/ martes 5 de febrero de 2019

El fantasma del aumento de impuestos

Un nuevo fantasma merodea a lo largo y lo ancho del territorio nacional: el del aumento de las contribuciones a cargo de todos los mexicanos, o, en el peor de los casos, el de la creación de nuevos gravámenes que vendrían a empeorar la ya de por sí paupérrima economía nacional.

Una de las consecuencias que ha traído el Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio 2019 ha sido la notable disminución de los montos económicos que se asignaban en el pasado a Estados y Municipios. Los recortes a los rubros de obra pública, salud, educación, seguridad, vías de comunicación, el campo, y un sin fin de programas y subsidios que manejaban las tesorerías locales han sido mermadas a su mínima expresión, cuando no de hecho totalmente canceladas. Esta circunstancia no ha sido soslayada ni ocultada por la mayoría de los gobernantes estatales y municipales, sin embargo sus quejas se han estrellado en la muralla infranqueable de una legitimidad electoral de una nueva idea de distribución de los dineros nacionales. Para nadie es un secreto que los recursos económicos que ahora se destinarán para programas sociales y de pobreza, sin ningún destino específico con finalidades de inversión productiva, van a ser sacados de esos recortes que hemos mencionado a las finanzas estatales.

Es por ello que ha surgido la inigualable idea de que las Entidades y los Ayuntamientos “fortalezcan sus finanzas”, aumentando o creando nuevos impuestos, como, por ejemplo, incrementar el Impuesto Predial y la Tenencia Vehicular o subir el porcentaje de las contribuciones que se pagan por transmitir el derecho de propiedad inmobiliaria. Todo esto sería fabuloso si los mexicanos ya no estuvieran de por sí recargados de forma excesiva en sus obligaciones fiscales.

El Estado extrae riqueza de sus súbditos vía tres impuestos, principalmente: los gravámenes a los ingresos o ganancias de las personas (Impuesto Sobre la Renta, ISR), la contribución a la propiedad inmobiliaria (Impuesto Predial, Impuesto Sobre Adquisición de Bienes Inmuebles), y el impuesto al consumo (Impuesto al Valor Agregado, IVA). Es alrededor de estos tres tributos como los ciudadanos en general contribuyen con el gasto público a favor del gobierno. Sin embargo, es de todos sabido, que debe existir algún límite y equilibrio funcional en el monto de estas tres exacciones que se debe imponer a los paganos, pues de otra forma el sistema tributario se convierte en ruinoso para la economía familiar y para las finanzas en general.

En nuestro país las tasas y porcentajes que se pagan por concepto de Impuesto Sobre la Renta son del suyo excesivos, comparativamente hablando. Mientras, por ejemplo, en nuestro vecino del norte, una persona física contribuye con el 37% de su ingreso.

Un nuevo fantasma merodea a lo largo y lo ancho del territorio nacional: el del aumento de las contribuciones a cargo de todos los mexicanos, o, en el peor de los casos, el de la creación de nuevos gravámenes que vendrían a empeorar la ya de por sí paupérrima economía nacional.

Una de las consecuencias que ha traído el Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio 2019 ha sido la notable disminución de los montos económicos que se asignaban en el pasado a Estados y Municipios. Los recortes a los rubros de obra pública, salud, educación, seguridad, vías de comunicación, el campo, y un sin fin de programas y subsidios que manejaban las tesorerías locales han sido mermadas a su mínima expresión, cuando no de hecho totalmente canceladas. Esta circunstancia no ha sido soslayada ni ocultada por la mayoría de los gobernantes estatales y municipales, sin embargo sus quejas se han estrellado en la muralla infranqueable de una legitimidad electoral de una nueva idea de distribución de los dineros nacionales. Para nadie es un secreto que los recursos económicos que ahora se destinarán para programas sociales y de pobreza, sin ningún destino específico con finalidades de inversión productiva, van a ser sacados de esos recortes que hemos mencionado a las finanzas estatales.

Es por ello que ha surgido la inigualable idea de que las Entidades y los Ayuntamientos “fortalezcan sus finanzas”, aumentando o creando nuevos impuestos, como, por ejemplo, incrementar el Impuesto Predial y la Tenencia Vehicular o subir el porcentaje de las contribuciones que se pagan por transmitir el derecho de propiedad inmobiliaria. Todo esto sería fabuloso si los mexicanos ya no estuvieran de por sí recargados de forma excesiva en sus obligaciones fiscales.

El Estado extrae riqueza de sus súbditos vía tres impuestos, principalmente: los gravámenes a los ingresos o ganancias de las personas (Impuesto Sobre la Renta, ISR), la contribución a la propiedad inmobiliaria (Impuesto Predial, Impuesto Sobre Adquisición de Bienes Inmuebles), y el impuesto al consumo (Impuesto al Valor Agregado, IVA). Es alrededor de estos tres tributos como los ciudadanos en general contribuyen con el gasto público a favor del gobierno. Sin embargo, es de todos sabido, que debe existir algún límite y equilibrio funcional en el monto de estas tres exacciones que se debe imponer a los paganos, pues de otra forma el sistema tributario se convierte en ruinoso para la economía familiar y para las finanzas en general.

En nuestro país las tasas y porcentajes que se pagan por concepto de Impuesto Sobre la Renta son del suyo excesivos, comparativamente hablando. Mientras, por ejemplo, en nuestro vecino del norte, una persona física contribuye con el 37% de su ingreso.