/ lunes 22 de enero de 2024

Lecciones desde Ecuador

Hace pocos días quedamos estupefactos con las noticias provenientes de un país del sur del continente, las cuales nos mostraban una especie de insurrección armada de las bandas de criminales: secuestros multitudinarios de policías, violencia desatada en todas las calles, una transmisión en vivo en un canal de televisión donde unos encapuchados amenazaban a los presentadores con escopetas y armas automáticas, y, en fin, unas imágenes de apocalipsis criminal, no muy lejanas de las que estamos también viviendo por estos andurriales del demonio. El actual presidente ha declarado un estado de guerra nacional para confrontar a dos decenas de bandas que cuentan actualmente con más de veinte mil forajidos activos.

Para los que estamos poco informados de lo que pasa por el sur, porque para nosotros el sur no existe, debido a que nuestras miradas están siempre fijas en el Norte o bien en “las europas”, todo aquello nos parecía algo inexplicable, aunque no ajeno a nuestra realidad cotidiana, y nos preguntábamos con justa ignorancia supina: ¿qué carajos está pasando? ¿las nuevas revoluciones o guerras van a ser en contra de los delincuentes? ¿quién ganará esa conflagración, los criminales o el Estado?

Todo lo que está aconteciendo en Ecuador tiene, según la opinión de los expertos, una explicación muy sencilla: negociar con la delincuencia es a la larga un mal negocio, los malhechores se fortalecen y el estado de Derecho se debilita.

Recordemos que cuando el anterior presidente de Ecuador, el izquierdista, marxista, populista, o como se le quiera llamar, Rafael Correa, llegó al poder, celebró un pacto de paz con los grupos delincuenciales de aquella nación, expulsando, al mismo tiempo, a la delegación de agentes antidrogas norteamericanos, alegando para este último caso, una defensa de la soberanía nacional. Ese famoso “pacto de paz” no significó de manera alguna el compromiso de los criminales de acatar acuerdos para bajar los índices de criminalidad, sino simplemente que el gobierno en la realidad no los combatiera, dejándoles camino libre para circular a sus anchas como Pedro por su casa. Concomitantemente con lo anterior, Rafael Correa implementó un programa llamado “Ciudadano Universal” mediante el cual personas de todo el mundo podían irse a vivir a Ecuador sin necesidad ni obligación de declarar ningún tipo de antecedente delictivo. Esto propició que un número indeterminado de malandros internacionales que estaban siendo perseguidos en muchísimos países se fueran a vivir a Ecuador. A esto hay que sumar que en Ecuador la moneda oficial es el dólar, lo que facilita las transacciones internacionales y el lavado de dinero en esta divisa. Además, esta nación centroamericana colinda con Colombia y Perú, dos de los principales productores de cocaína en el mundo.

De tal forma que, los grupos de mafias en este país se fortalecieron, utilizándolo simplemente como un centro de logística y distribución de drogas, lavado de dinero y operación de un sinfín de delitos nacionales e internacionales.

Pactar con, incubar, hacer florecer, enaltecer, tolerar, transigir con, no combatir y permitir actividades de delincuentes es el peor negocio que un país puede permitirse. ¿Lo habremos comprendido aquí? No lo creo.

Hace pocos días quedamos estupefactos con las noticias provenientes de un país del sur del continente, las cuales nos mostraban una especie de insurrección armada de las bandas de criminales: secuestros multitudinarios de policías, violencia desatada en todas las calles, una transmisión en vivo en un canal de televisión donde unos encapuchados amenazaban a los presentadores con escopetas y armas automáticas, y, en fin, unas imágenes de apocalipsis criminal, no muy lejanas de las que estamos también viviendo por estos andurriales del demonio. El actual presidente ha declarado un estado de guerra nacional para confrontar a dos decenas de bandas que cuentan actualmente con más de veinte mil forajidos activos.

Para los que estamos poco informados de lo que pasa por el sur, porque para nosotros el sur no existe, debido a que nuestras miradas están siempre fijas en el Norte o bien en “las europas”, todo aquello nos parecía algo inexplicable, aunque no ajeno a nuestra realidad cotidiana, y nos preguntábamos con justa ignorancia supina: ¿qué carajos está pasando? ¿las nuevas revoluciones o guerras van a ser en contra de los delincuentes? ¿quién ganará esa conflagración, los criminales o el Estado?

Todo lo que está aconteciendo en Ecuador tiene, según la opinión de los expertos, una explicación muy sencilla: negociar con la delincuencia es a la larga un mal negocio, los malhechores se fortalecen y el estado de Derecho se debilita.

Recordemos que cuando el anterior presidente de Ecuador, el izquierdista, marxista, populista, o como se le quiera llamar, Rafael Correa, llegó al poder, celebró un pacto de paz con los grupos delincuenciales de aquella nación, expulsando, al mismo tiempo, a la delegación de agentes antidrogas norteamericanos, alegando para este último caso, una defensa de la soberanía nacional. Ese famoso “pacto de paz” no significó de manera alguna el compromiso de los criminales de acatar acuerdos para bajar los índices de criminalidad, sino simplemente que el gobierno en la realidad no los combatiera, dejándoles camino libre para circular a sus anchas como Pedro por su casa. Concomitantemente con lo anterior, Rafael Correa implementó un programa llamado “Ciudadano Universal” mediante el cual personas de todo el mundo podían irse a vivir a Ecuador sin necesidad ni obligación de declarar ningún tipo de antecedente delictivo. Esto propició que un número indeterminado de malandros internacionales que estaban siendo perseguidos en muchísimos países se fueran a vivir a Ecuador. A esto hay que sumar que en Ecuador la moneda oficial es el dólar, lo que facilita las transacciones internacionales y el lavado de dinero en esta divisa. Además, esta nación centroamericana colinda con Colombia y Perú, dos de los principales productores de cocaína en el mundo.

De tal forma que, los grupos de mafias en este país se fortalecieron, utilizándolo simplemente como un centro de logística y distribución de drogas, lavado de dinero y operación de un sinfín de delitos nacionales e internacionales.

Pactar con, incubar, hacer florecer, enaltecer, tolerar, transigir con, no combatir y permitir actividades de delincuentes es el peor negocio que un país puede permitirse. ¿Lo habremos comprendido aquí? No lo creo.