Nadie comprometido con los valores de la igualdad y la dignidad de las mujeres puede asistir impasible a esta expresión de violencia machista. Y, en verdad, no hay mejor medida del pulso de una sociedad que su capacidad para comprometerse con las causas que merecen más la pena. Por eso, mientras exista una sola mujer que sufre en silencio a manos de su pareja o ex-pareja, nuestra prioridad ha de ser mejorar la protección y la respuesta que ofrecemos a estas personas y a sus familias.
En este propósito, me es preciso subrayar, estamos todos juntos. Porque la lucha contra la violencia de género es y ha de seguir siendo una política de Estado que nos convoca en torno a un objetivo superior y que va más allá de ideologías. Un objetivo común en el que todos nos implicamos uniendo fuerzas con la participación de todos, de las asociaciones de mujeres, de los profesionales, de los que tenemos responsabilidades públicas y, por supuesto, de la propia mujer consciente de su dignidad.