/ lunes 19 de octubre de 2020

Exhibicionismo

La sociedad de la comunicación es la sociedad del exhibicionismo. Este concepto puede entenderse desde la psicología como aquella inclinación de las personas a exponerse ante los demás. Este comportamiento no es nuevo, parece que lo arrastramos desde finales del neolítico. Sin embargo, debido al desarrollo en las últimas décadas de las tecnologías de la información este tipo de conductas se normalizó y sus prácticas se profundizaron. La sociedad conectada a internet parece estar condicionada en parte a la exposición pública de la vida privada que antes permanecía oculta. Mostrarse a los demás es una tendencia que podemos encontrar en todos los grupos sociales. Quien no se exhibe en la red, no existe en la galaxia digital.

Desde finales del siglo XX se registra en el campo intelectual una gran cantidad de trabajos que intentan comprender esta cultura. Algunas de las hipótesis como la Baudrillard, apuntan al capitalismo y a la fabricación de deseos a través de los objetos como la fuente del exhibicionismo. Para tratar de entender este fenómeno es necesario ubicarlo dentro del contexto socio-técnico en el que vivimos. En primer lugar, los aparatos de comunicación conectados a internet posibilitan a las personas construir desde sus vidas privadas espacios de interacción con diferentes grados de exposición. Hoy en día el 62% de la población mundial tiene acceso a internet. La tecnología permite a las personas hipermediar su vida. Gracias a esta disposición técnica los usuarios exhiben lo que piensan. Además, la miniaturización de los artefactos otorga a las personas la posibilidad de comunicación casi de forma perpetua.

En cuanto a lo social, la libertad que proporciona la nueva tecnología a los usuarios favorece la comunicación horizontal. En internet parece que todos tenemos oportunidades muy similares para comunicarnos con los otros, algo que no ocurría en el modelo vertical característico de los viejos medios. Estos amplios márgenes de libertad derivaron en una gran cantidad de nuevos comportamientos que no se habían registrado en anteriores generaciones. Una de estas prácticas es el exhibicionismo: en la red existe la necesidad de exponer todo aquello que nos parece importante que los otros conozcan y reconozcan. Esta visibilidad, es una extensión de la cultura televisiva. La sociedad de la televisión aspiraba a vivir de forma muy parecida a los personajes de ficción. Hoy millones de seres humanos siguen ciertos patrones establecidos por el mercado a través de influencers, tiktokers, youtubers, booktubers, etcétera.

La actual sociedad del exhibicionismo se caracteriza por utilizar las tecnologías de la comunicación en red para transparentar aspectos de su intimidad. Las familias al llegar a un hotel para vacacionar, lo primero que hacen es anunciar a los demás que están de vacaciones, publican un en “vivo” mediante Facebook, comparten ubicaciones, historias en WhatsApp o fotografías de lo que van a comer. Abrir la persiana al público se ha normalizado al grado tal que quien no es exhibicionista en internet es considerado anormal, es un simple mirón que no participa en la exposición de lo privado.

La sociedad de la comunicación es la sociedad del exhibicionismo. Este concepto puede entenderse desde la psicología como aquella inclinación de las personas a exponerse ante los demás. Este comportamiento no es nuevo, parece que lo arrastramos desde finales del neolítico. Sin embargo, debido al desarrollo en las últimas décadas de las tecnologías de la información este tipo de conductas se normalizó y sus prácticas se profundizaron. La sociedad conectada a internet parece estar condicionada en parte a la exposición pública de la vida privada que antes permanecía oculta. Mostrarse a los demás es una tendencia que podemos encontrar en todos los grupos sociales. Quien no se exhibe en la red, no existe en la galaxia digital.

Desde finales del siglo XX se registra en el campo intelectual una gran cantidad de trabajos que intentan comprender esta cultura. Algunas de las hipótesis como la Baudrillard, apuntan al capitalismo y a la fabricación de deseos a través de los objetos como la fuente del exhibicionismo. Para tratar de entender este fenómeno es necesario ubicarlo dentro del contexto socio-técnico en el que vivimos. En primer lugar, los aparatos de comunicación conectados a internet posibilitan a las personas construir desde sus vidas privadas espacios de interacción con diferentes grados de exposición. Hoy en día el 62% de la población mundial tiene acceso a internet. La tecnología permite a las personas hipermediar su vida. Gracias a esta disposición técnica los usuarios exhiben lo que piensan. Además, la miniaturización de los artefactos otorga a las personas la posibilidad de comunicación casi de forma perpetua.

En cuanto a lo social, la libertad que proporciona la nueva tecnología a los usuarios favorece la comunicación horizontal. En internet parece que todos tenemos oportunidades muy similares para comunicarnos con los otros, algo que no ocurría en el modelo vertical característico de los viejos medios. Estos amplios márgenes de libertad derivaron en una gran cantidad de nuevos comportamientos que no se habían registrado en anteriores generaciones. Una de estas prácticas es el exhibicionismo: en la red existe la necesidad de exponer todo aquello que nos parece importante que los otros conozcan y reconozcan. Esta visibilidad, es una extensión de la cultura televisiva. La sociedad de la televisión aspiraba a vivir de forma muy parecida a los personajes de ficción. Hoy millones de seres humanos siguen ciertos patrones establecidos por el mercado a través de influencers, tiktokers, youtubers, booktubers, etcétera.

La actual sociedad del exhibicionismo se caracteriza por utilizar las tecnologías de la comunicación en red para transparentar aspectos de su intimidad. Las familias al llegar a un hotel para vacacionar, lo primero que hacen es anunciar a los demás que están de vacaciones, publican un en “vivo” mediante Facebook, comparten ubicaciones, historias en WhatsApp o fotografías de lo que van a comer. Abrir la persiana al público se ha normalizado al grado tal que quien no es exhibicionista en internet es considerado anormal, es un simple mirón que no participa en la exposición de lo privado.