/ martes 7 de agosto de 2018

Encuentro AMLO-Meade

¿Qué cómo veo el acercamiento de Andrés Manuel López Obrador con José Antonio Meade, como mero ciudadano de a pie que soy y escribiendo como si a alguien le interesara mi punto de vista? Me atrevería a incluso decir que muy bien: a José Antonio Meade lo considero –lo he calificado durante ya largo tiempo –como un administrador público de nivel muy competitivo, quien se ha posicionado positivamente entre la ciudadanía por su imagen de funcionario capaz (aunque no con el consenso necesario para haber ganado la presidencia) en el ámbito de la política nacional.

Sus logros como funcionario exitoso durante tres sexenios; su visibilidad positiva pública, su discurso generalmente dirigido a embonar con las corrientes de opinión nacionales mayoritarias, tanto en las administraciones federales panistas pasadas como en esta última priista de Enrique Peña Nieto, lo han decantado como un personaje político que sí sabe cómo enfrentar con éxito las complejas tareas de la administración gubernamental.

Y hay que señalar que un(a) funcionario(a) eficiente, competente, que dé lustre a la administración que está por iniciar, no se improvisa ni se debe tratar de inventar por la vía del elogio fácil. A los ciudadanos frecuentemente nos toca ver y lidiar –a nivel de la administración pública municipal, estatal y federal –con funcionarios(as) inesperados y antipáticos cuando menos en dos dimensiones de su trato público: en su relación impolítica con la ciudadanía y en su incompetencia visible en el desempeño efectivo y de realce en la función pública.

Por eso, basta de improvisar funcionarios, sobre todo los de alta responsabilidad, quienes pueden tardar meses o años en comprender y ser eficientes y eficaces en la problemática específica del área que le correspondió atender, si es que en algún momento lo logran. En tanto, la situación inherente a su ámbito de influencia se desgarra y pervierte.

Sólo algunos profesionistas competentes han logrado destreza en el manejo de las situaciones gubernamentales, no obstante el rubro gubernativo. Tal es el caso de Meade, quien además aúna sentido político en su actuar público. El mismo AMLO manifestó que Meade fue el primero que le llamó por la vía telefónica para reconocer el triunfo del tabasqueños en la competencia por la Presidencia de la República. De igual cuenta, Meade le expresó a AMLO su deseo de que le fuera bien en su gestión gubernativa, porque en esa proporción le iría bien a México.

AMLO correspondió públicamente las expresiones de buena fe de Meade, y se deshizo en elogios hacia ese competidor suyo en la justa por el máximo cargo gubernamental en México, el de Presidente de la República. AMLO así, calificó a Meade de “persona buena, decente, honorable” y agregó que debe haber reconciliación política, como la que estuvieron practicando él y Meade. Republicano gesto de ambos, sin duda.


¿Qué cómo veo el acercamiento de Andrés Manuel López Obrador con José Antonio Meade, como mero ciudadano de a pie que soy y escribiendo como si a alguien le interesara mi punto de vista? Me atrevería a incluso decir que muy bien: a José Antonio Meade lo considero –lo he calificado durante ya largo tiempo –como un administrador público de nivel muy competitivo, quien se ha posicionado positivamente entre la ciudadanía por su imagen de funcionario capaz (aunque no con el consenso necesario para haber ganado la presidencia) en el ámbito de la política nacional.

Sus logros como funcionario exitoso durante tres sexenios; su visibilidad positiva pública, su discurso generalmente dirigido a embonar con las corrientes de opinión nacionales mayoritarias, tanto en las administraciones federales panistas pasadas como en esta última priista de Enrique Peña Nieto, lo han decantado como un personaje político que sí sabe cómo enfrentar con éxito las complejas tareas de la administración gubernamental.

Y hay que señalar que un(a) funcionario(a) eficiente, competente, que dé lustre a la administración que está por iniciar, no se improvisa ni se debe tratar de inventar por la vía del elogio fácil. A los ciudadanos frecuentemente nos toca ver y lidiar –a nivel de la administración pública municipal, estatal y federal –con funcionarios(as) inesperados y antipáticos cuando menos en dos dimensiones de su trato público: en su relación impolítica con la ciudadanía y en su incompetencia visible en el desempeño efectivo y de realce en la función pública.

Por eso, basta de improvisar funcionarios, sobre todo los de alta responsabilidad, quienes pueden tardar meses o años en comprender y ser eficientes y eficaces en la problemática específica del área que le correspondió atender, si es que en algún momento lo logran. En tanto, la situación inherente a su ámbito de influencia se desgarra y pervierte.

Sólo algunos profesionistas competentes han logrado destreza en el manejo de las situaciones gubernamentales, no obstante el rubro gubernativo. Tal es el caso de Meade, quien además aúna sentido político en su actuar público. El mismo AMLO manifestó que Meade fue el primero que le llamó por la vía telefónica para reconocer el triunfo del tabasqueños en la competencia por la Presidencia de la República. De igual cuenta, Meade le expresó a AMLO su deseo de que le fuera bien en su gestión gubernativa, porque en esa proporción le iría bien a México.

AMLO correspondió públicamente las expresiones de buena fe de Meade, y se deshizo en elogios hacia ese competidor suyo en la justa por el máximo cargo gubernamental en México, el de Presidente de la República. AMLO así, calificó a Meade de “persona buena, decente, honorable” y agregó que debe haber reconciliación política, como la que estuvieron practicando él y Meade. Republicano gesto de ambos, sin duda.