/ domingo 20 de marzo de 2022

El salón de clases

En un salón de clases el maestro, o la maestra, es el responsable de que los niños aprendan. Cumple un servicio muy importante. Su autoridad no es para hacer lo que quiera, sino para mantener el orden y lograr que cada alumno, según sus posibilidades y necesidades, se vaya formando y educando en vista de que le vaya bien en el futuro. Lo mismo vale para un país.

Si los alumnos perciben que el maestro no logra poner orden en el salón y que cada quien puede hacer lo que quiera sin que haya consecuencias, es probable que los más rebeldes empiecen a romper las reglas; incluso quizá pronto muchos otros sigan el mismo camino. También es previsible que los más débiles física y emocionalmente sufran bullying por parte de los más fuertes. El problema no es que haya niños inquietos, sino la falta de autoridad.

En un salón de clases, así como en la sociedad, siempre hay quienes están midiendo la situación para saber hasta donde pueden llegar con sus actos. Si no hay repercusión por sus malas acciones, tenderán a seguir haciéndolas. A esta falta de consecuencias se le llama impunidad y considero que es uno de los problemas más graves de nuestro país, por no decir el más grave, porque creo que es el mayor generador de corrupción y violencia.

La impunidad por desgracia tiene que ver también con la posición económica y el estatus social. Las leyes son las mismas para todos, pero su aplicación es selectiva. México es como un gran salón de clases en donde muchos actúan mal impunemente. El problema no es la falta de leyes, sino su aplicación desigual. En todos los países hay corruptos, malhechores, criminales, pero es la impunidad lo que genera que el mal se siga propagando, como sucede por ejemplo con la inseguridad o con los políticos corruptos. Siempre dicen que se está investigando y pocos veces hay culpables.

En otras naciones muchos no necesariamente actúan bien por estar convencidos, lo cual no dudo de la mayoría, sino porque saben que hay leyes y no cumplirlas traerá consecuencias. No se trata de infundir miedo, sino de apostarle a la educación empezando con el ejemplo, para romper el círculo vicioso en que hemos caído como país. «La ocasión hace al ladrón», es decir, la falta de castigo genera más corrupción y degradación. En todo tipo de instituciones hay impunidad, también en las religiosas, y la ausencia de sanciones solo genera más vicios. Estas situaciones no desaparecen por decreto, aunque sea presidencial. Hay que hacer que se acaten las leyes y educar para cumplirlas por el bien de todos. ¡Gracias!

En un salón de clases el maestro, o la maestra, es el responsable de que los niños aprendan. Cumple un servicio muy importante. Su autoridad no es para hacer lo que quiera, sino para mantener el orden y lograr que cada alumno, según sus posibilidades y necesidades, se vaya formando y educando en vista de que le vaya bien en el futuro. Lo mismo vale para un país.

Si los alumnos perciben que el maestro no logra poner orden en el salón y que cada quien puede hacer lo que quiera sin que haya consecuencias, es probable que los más rebeldes empiecen a romper las reglas; incluso quizá pronto muchos otros sigan el mismo camino. También es previsible que los más débiles física y emocionalmente sufran bullying por parte de los más fuertes. El problema no es que haya niños inquietos, sino la falta de autoridad.

En un salón de clases, así como en la sociedad, siempre hay quienes están midiendo la situación para saber hasta donde pueden llegar con sus actos. Si no hay repercusión por sus malas acciones, tenderán a seguir haciéndolas. A esta falta de consecuencias se le llama impunidad y considero que es uno de los problemas más graves de nuestro país, por no decir el más grave, porque creo que es el mayor generador de corrupción y violencia.

La impunidad por desgracia tiene que ver también con la posición económica y el estatus social. Las leyes son las mismas para todos, pero su aplicación es selectiva. México es como un gran salón de clases en donde muchos actúan mal impunemente. El problema no es la falta de leyes, sino su aplicación desigual. En todos los países hay corruptos, malhechores, criminales, pero es la impunidad lo que genera que el mal se siga propagando, como sucede por ejemplo con la inseguridad o con los políticos corruptos. Siempre dicen que se está investigando y pocos veces hay culpables.

En otras naciones muchos no necesariamente actúan bien por estar convencidos, lo cual no dudo de la mayoría, sino porque saben que hay leyes y no cumplirlas traerá consecuencias. No se trata de infundir miedo, sino de apostarle a la educación empezando con el ejemplo, para romper el círculo vicioso en que hemos caído como país. «La ocasión hace al ladrón», es decir, la falta de castigo genera más corrupción y degradación. En todo tipo de instituciones hay impunidad, también en las religiosas, y la ausencia de sanciones solo genera más vicios. Estas situaciones no desaparecen por decreto, aunque sea presidencial. Hay que hacer que se acaten las leyes y educar para cumplirlas por el bien de todos. ¡Gracias!