/ lunes 23 de noviembre de 2020

¿Fuimos normales?

La pandemia ocasionada por Covid-19 continúa cimbrando las estructuras sociales que sostienen nuestra civilización contemporánea. El nuevo coronavirus nos ha puesto contra la pared en todos los sentidos. Las formas de interacción cara a cara son hoy en día un peligro. Somos tan vulnerables. Hay una gran resistencia a continuar viviendo bajo nuevas normas que no terminan por agradarnos. Existe asimismo una especie de melancolía colectiva por vivir como lo hacíamos antes del SARS-CoV-2. En esta retropía añoramos la supuesta libertad perdida. Hoy, se erosiona la forma de vida que los sistemas sociales, políticos, económicos y culturales nos habían impuesto en las últimas décadas.

Ante esta circunstancia vale la pena preguntarnos si alguna vez fuimos normales. ¿Las hegemónicas formas de vida capitalista colapsadas por la pandemia representaban la normalidad? Por normalidad podemos entender una serie de rasgos que caracterizan las condiciones humanas y que se ajustan a cierta norma, designio o marco establecido. La palabra normalidad apareció en la literatura científica a mediados del siglo XIX como un concepto para caracterizar a amplias capas sociales que realizan repetitivas actividades cotidianas y al mismo tiempo identifica grupos excluidos de tales prácticas (Vallejos, 2009). Entre las personas marginadas o anormales se ubicaban locos, rebeldes, deformes, enfermos, ciegos, sordos, extranjeros, leprosos, enanos, etcétera.

Foucault (2000, 2005 y 2006) fue uno de los pensadores que conceptualizó la normalidad como una forma invisible para el ejercicio del poder. Para el filósofo y sociólogo francés la normalidad es una entidad ideológica que pretende regular la conducta de las personas para hacerlas dóciles y útiles al sistema social. A través de mecanismos disciplinarios, discursivos, morales y mediatizados es posible domar a los sujetos. Por lo tanto, los procesos de modernización social son el fondo procesos de normalización de conductas individuales. A través de la biopolítica (cárceles, asilos, manicomios, etcétera) se pretende que los sujetos se autorregulen, es decir, se normalicen. Desde esta perspectiva, la normalidad es el resultado del ejercicio de una estructura de poder superior sobre la vida de los seres humanos.

El carácter negativo que otorga Foucault a la normalidad nos lleva a intentar responder a bote pronto la pregunta inicial planteada en este texto. La creación de normas que derivan en normalidades obedece a un principio de dominio y no de libertad. La propia libertad moderna que hoy tenemos a través de la comunicación digital no es más que una nueva forma de control. Se nos ha entregado para hacernos creer que somos más libres. La retropía implora el regreso de un sistema de dominación en dónde nos sentíamos cómodos. Las medidas de distanciamiento social, el uso de mascarillas y las prohibiciones implementadas por el sistema político obedecen a una forma de vida disciplinaria que había quedado en el pasado. La pospandemia implicará una nueva normalidad, es decir, la normalización de conductas impuestas mediante diversas formas de moldeamiento. La pandemia de Covid-19 nos ha obligado a vernos en el espejo para darnos cuenta que nunca hemos sido normales.


La pandemia ocasionada por Covid-19 continúa cimbrando las estructuras sociales que sostienen nuestra civilización contemporánea. El nuevo coronavirus nos ha puesto contra la pared en todos los sentidos. Las formas de interacción cara a cara son hoy en día un peligro. Somos tan vulnerables. Hay una gran resistencia a continuar viviendo bajo nuevas normas que no terminan por agradarnos. Existe asimismo una especie de melancolía colectiva por vivir como lo hacíamos antes del SARS-CoV-2. En esta retropía añoramos la supuesta libertad perdida. Hoy, se erosiona la forma de vida que los sistemas sociales, políticos, económicos y culturales nos habían impuesto en las últimas décadas.

Ante esta circunstancia vale la pena preguntarnos si alguna vez fuimos normales. ¿Las hegemónicas formas de vida capitalista colapsadas por la pandemia representaban la normalidad? Por normalidad podemos entender una serie de rasgos que caracterizan las condiciones humanas y que se ajustan a cierta norma, designio o marco establecido. La palabra normalidad apareció en la literatura científica a mediados del siglo XIX como un concepto para caracterizar a amplias capas sociales que realizan repetitivas actividades cotidianas y al mismo tiempo identifica grupos excluidos de tales prácticas (Vallejos, 2009). Entre las personas marginadas o anormales se ubicaban locos, rebeldes, deformes, enfermos, ciegos, sordos, extranjeros, leprosos, enanos, etcétera.

Foucault (2000, 2005 y 2006) fue uno de los pensadores que conceptualizó la normalidad como una forma invisible para el ejercicio del poder. Para el filósofo y sociólogo francés la normalidad es una entidad ideológica que pretende regular la conducta de las personas para hacerlas dóciles y útiles al sistema social. A través de mecanismos disciplinarios, discursivos, morales y mediatizados es posible domar a los sujetos. Por lo tanto, los procesos de modernización social son el fondo procesos de normalización de conductas individuales. A través de la biopolítica (cárceles, asilos, manicomios, etcétera) se pretende que los sujetos se autorregulen, es decir, se normalicen. Desde esta perspectiva, la normalidad es el resultado del ejercicio de una estructura de poder superior sobre la vida de los seres humanos.

El carácter negativo que otorga Foucault a la normalidad nos lleva a intentar responder a bote pronto la pregunta inicial planteada en este texto. La creación de normas que derivan en normalidades obedece a un principio de dominio y no de libertad. La propia libertad moderna que hoy tenemos a través de la comunicación digital no es más que una nueva forma de control. Se nos ha entregado para hacernos creer que somos más libres. La retropía implora el regreso de un sistema de dominación en dónde nos sentíamos cómodos. Las medidas de distanciamiento social, el uso de mascarillas y las prohibiciones implementadas por el sistema político obedecen a una forma de vida disciplinaria que había quedado en el pasado. La pospandemia implicará una nueva normalidad, es decir, la normalización de conductas impuestas mediante diversas formas de moldeamiento. La pandemia de Covid-19 nos ha obligado a vernos en el espejo para darnos cuenta que nunca hemos sido normales.