/ viernes 12 de junio de 2020

Amigo o enemigo

A lo largo de la historia se han cometido diversas atrocidades, actos crueles y degradantes, justificados por la dicotomía de amigo-enemigo, conceptos que han sido desarrollados por algunos autores, principalmente por el pensador alemán Carl Schmitt durante el siglo pasado.

Y es que el ser humano ha manifestado su miedo a lo diferente y a lo desconocido. Ante la diferencia, ya sea por el color de piel, la religión, ideología política, las preferencias sexuales, la posición socioeconómica o algún otro rasgo distintivo, se genera un sesgo que, automáticamente, señala al “otro” como “enemigo” y, lo distinto, “debe erradicarse”. La historia nos ha mostrado innumerables ocasiones el grave error que eso significa.

Durante el siglo XX, en diversas latitudes del mundo se libraron múltiples batallas para conquistar la igualdad en el reconocimiento de derechos. Durante la década de los 50´s y 60´s, por ejemplo, en Estados Unidos predominaba la segregación racial, razón por la cual se levantó un movimiento afrodescendiente que buscaba el reconocimiento de los derechos civiles propios de cada persona.

Durante la Segunda Guerra Mundial, millones de judíos fueron asesinados al ser considerados inferiores debido a la ideología nazi. Apenas el siglo pasado, después de intensas luchas y una ardua travesía, las mujeres lograron el reconocimiento del derecho a votar que, por mucho tiempo, se mantuvo como un privilegio exclusivo de los hombres. Hoy, siguen luchando para conquistar más espacios, enfrentándose a un sistema machista y opresor.

Frente a las lecciones que nos ha dejado la historia y ante la llegada de la globalización es que, a finales del siglo pasado las naciones emprendieron una política de apertura e inclusión. Así, el libre tránsito de personas parecía convertirse en una de las banderas de la igualdad.

Sin embargo, el ideal no se consolidó y, en los últimos años, derivado de los problemas económicos y sociales generados por el sistema predominante, se ha regresado a la categorización amigo-enemigo, fomentando el discurso de odio y segregación frente a quien “manifiesta diferencias”, implantándose el pensamiento totalitario y cerrando nuevamente espacios al “otro”.

Actualmente un sinnúmero de personas son perseguidas, torturadas y asesinadas por profesar alguna religión, debido a su condición de migrantes o a causa de su identidad sexual. Pareciera que soñar, buscar mejores condiciones o ser libre se ha convertido en el peor delito. Lamentablemente, llegaremos a un punto sin retorno si no actuamos ahora.

México es un país pluricultural y es esto lo que representa nuestra mayor riqueza; sin embargo, a diario somos testigos de múltiples actos de discriminación y abusos de poder. Es urgente cambiar el paradigma y generar una revolución de conciencia que nos permita consolidar el Estado de bienestar que tanto anhelamos. Ante la difícil etapa en la que nos encontramos derivada de la pandemia del COVID-19, la única manera de salir avante será refundando la concepción que tenemos de nosotros mismos.

Aplaudamos la diferencia y que sea ella la que nos permita caminar más unidos. Es nuestra oportunidad de cambiar.

A lo largo de la historia se han cometido diversas atrocidades, actos crueles y degradantes, justificados por la dicotomía de amigo-enemigo, conceptos que han sido desarrollados por algunos autores, principalmente por el pensador alemán Carl Schmitt durante el siglo pasado.

Y es que el ser humano ha manifestado su miedo a lo diferente y a lo desconocido. Ante la diferencia, ya sea por el color de piel, la religión, ideología política, las preferencias sexuales, la posición socioeconómica o algún otro rasgo distintivo, se genera un sesgo que, automáticamente, señala al “otro” como “enemigo” y, lo distinto, “debe erradicarse”. La historia nos ha mostrado innumerables ocasiones el grave error que eso significa.

Durante el siglo XX, en diversas latitudes del mundo se libraron múltiples batallas para conquistar la igualdad en el reconocimiento de derechos. Durante la década de los 50´s y 60´s, por ejemplo, en Estados Unidos predominaba la segregación racial, razón por la cual se levantó un movimiento afrodescendiente que buscaba el reconocimiento de los derechos civiles propios de cada persona.

Durante la Segunda Guerra Mundial, millones de judíos fueron asesinados al ser considerados inferiores debido a la ideología nazi. Apenas el siglo pasado, después de intensas luchas y una ardua travesía, las mujeres lograron el reconocimiento del derecho a votar que, por mucho tiempo, se mantuvo como un privilegio exclusivo de los hombres. Hoy, siguen luchando para conquistar más espacios, enfrentándose a un sistema machista y opresor.

Frente a las lecciones que nos ha dejado la historia y ante la llegada de la globalización es que, a finales del siglo pasado las naciones emprendieron una política de apertura e inclusión. Así, el libre tránsito de personas parecía convertirse en una de las banderas de la igualdad.

Sin embargo, el ideal no se consolidó y, en los últimos años, derivado de los problemas económicos y sociales generados por el sistema predominante, se ha regresado a la categorización amigo-enemigo, fomentando el discurso de odio y segregación frente a quien “manifiesta diferencias”, implantándose el pensamiento totalitario y cerrando nuevamente espacios al “otro”.

Actualmente un sinnúmero de personas son perseguidas, torturadas y asesinadas por profesar alguna religión, debido a su condición de migrantes o a causa de su identidad sexual. Pareciera que soñar, buscar mejores condiciones o ser libre se ha convertido en el peor delito. Lamentablemente, llegaremos a un punto sin retorno si no actuamos ahora.

México es un país pluricultural y es esto lo que representa nuestra mayor riqueza; sin embargo, a diario somos testigos de múltiples actos de discriminación y abusos de poder. Es urgente cambiar el paradigma y generar una revolución de conciencia que nos permita consolidar el Estado de bienestar que tanto anhelamos. Ante la difícil etapa en la que nos encontramos derivada de la pandemia del COVID-19, la única manera de salir avante será refundando la concepción que tenemos de nosotros mismos.

Aplaudamos la diferencia y que sea ella la que nos permita caminar más unidos. Es nuestra oportunidad de cambiar.