Se le puede conceptualizar al berrinche como gran enojo que se realiza debido a un mal manejo de la frustración en los niños y adultos, siendo caprichosos, intransigentes, egoístas, que con esa actitud tratan de imponer su voluntad.
Para los niños significa un chantaje emocional hacia los padres con llantos y gritos al no poder manejar su impotencia al tratar de imponer su voluntad, pero es un proceso normal de maduración, siempre y cuando sea momentánea y manejable por sus cuidadores.
Entre los adultos, también el berrinche se debe a la incapacidad de obtener algo por la falta de una sana comunicación, es decir cuando no saben manifestar el disgusto o al no poder manejar su descontento sin demostrar prudencia y tolerancia con una inconformidad en alguna situación determinada, también puede considerarse como obstinación, que podrían manifestarla con autoagresión o en conductas violentas.
Es natural que se presenten estos ataques de ira como protesta, sin embargo cuando son frecuentes y utilizan la violencia se contempla como un trastorno en la personalidad y deben ser atendidos por un profesional de la salud como: psicólogo, psiquiatra o neurólogo.
En el caso de los adultos jóvenes es importante intentar resolver cualquier situación pensando racionalmente, sobre todo por los efectos negativos que le causan la ira por un berrinche, cuando dañan su cuerpo: sintiendo incomodidad por una sudoración excesiva al no mantener la calma, pudiendo dañar el corazón, cerebro y afectando otras áreas de nuestra vida, porque altera la capacidad de razonar.
Los adultos mayores requieren un tratamiento especial con la ayuda de un médico geriatra para que sean revisados porque ese comportamiento podría generarse debido a enfermedades como: una diabetes, hipertensión, por algún medicamento que estén tomando o deberse a síntomas de demencia senil o Alzheimer cuando tienen esta expresión diferente, porque se les hace difícil expresarse adecuadamente.
Aún cuando algunas personas se vuelven poco tolerantes, intransigentes y hacen berrinche que también podría deberse a muy personal forma de manipulación hacia sus familiares para cubrir una necesidad afectiva o intentar conseguir lo que desean.
Este tipo de conducta es aprendida desde temprana edad por imitación y regularmente en casa, entonces les corresponde a los padres enseñar la disciplina sin desesperarse, ni gritar, manteniéndose calmado hasta que el niño se canse de hacer la rabieta, es recomendable detectar si el llanto no obedece al hambre, cansancio o sueño.
Saber manejar los límites entre padres e hijos, debiendo mantenerse firmes sin cambiar la opinión, ni ofrecer premios o castigos, entonces se aprenderá que esa no es la forma de obtener lo que desean porque hay decisiones no negociables.
Al reforzar la habilidad para conocer nuestras reacciones de tipo emocional antes de tomar algunas decisiones y al comprender el estado anímico de otras personas, para regular las emociones con habilidad de reaccionar, aprendiendo a escuchar sin interrumpir, mostrando respeto, considerando que también pueden existir errores no previstos en la intercomunicación.
Cuando los niños y adultos consideren que no todo lo podrán obtener en el momento que lo deseen, se ampliará su umbral de aceptación y madurez.