/ miércoles 23 de junio de 2021

José Ramón Modesto

Estos tres nombres tenía el poeta nacional con tres apellidos: López Velarde Berumen. Nuestro paisano nació el 15 de junio de 1888 en Jerez, Zacatecas y murió con apenas 33 años el 19 de junio de 1921 en la Ciudad de México. Una vida corta pero fecunda. Hoy a través de su obra todavía podemos sentir y vibrar con su alma y su pensamiento.

Su fe católica aprendida en la familia, en el Seminario y en la vida misma lo acompañó siempre. En su caso esta fe no le impidió explorar y revelar la complejidad interior y de situaciones en que se desarrolla la existencia humana. Al contrario, su fe le dio amplitud de miras unida a su capacidad poética e intelectual para escudriñar la grandeza y la miseria del ser humano.

No renegó de su fe en un momento en el que, como sucede en tantos periodos de la historia, no era bien visto ser creyente, sobre todo entre quienes a veces pretenden monopolizar el título de intelectuales. Sus convicciones le permitieron ser original trascendiendo su propia época con la perennidad de quien sabe tocar y expresar la realidad.

López Velarde supo capturar el alma del pueblo, vivir y reflejar en su poesía las emociones más humanas y profundas que todos compartimos. Siempre llevó en su corazón a su natal Jerez cuyo ambiente provinciano le dio una sensibilidad especial para entender a las personas y la historia misma.

Como cualquier persona de fe se debatía en una lucha entre el espíritu y la carne, entre la ley divina y la mundanidad. Como él lo decía, con una sana capacidad de ironizar sobre sí mismo: “a mí no me cuesta trabajo el credo, me cuestan trabajo los mandamientos; no me cuesta trabajo creer, me cuesta trabajo ser coherente”. ¡Qué transparente y actual! ¡Cualquier creyente podría repetir y hacer suyas estas palabras!

Nuestro poeta apoyó las causas democráticas de su tiempo. Le apostó a un nuevo México necesitado de cambios que quizá todavía no es una realidad del todo. Apropiarse hoy de López Velarde para defender y justificar la propia causa no necesariamente la vuelve democrática. ¿Qué diría ante lo que sucede hoy en nuestro país? ¿Con quiénes usaría su ironía para desenmascararlos y exhibir sus verdaderas intenciones?

Esta es la magia de las letras, de la literatura y la poesía. A pesar del paso del tiempo nos siguen descubriendo el pensamiento y la forma de entender el mundo de Ramón López Velarde, y él nos sigue desafiando ante lo que hoy vivimos. El centésimo aniversario de su muerte es una oportunidad de redescubrirlo para seguir escribiendo, con su ayuda, nuestra propia historia. ¡Gracias!


Estos tres nombres tenía el poeta nacional con tres apellidos: López Velarde Berumen. Nuestro paisano nació el 15 de junio de 1888 en Jerez, Zacatecas y murió con apenas 33 años el 19 de junio de 1921 en la Ciudad de México. Una vida corta pero fecunda. Hoy a través de su obra todavía podemos sentir y vibrar con su alma y su pensamiento.

Su fe católica aprendida en la familia, en el Seminario y en la vida misma lo acompañó siempre. En su caso esta fe no le impidió explorar y revelar la complejidad interior y de situaciones en que se desarrolla la existencia humana. Al contrario, su fe le dio amplitud de miras unida a su capacidad poética e intelectual para escudriñar la grandeza y la miseria del ser humano.

No renegó de su fe en un momento en el que, como sucede en tantos periodos de la historia, no era bien visto ser creyente, sobre todo entre quienes a veces pretenden monopolizar el título de intelectuales. Sus convicciones le permitieron ser original trascendiendo su propia época con la perennidad de quien sabe tocar y expresar la realidad.

López Velarde supo capturar el alma del pueblo, vivir y reflejar en su poesía las emociones más humanas y profundas que todos compartimos. Siempre llevó en su corazón a su natal Jerez cuyo ambiente provinciano le dio una sensibilidad especial para entender a las personas y la historia misma.

Como cualquier persona de fe se debatía en una lucha entre el espíritu y la carne, entre la ley divina y la mundanidad. Como él lo decía, con una sana capacidad de ironizar sobre sí mismo: “a mí no me cuesta trabajo el credo, me cuestan trabajo los mandamientos; no me cuesta trabajo creer, me cuesta trabajo ser coherente”. ¡Qué transparente y actual! ¡Cualquier creyente podría repetir y hacer suyas estas palabras!

Nuestro poeta apoyó las causas democráticas de su tiempo. Le apostó a un nuevo México necesitado de cambios que quizá todavía no es una realidad del todo. Apropiarse hoy de López Velarde para defender y justificar la propia causa no necesariamente la vuelve democrática. ¿Qué diría ante lo que sucede hoy en nuestro país? ¿Con quiénes usaría su ironía para desenmascararlos y exhibir sus verdaderas intenciones?

Esta es la magia de las letras, de la literatura y la poesía. A pesar del paso del tiempo nos siguen descubriendo el pensamiento y la forma de entender el mundo de Ramón López Velarde, y él nos sigue desafiando ante lo que hoy vivimos. El centésimo aniversario de su muerte es una oportunidad de redescubrirlo para seguir escribiendo, con su ayuda, nuestra propia historia. ¡Gracias!