/ lunes 26 de abril de 2021

El arte de contar la verdad

A lo largo de mi vida he conocido muchos profesionales del periodismo que, desde su trabajo, han significado un factor de transformación para su comunidad. Todas y todos esos periodistas compartían una característica en común, una que, lamentablemente, hoy en día ha ido desapareciendo: la necesidad no sólo de contar la verdad, también, de demostrarla. “Antes, los periodistas eran un grupo muy reducido, se les valoraba. Uno de los autores que más admiro, Ryszard Kapuściński, lo dice en uno de sus libros, de una manera muchísimo más clara: “Antes, los periodistas eran un grupo muy reducido, se les valoraba. Ahora el mundo de los medios de comunicación ha cambiado radicalmente (...) Los periodistas al estilo clásico son ahora una minoría. La mayoría no sabe ni escribir, en sentido profesional, claro. Este tipo de periodistas no tiene problemas éticos ni profesionales, ya no se hacen preguntas”.

Es esto último que menciona el gran periodista y poeta polaco donde está la clave. La gran mayoría del periodismo actual esquiva la pregunta que desvela el camino hacia la verdad, buscando entonces una salida fácil: la calumnia, el ataque, el codazo. El fin ideal para el periodista no comprometido es el fuego por el fuego, y en ese ímpetu por el protagónico mediático, no abonan a la construcción de una sociedad informada y reflexiva.

Quiero invitar a las y los lectores a la siguiente reflexión. El Código deontológico del periodista (muchas veces desconocido o ignorado) dice lo siguiente:

- El respeto a la verdad.

- Estar abierto a la investigación de los hechos.

- Perseguir la objetividad aunque se sepa inaccesible.

- Contrastar los datos con cuantas fuentes periodísticas sean precisas.

- Diferenciar con claridad entre información y opinión.

- Enfrentar, cuando existan, las versiones sobre un hecho.

- Respeto a la presunción de inocencia.

- Rectificación de las informaciones erróneas.

Todas y todos tenemos un periodista de cabecera, un medio informativo con el cual sentimos afinidad. Pero incluso ahí, en esas zonas de confort, yo les pregunto a ustedes, lectoras y lectores: ¿ese código deontológico se sigue al pie de la letra?

Como ya lo he mencionado en entrevistas, lo reitero, México merece un periodismo que no opte por meterse al fango; merece uno que, entendiendo las problemáticas tan duras que vivimos, y sobre todo, el pasado tan lleno de condicionantes, sepa llegar a la verdad como un fin humano, dejando atrás el lucro, el interés, el compadrazgo.

Mi apuesta va a los jóvenes, quienes hoy en día son los más informados gracias a las herramientas de comunicación que nosotros, los que llevamos ya más años, no pudimos tener. Un periodismo joven que sepa esquivar los obstáculos de un sistema de mercado que, lamentablemente, también ha cooptado a la profesión del periodista; un periodismo joven que, fresco y alerta a las velocidades del siglo XXI, pueda entender, de una vez por todas, que el periodismo no es una vía para enriquecerse desde la mentira y la calumnia, sino todo lo contrario. El periodismo es el arte de contar la verdad.

A lo largo de mi vida he conocido muchos profesionales del periodismo que, desde su trabajo, han significado un factor de transformación para su comunidad. Todas y todos esos periodistas compartían una característica en común, una que, lamentablemente, hoy en día ha ido desapareciendo: la necesidad no sólo de contar la verdad, también, de demostrarla. “Antes, los periodistas eran un grupo muy reducido, se les valoraba. Uno de los autores que más admiro, Ryszard Kapuściński, lo dice en uno de sus libros, de una manera muchísimo más clara: “Antes, los periodistas eran un grupo muy reducido, se les valoraba. Ahora el mundo de los medios de comunicación ha cambiado radicalmente (...) Los periodistas al estilo clásico son ahora una minoría. La mayoría no sabe ni escribir, en sentido profesional, claro. Este tipo de periodistas no tiene problemas éticos ni profesionales, ya no se hacen preguntas”.

Es esto último que menciona el gran periodista y poeta polaco donde está la clave. La gran mayoría del periodismo actual esquiva la pregunta que desvela el camino hacia la verdad, buscando entonces una salida fácil: la calumnia, el ataque, el codazo. El fin ideal para el periodista no comprometido es el fuego por el fuego, y en ese ímpetu por el protagónico mediático, no abonan a la construcción de una sociedad informada y reflexiva.

Quiero invitar a las y los lectores a la siguiente reflexión. El Código deontológico del periodista (muchas veces desconocido o ignorado) dice lo siguiente:

- El respeto a la verdad.

- Estar abierto a la investigación de los hechos.

- Perseguir la objetividad aunque se sepa inaccesible.

- Contrastar los datos con cuantas fuentes periodísticas sean precisas.

- Diferenciar con claridad entre información y opinión.

- Enfrentar, cuando existan, las versiones sobre un hecho.

- Respeto a la presunción de inocencia.

- Rectificación de las informaciones erróneas.

Todas y todos tenemos un periodista de cabecera, un medio informativo con el cual sentimos afinidad. Pero incluso ahí, en esas zonas de confort, yo les pregunto a ustedes, lectoras y lectores: ¿ese código deontológico se sigue al pie de la letra?

Como ya lo he mencionado en entrevistas, lo reitero, México merece un periodismo que no opte por meterse al fango; merece uno que, entendiendo las problemáticas tan duras que vivimos, y sobre todo, el pasado tan lleno de condicionantes, sepa llegar a la verdad como un fin humano, dejando atrás el lucro, el interés, el compadrazgo.

Mi apuesta va a los jóvenes, quienes hoy en día son los más informados gracias a las herramientas de comunicación que nosotros, los que llevamos ya más años, no pudimos tener. Un periodismo joven que sepa esquivar los obstáculos de un sistema de mercado que, lamentablemente, también ha cooptado a la profesión del periodista; un periodismo joven que, fresco y alerta a las velocidades del siglo XXI, pueda entender, de una vez por todas, que el periodismo no es una vía para enriquecerse desde la mentira y la calumnia, sino todo lo contrario. El periodismo es el arte de contar la verdad.