Los seres humanos a lo largo de su vida experimentan un sin fin de experiencias que se convierten en conocimientos duraderos y significativos, gracias a la capacidad cerebral y en la que el aprendizaje juega un papel preponderante y en el que, por cierto, su estructura emocional es fundamental para ello.
Para esta temática no hay mejor precedente que los estudios elaborados por el doctor en neurofisiología Eduardo Calixto González que desde hace 10 años en el Departamento de Neurobiología del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRFM).
El doctor Calixto define a la emoción como “un proceso transitorio, conductual y neuroquímico condicionado a un período, esto debido a la disminución gradual de dopamina, proceso durante el cual el cerebro desensibiliza las emociones”.
Se explica que cuando sucede esto, existe una liberación masiva de dopamina en el núcleo accumbens, que involucra una disminución de la activación en la corteza prefrontal relacionada con el razonamiento.
Entonces desde el punto de vista anatómico, neurológico y neurofisiológico, lo que sucede en diferentes emociones, es que se aumenta en los espacios sinápticos sustancias como la dopamina y se observa su efecto en las neuronas.
Estas reacciones dejan neuroquímicos en el cerebro que a su vez generan cambios en una neurona, que al comunicarse con otra inician procedimientos conductuales que a largo plazo cambian la forma de interacción.
Si se habla desde la perspectiva de
género las mujeres tienen más grande el hipocampo (estructura especializada para la memoria y el aprendizaje), madura más rápido y tiene ambos hemisferios mejor conectados.
Al tener mayor integración interhemisférica, el género femenino presenta una mayor liberación de dopamina y oxitocina. El hemisferio izquierdo tiene dos estructuras cerebrales: área de Broca y área de Wernicke, la mujer tiene mayor densidad neuronal en estas dos áreas, las cuales le permiten identificar y estructurar mejor el lenguaje y con ello, experimentar emociones globales y subjetivas.
Es así que nos damos cuenta que las hormonas participan para bien o para mal en la función del cerebro y la conducta. Es por ello que, aunque suene frio y poco romántico, los seres humanos queremos y nos enamoramos gracias al cerebro no al corazón... el corazón que se dedique a bombear la sangre por todo el organismo.
Estimado lector, agradezco de antemano la atención prestada. ¡VIVA LA VIDA!