/ lunes 31 de agosto de 2020

La sociedad opulenta

Una de las características de nuestras sociedades modernas es la opulencia de tecnologías para comunicarnos. Hoy tenemos a nuestro alcance más medios para saber lo que ocurre en realidades ajenas a nosotros y aparatos individualizados para comunicar a los demás lo que nos interesa. En décadas recientes, surgieron teorías que intentan explicar los efectos de esta nueva tecnología sobre las distintas esferas humanas. Entre los postulados más conocidos destaca el concepto de sociedad de la información. Según Castells (1997, 2001 y 2010) una de las características de este tipo de sociedad es que la organización se articula en red y la información se convierte en la materia prima de la producción humana. Sin embargo, aunque Castells no lo advierta directamente, para que este tipo de estructura funcione es necesario que exista la libertad social para la disposición y práctica tecnológica.

De acuerdo a Melucci (1994), la información es un recurso de naturaleza simbólica, es decir, reflexiva. No es una cosa sino un bien que para ser reproducido o intercambiado requiere una capacidad de simbolización y codificación. Es por lo tanto un recurso que llega a serlo para la sociedad en su conjunto sólo cuando otras necesidades ya han sido satisfechas, y cuando la capacidad de producción simbólica se ha vuelto suficientemente autónoma de las constricciones de la reproducción. Es por ello, que en la sociedad opulenta las experiencias humanas cada vez se distancian más de la realidad. Es común que las personas interioricen experiencias que ocurrieron en contextos producidos por la mediatización.

En la sociedad opulenta la tecnología es la columna vertebral sobre la cual se llevan a cabo actividades humanas por encima del tiempo y del espacio. Por ejemplo, internet y las redes son importantes para vincular a los individuos en relaciones a distancia por encima de las fronteras territoriales (Wellman, 2003). Las personas pueden estar aquí y allá al mismo tiempo. El carácter global que imprime internet a lo social, es sin duda una de las características que identifican a nuestro tiempo. Lo que se produce en contextos lejanos se reproduce en contextos cercanos. Cuando estamos en internet nos volvemos seres planetarios.

El uso de medios aumentó la capacidad de la gente para experimentar acontecimientos de manera indirecta. Los medios extienden la disponibilidad de las formas simbólicas en el tiempo y el espacio para una pluralidad de intérpretes. La apropiación de los bienes mediatizados implica tomar su contenido significativo y hacerlo propio. Ahora bien, más allá de las teorías de los efectos de la comunicación mediatizada sobre los individuos, grupos y sociedades, es la interacción y el uso tecnológico lo que puede moldear lo que las personas piensan. Es por esto que en la sociedad opulenta el poder jerárquico se fragmenta por la comunicación en red. Todos los sistemas verticales como el político, el financiero o el mediático, atraviesan por severas crisis. La libertad promovida por el individualismo moderno va en sentido contrario a los sistemas de orden social.

Una de las características de nuestras sociedades modernas es la opulencia de tecnologías para comunicarnos. Hoy tenemos a nuestro alcance más medios para saber lo que ocurre en realidades ajenas a nosotros y aparatos individualizados para comunicar a los demás lo que nos interesa. En décadas recientes, surgieron teorías que intentan explicar los efectos de esta nueva tecnología sobre las distintas esferas humanas. Entre los postulados más conocidos destaca el concepto de sociedad de la información. Según Castells (1997, 2001 y 2010) una de las características de este tipo de sociedad es que la organización se articula en red y la información se convierte en la materia prima de la producción humana. Sin embargo, aunque Castells no lo advierta directamente, para que este tipo de estructura funcione es necesario que exista la libertad social para la disposición y práctica tecnológica.

De acuerdo a Melucci (1994), la información es un recurso de naturaleza simbólica, es decir, reflexiva. No es una cosa sino un bien que para ser reproducido o intercambiado requiere una capacidad de simbolización y codificación. Es por lo tanto un recurso que llega a serlo para la sociedad en su conjunto sólo cuando otras necesidades ya han sido satisfechas, y cuando la capacidad de producción simbólica se ha vuelto suficientemente autónoma de las constricciones de la reproducción. Es por ello, que en la sociedad opulenta las experiencias humanas cada vez se distancian más de la realidad. Es común que las personas interioricen experiencias que ocurrieron en contextos producidos por la mediatización.

En la sociedad opulenta la tecnología es la columna vertebral sobre la cual se llevan a cabo actividades humanas por encima del tiempo y del espacio. Por ejemplo, internet y las redes son importantes para vincular a los individuos en relaciones a distancia por encima de las fronteras territoriales (Wellman, 2003). Las personas pueden estar aquí y allá al mismo tiempo. El carácter global que imprime internet a lo social, es sin duda una de las características que identifican a nuestro tiempo. Lo que se produce en contextos lejanos se reproduce en contextos cercanos. Cuando estamos en internet nos volvemos seres planetarios.

El uso de medios aumentó la capacidad de la gente para experimentar acontecimientos de manera indirecta. Los medios extienden la disponibilidad de las formas simbólicas en el tiempo y el espacio para una pluralidad de intérpretes. La apropiación de los bienes mediatizados implica tomar su contenido significativo y hacerlo propio. Ahora bien, más allá de las teorías de los efectos de la comunicación mediatizada sobre los individuos, grupos y sociedades, es la interacción y el uso tecnológico lo que puede moldear lo que las personas piensan. Es por esto que en la sociedad opulenta el poder jerárquico se fragmenta por la comunicación en red. Todos los sistemas verticales como el político, el financiero o el mediático, atraviesan por severas crisis. La libertad promovida por el individualismo moderno va en sentido contrario a los sistemas de orden social.