La docencia es fin y función de cualquier institución de educación superior. Ello significa que el cometido de la educación superior, por mandato de la sociedad, consiste en preparar personas competentes, bien preparadas para la realización de las prácticas profesionales, pero que al mismo tiempo sean individuos críticos responsables, creativos, capaces de introducir cambios en su ejercicio profesional.
Para una sociedad en proceso de modernización, como la nuestra, la educación superior es una instancia estratégica. Allí tendrán que formarse, en efecto, los profesionales que requiere el desarrollo económico del país; ahí debería forjarse, en gran medida, todo el conjunto de valores y actitudes cívicas que hacen del joven un ciudadano comprometido, tolerante y comprometido con la democracia y la justicia social; allí se debería capacitar a aquellas personas que desean participar activamente en la construcción progresiva y permanente del proyecto nacional; allí deberían discutirse los principios y criterios del sentido, dirección y significado de la educación superior.
La docencia es una actividad altamente compleja, no sólo desde la óptica ético-política, sino también desde las perspectivas académica y técnica. Así, enseñar no se reduce simplemente a transmitir conocimientos; hay que transmitir además saberes prácticos, actitudes y valores.
La transmisión debe ser sobre todo crítica y recreadora. El joven, al aprender, debe aprender también a generar nuevos conocimientos, a cambiar él mismo y allegarse de recursos para transformar la realidad social de su entorno.
El profesor, al enseñar y aprender, no sólo transmite; también tiene que enseñar cómo se produjo el conocimiento que enseña, discutir procedimientos, maneras e instrumentos para recrear lo enseñado y, con base en su experiencia personal, proponer pautas de cambio y una mentalidad transformadora frente a las prácticas profesionales.
La modernización de la educación superior pasa necesariamente por una docencia renovada y por un docente innovador.
Para ello, hay dos caminos prometedores. Primero, enseñar para el cambio, enseñando a producir conocimientos; es la figura del profesor-investigador que enseña lo que investiga y hace de su práctica educativa, objeto de estudio y Segundo, enseñar para el cambio, transmitiendo críticamente los saberes prácticos de la profesión; es la figura del profesor profesional en ejercicio que enseña lo que practica y transmite criterios y procedimientos para superar su propio ejercicio profesional.
De esa manera, la docencia renovada termina recuperando la imagen del profesor, frecuentemente deteriorada frente a los demás, y en muchos casos tan devaluada frente a él mismo.
Estimado lector, agradezco de antemano la atención prestada al presente. ¡VIVA LA VIDA!