/ lunes 1 de noviembre de 2021

El metodólogo del deporte │ La virtud más grande

La vida, sin lugar a dudas ha sido para mí la mejor escuela y los días los mejores profesores donde he aprendido de ellos lo bueno, lo malo, así como lo posible e imposible.

De momento es tanta mi alegría por hacer las cosas, que esa misma alegría me lleva a cometer errores que en muchas ocasiones me han costado mucho reparar. Esto que hoy escribo, es para que tú también entiendas que lo más seguro que hay en la vida es sin lugar alguna “equivocarse”. Si, es muy sencillo que en muchas ocasiones ni nos damos cuenta cuando cometimos ese error hasta que llegan las circunstancias del mismo error cometido.

Nadie espera cometer errores, pero, éstos son parte de nuestro diario vivir. Las personas que se dicen perfectas son las que sus errores los hacen ver lo equivocadas que están. No existe en el ser humano la perfección, el único ser humano en esta tierra es y fue Jesucristo, quien nos enseñó tantas cosas que una de las más grandes cosas fue el saber perdonar. De esta forma sabremos aceptar un error de alguien y en lugar de criticarlo, amenazarlo o enjuiciarlo, lo perdonamos, haciéndole ver su error para ya no caer en el mismo.

Como entrenador deportivo, tuve una experiencia, que cierto día aprendí de ella, faltaba un minuto de un juego de futbol, el partido lo perdíamos dos goles contra uno, y con este marcador perdíamos la final del torneo.

Luego el árbitro marcó un penalti a nuestro favor, todo fue alegría para nosotros porque el marcar ese gol empatábamos y por goles por el partido pasado automáticamente éranos campeones. Luego, desde el banco le grité e Pedro, que era el capitán del equipo que lo tirara, era el campeonato para nosotros; lo vi un poco asustado, pero obedeció la orden que le daba. Se preparó y lo falló, la pelota pegó en el travesaño y salió del campo, se terminó luego el partido y perdimos la final.

Entramos al vestidor y todos estábamos muy tristes, le pregunte a Pedro por qué lo falló y no supo contestarme, solo agachaba su cabeza; lo regañe delante de todos, no pude contener mi ira por lo sucedido, luego pedro levanto su cabeza y a todos les pidió disculpas, luego de esto y con lágrimas en sus ojos también a mí me pidió disculpas por haber fallado ese tiro. No le contesté nada, sólo les dije que fue todo por la temporada y gracias por todo el tiempo en que los entrené, tome mi mochila y me salí del vestidor.

Ya en mi casa, reflexioné que yo sólo fui el que perdió la gran final, pues, vi que Pedro estaba muy nervioso y debería de darle a cobrar el penalti a otro. Yo fui el culpable y Pedro con su inocencia me pidió disculpas, cuando yo fui el del error y ni caso le hice. Salí de mi casa fui y compre un trofeo grande y busqué a Pedro, quien en su casa estaba y no quería recibir a nadie, pues, así su mamá me lo dijo. Al final me permitieron entrar a con él, lo vi sentado muy triste y se asustó cuando me vio entrar, luego me preguntó que si no lo podía perdonar.

Me salieron las lágrimas al escuchar eso y le pedí perdón por la forma en que lo traté, el reaccionó con más experiencia, me abrazo y me dijo… “Mi entrenador lo quiero mucho, yo sabía que usted vendría por tan sólo ser un hombre que sabe pedir perdón y también sé, que usted sabe perdonar”.

La vida, sin lugar a dudas ha sido para mí la mejor escuela y los días los mejores profesores donde he aprendido de ellos lo bueno, lo malo, así como lo posible e imposible.

De momento es tanta mi alegría por hacer las cosas, que esa misma alegría me lleva a cometer errores que en muchas ocasiones me han costado mucho reparar. Esto que hoy escribo, es para que tú también entiendas que lo más seguro que hay en la vida es sin lugar alguna “equivocarse”. Si, es muy sencillo que en muchas ocasiones ni nos damos cuenta cuando cometimos ese error hasta que llegan las circunstancias del mismo error cometido.

Nadie espera cometer errores, pero, éstos son parte de nuestro diario vivir. Las personas que se dicen perfectas son las que sus errores los hacen ver lo equivocadas que están. No existe en el ser humano la perfección, el único ser humano en esta tierra es y fue Jesucristo, quien nos enseñó tantas cosas que una de las más grandes cosas fue el saber perdonar. De esta forma sabremos aceptar un error de alguien y en lugar de criticarlo, amenazarlo o enjuiciarlo, lo perdonamos, haciéndole ver su error para ya no caer en el mismo.

Como entrenador deportivo, tuve una experiencia, que cierto día aprendí de ella, faltaba un minuto de un juego de futbol, el partido lo perdíamos dos goles contra uno, y con este marcador perdíamos la final del torneo.

Luego el árbitro marcó un penalti a nuestro favor, todo fue alegría para nosotros porque el marcar ese gol empatábamos y por goles por el partido pasado automáticamente éranos campeones. Luego, desde el banco le grité e Pedro, que era el capitán del equipo que lo tirara, era el campeonato para nosotros; lo vi un poco asustado, pero obedeció la orden que le daba. Se preparó y lo falló, la pelota pegó en el travesaño y salió del campo, se terminó luego el partido y perdimos la final.

Entramos al vestidor y todos estábamos muy tristes, le pregunte a Pedro por qué lo falló y no supo contestarme, solo agachaba su cabeza; lo regañe delante de todos, no pude contener mi ira por lo sucedido, luego pedro levanto su cabeza y a todos les pidió disculpas, luego de esto y con lágrimas en sus ojos también a mí me pidió disculpas por haber fallado ese tiro. No le contesté nada, sólo les dije que fue todo por la temporada y gracias por todo el tiempo en que los entrené, tome mi mochila y me salí del vestidor.

Ya en mi casa, reflexioné que yo sólo fui el que perdió la gran final, pues, vi que Pedro estaba muy nervioso y debería de darle a cobrar el penalti a otro. Yo fui el culpable y Pedro con su inocencia me pidió disculpas, cuando yo fui el del error y ni caso le hice. Salí de mi casa fui y compre un trofeo grande y busqué a Pedro, quien en su casa estaba y no quería recibir a nadie, pues, así su mamá me lo dijo. Al final me permitieron entrar a con él, lo vi sentado muy triste y se asustó cuando me vio entrar, luego me preguntó que si no lo podía perdonar.

Me salieron las lágrimas al escuchar eso y le pedí perdón por la forma en que lo traté, el reaccionó con más experiencia, me abrazo y me dijo… “Mi entrenador lo quiero mucho, yo sabía que usted vendría por tan sólo ser un hombre que sabe pedir perdón y también sé, que usted sabe perdonar”.