Maestro y educación siempre van de la mano y no puede ocurrir un aprendizaje significativo como lo dijo César Coll (2001), sin una relación significativa; por ello; la importancia de resaltar el valor de la conexión en las relaciones humanas (docente- alumno) en el aula.
Si bien es cierto el docente no es del todo responsable del sistema educativo porque el desarrollo de oportunidades depende de una voluntad política, luchas sociales y sindicales; el docente si es responsable de su espacio, es responsable ante el educando y es ahí donde se debe explotar los potenciales que tienen para ello.
La escuela es de los pocos lugares donde hay contacto con diferentes generaciones, culturas y estatus y aunado a un proyecto educativo se busca delinear todas estas diferencias a un mismo conocimiento, valores civiles y aptitudes; que como todo acto educativo y cultural es un proceso de imposición y de control social involuntario, pero como bien lo expresaba Rotterdam es vital la disciplina y el amor para el cuerpo y el alma, pues la vida no es un simple desarrollo evolutivo.
Es por esto que frente a los cambios de globalización en donde el mundo en el que se vive es más desigual a pesar de la conciencia social generada por las acciones comunicativas, jurídicas o democráticas, se ha generado esa cultura competitivamente deshumanizada que excluye y no reconoce lo diferente.
El papel del docente es crucial como agente de cambio, tiene el espacio para enseñar y/o aprender a hacer mecanismos para que las personas generen en su entorno un razonamiento del pasado, presente y generar un mejor futuro.
Utilizar un humanismo educativo para crear un nuevo hombre, con nuevos hábitos y nuevos modales. Para lograrlo es necesario que el maestro asuma su responsabilidad de educar en empatía en igualdad de condiciones, respetando las diferencias y tener la sensibilidad frente a las emociones, necesidades y pensamientos del otro, con la facultad de ponerse en su lugar y percibir lo que siente, sin juicios ni prejuicios.
Cabe entonces resaltar que el buen desarrollo de una persona es el equivalente al desarrollo de una buena sociedad, y el maestro debe de encarnar la responsabilidad de marcar esa diferencia.
Por último, coincido en aquellos que piensan que tenemos una gran tarea quienes concebimos a la labor docente, como aquella capacidad humana con potencial enorme sobre cariño, la ternura, el afecto, en fin, la educación que es despertador del espíritu y huella permanente de cambio positivo en la humanidad.
Nos leemos la próxima semana y espero que haya sido de su agrado. ¡Viva la Vida!