/ miércoles 2 de enero de 2019

Vivencias de un agrónomo

Como verán Ustedes, esta es mi primera colaboración del año 2019 para El Sol de Zacatecas, y espero continuar, pues aún hay muchas vivencias que quiero compartir; pero antes de entrar en mis temas, espero que mis amables lectores estén satisfechos con todo lo realizado en el 2018; que se hayan cumplido sus propósitos en todos los ámbitos: personales, familiares, profesionales, etc. Y si algo quedó pendiente, pues es momento para programarlo. Por último, les deseo que el año 2019 que está comenzando, sea pleno de FELICIDAD, SALUD Y ESPERANZA. Así que, a poner lo mejor de nosotros en cada día de este nuevo año, para lograrlo.

Ahora sí, paso a mis temas.

En mi anterior colaboración escribí sobre la californización de la fruticultura chilena. Voy a explicarlo más ampliamente.

Ocurre que la ubicación geográfica (paralelos) de la costa oeste de E.U.A. (California, Oregon, Washington) en el Hemisferio Norte, es la misma que en Chile, desde Arica (frontera con Perú), hasta el sur, solo que en el Hemisferio Sur; y en ambas regiones latitudinales están colindando con el Océano Pacífico – condiciones agroclimáticas muy parecidas.

Cuando se reorganiza la fruticultura chilena (después de 1973), y sé descubre “el potencial exportador de frutas hacia ricos mercados del norte; E.U.A., Canadá, Europa, México, países de Asia Oriental; pero también se advierte que es necesario cambiar las variedades criollas por variedades mejoradas, de más calidad, y mejor presentación y con cualidades para viajar a mercados lejanos; tanto de Durazno, Chabacano, Ciruelo, Vid, Manzana, Peral, etc; e inclusive introducir otros cultivos frutales, como el Kiwi, las frutillas, el Aguacate, etc.

Entonces, ¿Qué Hacer? Vislumbraron dos opciones:

Primera: Ponerse a investigar para formar variedades propias a partir de mejoramiento genético de sus materiales criollos, lo cual no garantiza nada, además que es costoso, y sobre todo lento.

Segunda: Aprovechar las variedades creadas o formadas en Universidades, Centros de Investigación, Fitogenetistas privados, viveros, etc, de cualquier lugar del mundo – el conocimiento global -. Y mediante acuerdos, y convenios importar hacia Chile esas variedades mejoradas, Portainjertos, como es el caso de los híbridos almendro – durazno.

¿Por cuál opción creen Ustedes mis estimados lectores que se inclinaron? Sin duda que acertaron. Por la segunda. Para qué investigar sobre algo que ya es conocido. Además, el tiempo apremia.

Ahora bien, de los muchos materiales (variedades y portainjertos) que introdujeron, muchos no se adaptaron sea al clima (temperaturas, humedad, vientos) o al suelo, y por lo tanto, ya en la observación práctica, tecnológica y de manejo agronómico se fueron eliminando; pero muchos otros fueron totalmente exitosos; y en pocos años, Chile se convirtió en muy importante exportador de frutas a todo el mundo.

La próxima quincena les sigo platicando mis vivencias.

Como verán Ustedes, esta es mi primera colaboración del año 2019 para El Sol de Zacatecas, y espero continuar, pues aún hay muchas vivencias que quiero compartir; pero antes de entrar en mis temas, espero que mis amables lectores estén satisfechos con todo lo realizado en el 2018; que se hayan cumplido sus propósitos en todos los ámbitos: personales, familiares, profesionales, etc. Y si algo quedó pendiente, pues es momento para programarlo. Por último, les deseo que el año 2019 que está comenzando, sea pleno de FELICIDAD, SALUD Y ESPERANZA. Así que, a poner lo mejor de nosotros en cada día de este nuevo año, para lograrlo.

Ahora sí, paso a mis temas.

En mi anterior colaboración escribí sobre la californización de la fruticultura chilena. Voy a explicarlo más ampliamente.

Ocurre que la ubicación geográfica (paralelos) de la costa oeste de E.U.A. (California, Oregon, Washington) en el Hemisferio Norte, es la misma que en Chile, desde Arica (frontera con Perú), hasta el sur, solo que en el Hemisferio Sur; y en ambas regiones latitudinales están colindando con el Océano Pacífico – condiciones agroclimáticas muy parecidas.

Cuando se reorganiza la fruticultura chilena (después de 1973), y sé descubre “el potencial exportador de frutas hacia ricos mercados del norte; E.U.A., Canadá, Europa, México, países de Asia Oriental; pero también se advierte que es necesario cambiar las variedades criollas por variedades mejoradas, de más calidad, y mejor presentación y con cualidades para viajar a mercados lejanos; tanto de Durazno, Chabacano, Ciruelo, Vid, Manzana, Peral, etc; e inclusive introducir otros cultivos frutales, como el Kiwi, las frutillas, el Aguacate, etc.

Entonces, ¿Qué Hacer? Vislumbraron dos opciones:

Primera: Ponerse a investigar para formar variedades propias a partir de mejoramiento genético de sus materiales criollos, lo cual no garantiza nada, además que es costoso, y sobre todo lento.

Segunda: Aprovechar las variedades creadas o formadas en Universidades, Centros de Investigación, Fitogenetistas privados, viveros, etc, de cualquier lugar del mundo – el conocimiento global -. Y mediante acuerdos, y convenios importar hacia Chile esas variedades mejoradas, Portainjertos, como es el caso de los híbridos almendro – durazno.

¿Por cuál opción creen Ustedes mis estimados lectores que se inclinaron? Sin duda que acertaron. Por la segunda. Para qué investigar sobre algo que ya es conocido. Además, el tiempo apremia.

Ahora bien, de los muchos materiales (variedades y portainjertos) que introdujeron, muchos no se adaptaron sea al clima (temperaturas, humedad, vientos) o al suelo, y por lo tanto, ya en la observación práctica, tecnológica y de manejo agronómico se fueron eliminando; pero muchos otros fueron totalmente exitosos; y en pocos años, Chile se convirtió en muy importante exportador de frutas a todo el mundo.

La próxima quincena les sigo platicando mis vivencias.

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