/ miércoles 21 de julio de 2021

Descansar requiere sabiduría

Cuentan la historia de dos leñadores que participaron en una competencia para ver quién cortaba más rápido un árbol cuyo tronco tenía un metro de diámetro. Cada uno se puso frente a un madero con esa medida y a la cuenta de tres empezó el desafío. Al cabo de un rato uno de ellos se detuvo un momento, afiló su hacha, tomó un poco de agua y continuó nuevamente, haciendo incluso todavía dos pausas más.

El otro quiso tomarle la delantera cortando sin parar pensando que si no se detenía, terminaría por ganar. Grande fue su sorpresa cuando al fin se vio derrotado por quien había tomado tiempo para afilar y descansar. Así nos pasa muchas veces en la vida. Nos engañamos pensando que para ser eficientes hay que estar llenos de actividades, ocupados el día entero en «todo y al final en nada». Así como es necesario aprender a trabajar con orden y teniendo prioridades, así también necesitamos aprender a descansar.

En estos días muchas personas tienen oportunidad de tomar unos días de reposo, y es bueno evitar pasar de las prisas de la vida diaria a las prisas de las vacaciones. Dice el Papa Francisco que no se trata solo de descanso físico, sino también de descanso del corazón. No es «desconectarse» haciendo caso omiso de quienes están a nuestro alrededor. Hay que aprender a detenernos, a apagar de vez en cuando el celular para mirar a los ojos a las personas y escucharlas, a cultivar el silencio interior y exterior, a contemplar la naturaleza y a regenerarnos en el diálogo con Dios, priorizando nuevamente lo importante.

Descansar nos prepara para retomar el trabajo con nuevos ánimos. No es estar todo el día viendo televisión en el sofá, lo cual no siempre relaja, ni es un simple «no hacer nada» Hay que salirse un poco de la rutina. Requiere ingenio y sabiduría y es necesario para lograr nuestras metas y dar frutos con los talentos recibidos y cultivados. El descanso nos ayuda a tener la capacidad de poner las cosas en perspectiva, en su sitio y lograr así un sano equilibrio en todos los aspectos de nuestra vida.

A veces nuestras agendas están marcadas por un activismo estéril que nos lleva de un lado para otro sin mucho rumbo. Descansar nos ayuda a tener el tiempo de pensar sobre el sentido de lo que hacemos, sobre el uso que le damos al tiempo, nuestro bien más preciado e insustituible. Evitemos también el otro extremo, es decir, la tentación de una vida egoísta dedicada al descanso, pues el mejor reposo solo viene después de haber trabajado bien y de habérnoslo ganado. ¡Gracias!

Cuentan la historia de dos leñadores que participaron en una competencia para ver quién cortaba más rápido un árbol cuyo tronco tenía un metro de diámetro. Cada uno se puso frente a un madero con esa medida y a la cuenta de tres empezó el desafío. Al cabo de un rato uno de ellos se detuvo un momento, afiló su hacha, tomó un poco de agua y continuó nuevamente, haciendo incluso todavía dos pausas más.

El otro quiso tomarle la delantera cortando sin parar pensando que si no se detenía, terminaría por ganar. Grande fue su sorpresa cuando al fin se vio derrotado por quien había tomado tiempo para afilar y descansar. Así nos pasa muchas veces en la vida. Nos engañamos pensando que para ser eficientes hay que estar llenos de actividades, ocupados el día entero en «todo y al final en nada». Así como es necesario aprender a trabajar con orden y teniendo prioridades, así también necesitamos aprender a descansar.

En estos días muchas personas tienen oportunidad de tomar unos días de reposo, y es bueno evitar pasar de las prisas de la vida diaria a las prisas de las vacaciones. Dice el Papa Francisco que no se trata solo de descanso físico, sino también de descanso del corazón. No es «desconectarse» haciendo caso omiso de quienes están a nuestro alrededor. Hay que aprender a detenernos, a apagar de vez en cuando el celular para mirar a los ojos a las personas y escucharlas, a cultivar el silencio interior y exterior, a contemplar la naturaleza y a regenerarnos en el diálogo con Dios, priorizando nuevamente lo importante.

Descansar nos prepara para retomar el trabajo con nuevos ánimos. No es estar todo el día viendo televisión en el sofá, lo cual no siempre relaja, ni es un simple «no hacer nada» Hay que salirse un poco de la rutina. Requiere ingenio y sabiduría y es necesario para lograr nuestras metas y dar frutos con los talentos recibidos y cultivados. El descanso nos ayuda a tener la capacidad de poner las cosas en perspectiva, en su sitio y lograr así un sano equilibrio en todos los aspectos de nuestra vida.

A veces nuestras agendas están marcadas por un activismo estéril que nos lleva de un lado para otro sin mucho rumbo. Descansar nos ayuda a tener el tiempo de pensar sobre el sentido de lo que hacemos, sobre el uso que le damos al tiempo, nuestro bien más preciado e insustituible. Evitemos también el otro extremo, es decir, la tentación de una vida egoísta dedicada al descanso, pues el mejor reposo solo viene después de haber trabajado bien y de habérnoslo ganado. ¡Gracias!