están atrapados en esa lógica aberrante, y cuya característica fundamental, a nivel personal y colectivo, viene dada por la ignorancia, la falta de información, la apatía y la actitud acomodaticia rayando en la cobardía.

En México, esta kafkiana pandemia que nos tocó vivir, ha venido acompañada por pesadillas inexplicables, soledades intermitentes y, lo menos, sinsentidos existenciales, y todo ello debido a ese tipo de esquizofrenia colectiva que ha sido provocada tanto por autoridades, medios de comunicación y esas mismas humanidades acomodaticias a que nos hemos referido. Para muestra bastan varios botones, como vulgarmente se dice:

El mismo día que un altísimo funcionario federal informa al país que se ha alcanzado un récord máximo de contagios y de muertes por el Covid-19, el Presidente anuncia el inicio de giras de trabajo a lo largo y lo ancho de todo el territorio nacional.

En el mismo instante en que todos los Estados del país fueron declarados algo así como en alerta máxima, o en semáforo rojo, para significar el grado máximo de peligro de contagios, se anuncia la apertura de una novísima normalidad, es decir, el regreso a las calles y avenidas, y a los transportes públicos, y a la reapertura de negocios y establecimientos.

En varios Estados, en el momento exacto que se da bandera verde para la apertura de algunos establecimientos comerciales, industriales y de servicios, se anuncia que se conservarán las restricciones a la movilidad vehicular, circunstancia esta última etiquetada con el calificativo de hoy no (ni mañana) circula.

En el preciso santiamén que se desataron los grilletes virtuales que mantenían en reclusión a la nación completa, se anuncia que fue asesinado un joven por no traer la reglamentaria mascarilla cuando circulaba por las ya atiborradas calles de su ciudad.

Para atemperar los estragos económicos que ha ocasionado la pandemia, Alemania está destinando recursos equivalentes al 60% de su Producto Interno Bruto para tal efecto. México, si bien nos va, el 1%.

Todos los hechos y circunstancias relatados precedentemente me hacen sospechar, fundadamente, que Kafka era mexicano.