/ lunes 8 de octubre de 2018

Eventos desafortunados, afortunados

Ser maestro de ceremonias no es fácil, no cualquiera tiene la habilidad para serlo, se requiere control sobre el nervio que da enfrentarse a un grupo numeroso de personas, saberse los protocolos y sobre todo tener conocimiento de todo lo que ocurre al rededor, aún más el contexto.

Pero detrás de todo lo anterior, quizás un punto el que se convierte en el principal es: llegar a tiempo.

En mi persona, cada que me piden serlo, entro en pánico porque me acuerdo de una amiga cuando llegaba al ras o ligeramente tarde para ser maestra de ceremonias y los eventos no comenzaban hasta que ella llegara... tenía mala suerte, siempre había algo que la hacía llegar tarde, el tren.

Una vez dije: “no, a mí ningún tren me va a hacer llegar tarde” y me fui con una hora de antelación, caminé por el centro cómodamente porque traía tacones, vi la Catedral a lo lejos, le tomé una foto, no traía paraguas, pero empezaban a caer esporádicas gotas, me topé con un ex alumno, de verdad me dio tanto gusto verlo que nos dimos un gran abrazo, me regaló un dulce de leche y una salsa de nuez.

Finalmente llegué al teatro y me preguntan:

— ¿Viene al evento de pediatría?

— No, vengo al de una escuela... (miradas extrañadas, el evento de la Pediatría se desarrollaba en el salón de la planta alta del teatro)

Veo mi reloj, son las 18:10 (el evento era a las 19:00 hrs.) me quedo pensando en que ya debería de haber gente en el teatro, por lo menos el personal académico, y luego me asalta un pensamiento fugaz: ¿No me habré confundido de teatro?, veo el único cachito de boleto que traía... (una foto de él) y veo, que efectivamente me había equivocado.

Pensé en ese momento que sería útil una moto, un impermeable y un paraguas... ese paraguas que me ofreció el exalumno media hora atrás me hubiera caído muy bien, y luego otro pensamiento en mi mente... ¿y si era a las 19:00hrs?, capaz que era a las seis de la tarde el día 18 de septiembre... empecé a sudar, solo me tranquilicé cuando llegué al teatro “de la encantada”, vi autos, los maestros, la Directora, vi mi reloj: Las 18:56hrs.

¡Maestra ya la estábamos esperando!

Bajo esa presión, no cualquiera controla sus emociones, la velocidad acelerada del corazón y dirige un evento con fluidez y además con entereza.

Fue uno de esos días de una serie de eventos desafortunados, afortunados.

Nos leemos el próximo lunes...


Ser maestro de ceremonias no es fácil, no cualquiera tiene la habilidad para serlo, se requiere control sobre el nervio que da enfrentarse a un grupo numeroso de personas, saberse los protocolos y sobre todo tener conocimiento de todo lo que ocurre al rededor, aún más el contexto.

Pero detrás de todo lo anterior, quizás un punto el que se convierte en el principal es: llegar a tiempo.

En mi persona, cada que me piden serlo, entro en pánico porque me acuerdo de una amiga cuando llegaba al ras o ligeramente tarde para ser maestra de ceremonias y los eventos no comenzaban hasta que ella llegara... tenía mala suerte, siempre había algo que la hacía llegar tarde, el tren.

Una vez dije: “no, a mí ningún tren me va a hacer llegar tarde” y me fui con una hora de antelación, caminé por el centro cómodamente porque traía tacones, vi la Catedral a lo lejos, le tomé una foto, no traía paraguas, pero empezaban a caer esporádicas gotas, me topé con un ex alumno, de verdad me dio tanto gusto verlo que nos dimos un gran abrazo, me regaló un dulce de leche y una salsa de nuez.

Finalmente llegué al teatro y me preguntan:

— ¿Viene al evento de pediatría?

— No, vengo al de una escuela... (miradas extrañadas, el evento de la Pediatría se desarrollaba en el salón de la planta alta del teatro)

Veo mi reloj, son las 18:10 (el evento era a las 19:00 hrs.) me quedo pensando en que ya debería de haber gente en el teatro, por lo menos el personal académico, y luego me asalta un pensamiento fugaz: ¿No me habré confundido de teatro?, veo el único cachito de boleto que traía... (una foto de él) y veo, que efectivamente me había equivocado.

Pensé en ese momento que sería útil una moto, un impermeable y un paraguas... ese paraguas que me ofreció el exalumno media hora atrás me hubiera caído muy bien, y luego otro pensamiento en mi mente... ¿y si era a las 19:00hrs?, capaz que era a las seis de la tarde el día 18 de septiembre... empecé a sudar, solo me tranquilicé cuando llegué al teatro “de la encantada”, vi autos, los maestros, la Directora, vi mi reloj: Las 18:56hrs.

¡Maestra ya la estábamos esperando!

Bajo esa presión, no cualquiera controla sus emociones, la velocidad acelerada del corazón y dirige un evento con fluidez y además con entereza.

Fue uno de esos días de una serie de eventos desafortunados, afortunados.

Nos leemos el próximo lunes...


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