/ domingo 6 de marzo de 2022

8M: un día para reflexionar

El 8 de marzo de 1975 fue la primera vez que la Organización de las Naciones Unidas celebró el Día Internacional de la Mujer. No obstante, los movimientos que han buscado que la mujer tenga un papel más relevante en todos los ámbitos de la sociedad, se remontan sobre todo a mediados del siglo XIX. ¡Cuánto tiempo hemos tardado en valorar a todas las mujeres! ¡Y cuánto camino nos queda todavía por recorrer!

Hace algunos años asistí a una mesa de debate cuyo fin era reflexionar sobre la mujer. Los participantes eran muy variados: una joven liberal, una religiosa, un padre de familia católico practicante y una activista muy comprometida con los modernos movimientos feministas.

En muchos aspectos la activista feminista y yo no coincidimos, como era de esperarse. Algunas de sus opiniones me parecían muy radicales, como viendo «moros con tranchetes» por todos lados, por decirlo de manera coloquial, respecto a los varones. Casi consideraba pecado ser varón, pues parecía suponer que todos éramos culpables de innumerables desgracias de la humanidad. Sin embargo, reconozco que haberla escuchado cambió mucho mi percepción sobre este tema y le estoy agradecido por eso.

Hasta ese momento nunca había sido tan consciente de las diferencias y dificultades que tienen que soportar un sinnúmero de mujeres. Desde entonces soy un convencido de la causa de la mujer y de la necesidad de un cambio de mentalidad. Por desgracia, en muchos ámbitos están en desventaja no por falta de talento y méritos, pues con frecuencia nos superan, sino por el solo hecho de ser mujeres.

Sin embargo, también me parece que hay un feminismo mal orientado que más que ayudarnos a tener una sociedad más justa e igualitaria, confunde supuestos derechos con una libertad mal utilizada. No es solo que por ser sacerdote tenga que estar casi por oficio en contra de ciertos temas, como por ejemplo el aborto, sino que realmente creo que hay una visión de la mujer que no reconoce su verdadera dignidad y el respeto que todas merecen.

Me declaro a favor del feminismo en su significado más auténtico, no en el sentido casi fundamentalista que a veces se manifiesta destruyendo y reclamando falsos derechos, lo cual nos puede hacer a todos inmunes a peticiones válidas. El radicalismo como forma de exigir igualdad demerita la atención que esta causa merece, aunque en algunas ocasiones he pensado que quizá si no lo hicieran así no llamaría tanto nuestra atención. Por eso considero necesario, para lograr una sociedad mejor, seguir reflexionando y educando a favor de un sano feminismo que permita igualdad de oportunidades a las mujeres y el respeto de todos siempre. ¡Gracias!

El 8 de marzo de 1975 fue la primera vez que la Organización de las Naciones Unidas celebró el Día Internacional de la Mujer. No obstante, los movimientos que han buscado que la mujer tenga un papel más relevante en todos los ámbitos de la sociedad, se remontan sobre todo a mediados del siglo XIX. ¡Cuánto tiempo hemos tardado en valorar a todas las mujeres! ¡Y cuánto camino nos queda todavía por recorrer!

Hace algunos años asistí a una mesa de debate cuyo fin era reflexionar sobre la mujer. Los participantes eran muy variados: una joven liberal, una religiosa, un padre de familia católico practicante y una activista muy comprometida con los modernos movimientos feministas.

En muchos aspectos la activista feminista y yo no coincidimos, como era de esperarse. Algunas de sus opiniones me parecían muy radicales, como viendo «moros con tranchetes» por todos lados, por decirlo de manera coloquial, respecto a los varones. Casi consideraba pecado ser varón, pues parecía suponer que todos éramos culpables de innumerables desgracias de la humanidad. Sin embargo, reconozco que haberla escuchado cambió mucho mi percepción sobre este tema y le estoy agradecido por eso.

Hasta ese momento nunca había sido tan consciente de las diferencias y dificultades que tienen que soportar un sinnúmero de mujeres. Desde entonces soy un convencido de la causa de la mujer y de la necesidad de un cambio de mentalidad. Por desgracia, en muchos ámbitos están en desventaja no por falta de talento y méritos, pues con frecuencia nos superan, sino por el solo hecho de ser mujeres.

Sin embargo, también me parece que hay un feminismo mal orientado que más que ayudarnos a tener una sociedad más justa e igualitaria, confunde supuestos derechos con una libertad mal utilizada. No es solo que por ser sacerdote tenga que estar casi por oficio en contra de ciertos temas, como por ejemplo el aborto, sino que realmente creo que hay una visión de la mujer que no reconoce su verdadera dignidad y el respeto que todas merecen.

Me declaro a favor del feminismo en su significado más auténtico, no en el sentido casi fundamentalista que a veces se manifiesta destruyendo y reclamando falsos derechos, lo cual nos puede hacer a todos inmunes a peticiones válidas. El radicalismo como forma de exigir igualdad demerita la atención que esta causa merece, aunque en algunas ocasiones he pensado que quizá si no lo hicieran así no llamaría tanto nuestra atención. Por eso considero necesario, para lograr una sociedad mejor, seguir reflexionando y educando a favor de un sano feminismo que permita igualdad de oportunidades a las mujeres y el respeto de todos siempre. ¡Gracias!