/ jueves 11 de marzo de 2021

La puerta de Jano | La Generación de la Ruptura

Teresa del Conde, Manuel Felguérez y Lelia Driben denominaron a la generación de artistas visuales de los años 50 del siglo XX la Generación de la Ruptura.

Como frecuentemente una generación se autodenomina en función de un periodo que le antecede, este apelativo provenía del rompimiento con la tendencia inmediata anterior que era «el muralismo».

Sin embargo, los propios artistas y algunos de quienes asistieron a una exposición donde se habrían de presentar los precursores de ese movimiento, confiesan no haber encontrado tales diferencias o al menos tan marcadas entre los últimos suspiros de esa gran corriente y la que emergía. Vicente Rojo propuso el término de apertura y varios artistas hablaron de «movimiento» preferencialmente al de «generación». A decir de la crítica de arte Teresa del Conde, este término fue acuñado con base en una reflexión del poeta Octavio Paz quien lo utilizó hacia los años 50 para referirse a artistas como Rufino Tamayo, Carlos Mérida, Gunther Gerzso, y Mathias Goeritz. Cuevas, por su parte, se atribuyó el umbral del movimiento afirmando: «La ruptura soy yo».

Y hubo quienes llamaron al movimiento la (de) generación de la ruptura. Manuel Felguérez, uno de los más reconocidos artistas de ese grupo, suavizaría su declaración, rectificando que ellos no fueron una generación de ruptura, sino de apertura al arte universal. Como quiera que así se autodenominaran o dejaran de hacerlo, la característica de este periodo fue la evidente separación de la tendencia muralista ocurrida en la posrevolución hasta los años 40 en México.

Los más grandes: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco habían cubierto con la sombra de su omnipresencia a todos los pintores que les sucedieron hasta que esta generación rompió de tajo con los postulados de esos hombres convertidos en los dioses del muralismo mexicano. Los primeros en tender lazos extra nacionalistas fueron Carlos Mérida y Rufino Tamayo.

La Generación de la Ruptura pugnó por incorporar valores más cosmopolitas y abstractos en su trabajo, además de ensayar una suerte de nuevas inclinaciones practicadas en Europa y Estados Unidos como: el expresionismo abstracto, el informalismo abstracto, el poscubismo y el automatismo surrealista, entre muchas otras corrientes. En reciente trabajo del 2012 la crítica y académica argentina Lelia Driben hizo un recuento de los artistas a los que ella ubicó dentro de esta Generación de la Ruptura, pero como un gesto desafortunado del resultado de su investigación comenzó nombrando a los muralistas como la primera vanguardia de ese colectivo, lo cual para quienes aún están entre nosotros no terminó de gustarles por completo, justo por el afán de escindirse de la Escuela Mexicana de Pintura.

Esta autora incluyó en la larga lista a Gilberto Aceves Navarro, Lilia Carillo, Arnaldo Coen, Pedro Coronel, José Luis Cuevas, Enrique Eheverría, Manuel Felguérez, Fernando García Ponce, Alberto Gironella, Roger von Gunten, Rodolfo Nieto, Brian Nissen, Tomas Parra, Gabriel Ramírez, Vicente Rojo, Kazuya Zakai y Francisco Toledo. (Tomado de mi artículo “Entre pinturas mis palabras. Un ejercicio creativo con la obra de Lilia Carrillo”).

Teresa del Conde, Manuel Felguérez y Lelia Driben denominaron a la generación de artistas visuales de los años 50 del siglo XX la Generación de la Ruptura.

Como frecuentemente una generación se autodenomina en función de un periodo que le antecede, este apelativo provenía del rompimiento con la tendencia inmediata anterior que era «el muralismo».

Sin embargo, los propios artistas y algunos de quienes asistieron a una exposición donde se habrían de presentar los precursores de ese movimiento, confiesan no haber encontrado tales diferencias o al menos tan marcadas entre los últimos suspiros de esa gran corriente y la que emergía. Vicente Rojo propuso el término de apertura y varios artistas hablaron de «movimiento» preferencialmente al de «generación». A decir de la crítica de arte Teresa del Conde, este término fue acuñado con base en una reflexión del poeta Octavio Paz quien lo utilizó hacia los años 50 para referirse a artistas como Rufino Tamayo, Carlos Mérida, Gunther Gerzso, y Mathias Goeritz. Cuevas, por su parte, se atribuyó el umbral del movimiento afirmando: «La ruptura soy yo».

Y hubo quienes llamaron al movimiento la (de) generación de la ruptura. Manuel Felguérez, uno de los más reconocidos artistas de ese grupo, suavizaría su declaración, rectificando que ellos no fueron una generación de ruptura, sino de apertura al arte universal. Como quiera que así se autodenominaran o dejaran de hacerlo, la característica de este periodo fue la evidente separación de la tendencia muralista ocurrida en la posrevolución hasta los años 40 en México.

Los más grandes: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco habían cubierto con la sombra de su omnipresencia a todos los pintores que les sucedieron hasta que esta generación rompió de tajo con los postulados de esos hombres convertidos en los dioses del muralismo mexicano. Los primeros en tender lazos extra nacionalistas fueron Carlos Mérida y Rufino Tamayo.

La Generación de la Ruptura pugnó por incorporar valores más cosmopolitas y abstractos en su trabajo, además de ensayar una suerte de nuevas inclinaciones practicadas en Europa y Estados Unidos como: el expresionismo abstracto, el informalismo abstracto, el poscubismo y el automatismo surrealista, entre muchas otras corrientes. En reciente trabajo del 2012 la crítica y académica argentina Lelia Driben hizo un recuento de los artistas a los que ella ubicó dentro de esta Generación de la Ruptura, pero como un gesto desafortunado del resultado de su investigación comenzó nombrando a los muralistas como la primera vanguardia de ese colectivo, lo cual para quienes aún están entre nosotros no terminó de gustarles por completo, justo por el afán de escindirse de la Escuela Mexicana de Pintura.

Esta autora incluyó en la larga lista a Gilberto Aceves Navarro, Lilia Carillo, Arnaldo Coen, Pedro Coronel, José Luis Cuevas, Enrique Eheverría, Manuel Felguérez, Fernando García Ponce, Alberto Gironella, Roger von Gunten, Rodolfo Nieto, Brian Nissen, Tomas Parra, Gabriel Ramírez, Vicente Rojo, Kazuya Zakai y Francisco Toledo. (Tomado de mi artículo “Entre pinturas mis palabras. Un ejercicio creativo con la obra de Lilia Carrillo”).