/ miércoles 13 de mayo de 2020

Enseñanzas del encierro

Como aquél que determina si la botella está medio llena o medio vacía, de las reflexiones que se extraerán sobre el encierro ascéptico que ahora se impone a media humanidad, habrán de extraerse también algunas luces positivas sobre los tiempos del suyo ingratos que ahora nos tocó vivir. Estamos conscientes ahora que estas líneas serán un abono propicio para ese optimismo indispensable que habrá que observarse cuando de manera incipiente comencemos a reabrir las puertas del espíritu a la nueva realidad que de igual forma se impondrá sin la necesaria participación de las voluntades que la habrán de sufrir. Esa reapertura anímica estará alimentada por la pedagogía propia de los encierros aplicados sin la participación de ese consentimiento que se supone se solicitó a los súbditos desde el inicio del llamado Contrato Social, entelequia esta última que vimos lesionada de manera intermitente y sin reparo por los detentadores fugaces de eso que se intitula como poder. Estos nuevos entendimientos adquiridos sin permiso habrán de distribuirse en las parcelas propias en que los individuos dividen su devenir existencial, y nos arrojarán mejores y más elevadas perspectivas sobre la naturaleza inmutable de que somos detentadores temporales. Me refiero al área personal, familiar y de relaciones de poder en lo social, por hacer una exclusión intencionada debido a los cortos espacios propios de cualquier medio de comunicación.

A nivel personal habremos asimilado, con doloroso pesar, que las reclusiones exigidas no son compatibles con nuestra más profunda ontología, al contrario, gran parte del desarrollo y avance de nuestra estirpe se ha debido a los viajes y las aventuras, a ese espíritu indómito de conocer todos los rincones del universo. Alejandro de Macedonia (Magno, algunos le llaman), Cristóbal Colón, Vasco de Gama, Yuri Gagarin, Amstrong y Aldrin, etcétera. Pero los hay quienes también viajaron al interior de los misterios del átomo: Niels Bohr, Ruthenford, Einstein. Casi nunca hombre alguno se ha superado en el encierro monacal.

A nivel familiar habremos entendido, con asombroso espasmo encefálico, que aunque el matrimonio sigue siendo la base de la sociedad, el llamado antropológico de los genes y las hormonas, otrora sin rienda en un antepasado no muy remoto, habrá de ser la fuente de innumerables e incesantes reconvenciones y fugas de lo que muchos calificarán como el yugo marital. Me explico.

Finalmente, y a nivel de relaciones de poder en lo social, entendidas estas vinculaciones en sus relaciones múltiples, mínimas y locales tanto de la vida cotidiana como de las relaciones más evidentes localizadas en los aparatos del Estado (gobierno), vamos a tener que volver a digerir que, en tiempos de emergencia, miedo o alharaca social, lo consustancial a cualquiera que se enorgullezca de llevar el calificativo de ser pensante, es presumir la posesión de ese objeto de mando y potestad que da preponderancia y supremacía sobre otros, la utilización del mismo para personalísimos provechos y el entendimiento inveterado de que su acaparamiento es patrimonio individual e inalienable.

Me explico.

Como aquél que determina si la botella está medio llena o medio vacía, de las reflexiones que se extraerán sobre el encierro ascéptico que ahora se impone a media humanidad, habrán de extraerse también algunas luces positivas sobre los tiempos del suyo ingratos que ahora nos tocó vivir. Estamos conscientes ahora que estas líneas serán un abono propicio para ese optimismo indispensable que habrá que observarse cuando de manera incipiente comencemos a reabrir las puertas del espíritu a la nueva realidad que de igual forma se impondrá sin la necesaria participación de las voluntades que la habrán de sufrir. Esa reapertura anímica estará alimentada por la pedagogía propia de los encierros aplicados sin la participación de ese consentimiento que se supone se solicitó a los súbditos desde el inicio del llamado Contrato Social, entelequia esta última que vimos lesionada de manera intermitente y sin reparo por los detentadores fugaces de eso que se intitula como poder. Estos nuevos entendimientos adquiridos sin permiso habrán de distribuirse en las parcelas propias en que los individuos dividen su devenir existencial, y nos arrojarán mejores y más elevadas perspectivas sobre la naturaleza inmutable de que somos detentadores temporales. Me refiero al área personal, familiar y de relaciones de poder en lo social, por hacer una exclusión intencionada debido a los cortos espacios propios de cualquier medio de comunicación.

A nivel personal habremos asimilado, con doloroso pesar, que las reclusiones exigidas no son compatibles con nuestra más profunda ontología, al contrario, gran parte del desarrollo y avance de nuestra estirpe se ha debido a los viajes y las aventuras, a ese espíritu indómito de conocer todos los rincones del universo. Alejandro de Macedonia (Magno, algunos le llaman), Cristóbal Colón, Vasco de Gama, Yuri Gagarin, Amstrong y Aldrin, etcétera. Pero los hay quienes también viajaron al interior de los misterios del átomo: Niels Bohr, Ruthenford, Einstein. Casi nunca hombre alguno se ha superado en el encierro monacal.

A nivel familiar habremos entendido, con asombroso espasmo encefálico, que aunque el matrimonio sigue siendo la base de la sociedad, el llamado antropológico de los genes y las hormonas, otrora sin rienda en un antepasado no muy remoto, habrá de ser la fuente de innumerables e incesantes reconvenciones y fugas de lo que muchos calificarán como el yugo marital. Me explico.

Finalmente, y a nivel de relaciones de poder en lo social, entendidas estas vinculaciones en sus relaciones múltiples, mínimas y locales tanto de la vida cotidiana como de las relaciones más evidentes localizadas en los aparatos del Estado (gobierno), vamos a tener que volver a digerir que, en tiempos de emergencia, miedo o alharaca social, lo consustancial a cualquiera que se enorgullezca de llevar el calificativo de ser pensante, es presumir la posesión de ese objeto de mando y potestad que da preponderancia y supremacía sobre otros, la utilización del mismo para personalísimos provechos y el entendimiento inveterado de que su acaparamiento es patrimonio individual e inalienable.

Me explico.