En esta oportunidad, quiero compartir una temática que en primera instancia pudiera parecer poco fundamentada en su esencia, pero que después de compartirla con ustedes, espero sea de interés y con ello, posibilite el análisis y debate en torno a ella. Me refiero a la importancia que tiene la pedagogía de la emoción y que sirva como punta de lanza permanente en el crecimiento integral de todos los sujetos que reciben una atención educativa, ya sea en el nivel básico o bien en el medio superior y superior.
Un aspecto importante en ésta idea es entender que las diferencias en conocimientos, destrezas, talento, entre otras, son importantes, pero más importante es la persona y el reconocimiento de su dignidad como tal, por lo que, es esencial que como maestros sepamos que todos a quienes educamos somos igualmente personas, sin olvidar que cada uno es único y diferente.
El ideal de una pedagogía de la emoción, es aquel que nos descubre que la puerta para acceder a la educación no se abre desde fuera; su cerradura está dentro, en el corazón de cada estudiante de cada maestro y la llave es “la felicidad”.
Es por eso que considero que la pedagogía de las emociones tiene como principio instalar en la mente del estudiante, la valoración de las experiencias que conforman la vida y la aceptación del entorno y de sí mismo, facilitando así la adaptación al mundo de todos los que habitamos esta casa llamada tierra.
Convencido estoy que desde ésta pedagogía los profesores le podemos mostrar a los educandos que el mundo al que llegaron y que compartimos, es un lugar maravilloso para aprender a ser mejores cada día y sin miedo; que la orientación la pueden encontrar en los seres humanos que tienen cerca, que los errores nos hacen mejores, sin necesidad de castigo ni agresión, y sobre todo que cada ser humano tiene en su interior la capacidad para ser feliz, para tener paz y servir, es decir, para construirse a sí mismo como una persona de éxito.
Comulgo con las ideas de Paulo Freire al sostener que “la educación verdadera es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo”. Es por ello que la educación tiene en el hombre y el mundo los elementos bases del sustento de su concepción.
La educación, por tanto, no puede ser concebida como una isla que cierre sus puertas a la realidad social, económica y política. Está invitada para recoger las expectativas, sentimientos, vivencias y problemas del pueblo y con ello de los actores de la transformación, como usted y yo siendo agentes de cambio.
Estimado lector, agradezco de antemano la atención prestada al