/ miércoles 27 de mayo de 2020

El lado bueno del Coronavirus

El título de este artículo podría parecer ofensivo. El coronavirus ha traído incertidumbre, enfermedad, desempleo, crisis, muerte. ¿Cómo podemos hablar del lado bueno? Primero por motivos prácticos. Hay que aceptar y entender qué pasa en la realidad, no solo en los discursos, para afrontar bien la situación. Negar o atenuar sus efectos no nos sacará adelante, así como tampoco hay que quedarnos solo con lo negativo porque eso paraliza.

En segundo lugar por motivos de fe y porque una mirada atenta, con fe o sin ella, es bueno que sea capaz de ver las cosas buenas que al mismo tiempo están sucediendo en la pandemia. San Pablo en su carta a los Romanos dice que “todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios” (8, 28). Siempre me ha inquietado el sentido de esta afirmación, sobre todo ante situaciones difíciles. San Pablo, poco sospechoso de haber tenido una vida fácil, nos invita a descubrir lo bueno siempre. Él mismo sufrió muchas tribulaciones, que al final le costaron la vida, y sin embargo nunca perdió la confianza en Dios.

Para muchos el confinamiento ha significado un reencuentro con los seres queridos, redescubrir la familia, los amigos, los compañeros de trabajo. Algunas distancias entre corazones se han acortado. Hemos valorado lo que antes era tan común y simple como un abrazo o el encuentro personal. No todo puede ser sustituido por los medios digitales de comunicación, aunque sí ayudan mucho.

La pandemia también nos ha recordado que somos frágiles, que necesitamos de los demás, que debemos cuidar la Tierra y que no bastan nuestros esfuerzos para darle sentido a todo. Esto nos puede llevar al desánimo o nos puede también abrir a la trascendencia, a Dios, a recordar que nuestro tiempo aquí no es para siempre y que no estamos solos ante lo que sucede. El renovado interés por Dios es muy positivo.

Y por último vemos también un despertar de solidaridad, entre el personal sanitario y tantos otros. Han surgido iniciativas creativas en todos los ámbitos, saliendo a flote el México bueno y sano, el que lucha y se esfuerza todos los días. Aunque hay también otro México que todavía tiene que despertar, pues falta mucho por hacer.

Ante los desafíos no podemos ver solo el lado negativo, ni quedarnos en lamentos estériles sobre el pasado. Hay que “entrarle al toro por los cuernos”, aunque sea más fácil decirlo que hacerlo. No hay que obviar lo malo, pero también hay que descubrir el lado bueno, las oportunidades, los horizontes que se abren. Esto hace la diferencia entre quienes se quedan “atorados” y los que salen adelante. ¡Gracias!

El título de este artículo podría parecer ofensivo. El coronavirus ha traído incertidumbre, enfermedad, desempleo, crisis, muerte. ¿Cómo podemos hablar del lado bueno? Primero por motivos prácticos. Hay que aceptar y entender qué pasa en la realidad, no solo en los discursos, para afrontar bien la situación. Negar o atenuar sus efectos no nos sacará adelante, así como tampoco hay que quedarnos solo con lo negativo porque eso paraliza.

En segundo lugar por motivos de fe y porque una mirada atenta, con fe o sin ella, es bueno que sea capaz de ver las cosas buenas que al mismo tiempo están sucediendo en la pandemia. San Pablo en su carta a los Romanos dice que “todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios” (8, 28). Siempre me ha inquietado el sentido de esta afirmación, sobre todo ante situaciones difíciles. San Pablo, poco sospechoso de haber tenido una vida fácil, nos invita a descubrir lo bueno siempre. Él mismo sufrió muchas tribulaciones, que al final le costaron la vida, y sin embargo nunca perdió la confianza en Dios.

Para muchos el confinamiento ha significado un reencuentro con los seres queridos, redescubrir la familia, los amigos, los compañeros de trabajo. Algunas distancias entre corazones se han acortado. Hemos valorado lo que antes era tan común y simple como un abrazo o el encuentro personal. No todo puede ser sustituido por los medios digitales de comunicación, aunque sí ayudan mucho.

La pandemia también nos ha recordado que somos frágiles, que necesitamos de los demás, que debemos cuidar la Tierra y que no bastan nuestros esfuerzos para darle sentido a todo. Esto nos puede llevar al desánimo o nos puede también abrir a la trascendencia, a Dios, a recordar que nuestro tiempo aquí no es para siempre y que no estamos solos ante lo que sucede. El renovado interés por Dios es muy positivo.

Y por último vemos también un despertar de solidaridad, entre el personal sanitario y tantos otros. Han surgido iniciativas creativas en todos los ámbitos, saliendo a flote el México bueno y sano, el que lucha y se esfuerza todos los días. Aunque hay también otro México que todavía tiene que despertar, pues falta mucho por hacer.

Ante los desafíos no podemos ver solo el lado negativo, ni quedarnos en lamentos estériles sobre el pasado. Hay que “entrarle al toro por los cuernos”, aunque sea más fácil decirlo que hacerlo. No hay que obviar lo malo, pero también hay que descubrir el lado bueno, las oportunidades, los horizontes que se abren. Esto hace la diferencia entre quienes se quedan “atorados” y los que salen adelante. ¡Gracias!