/ jueves 14 de enero de 2021

La puerta de Jano │ Color y luminosidad en Luis Barragán

Hace tres días fui invitada a hablar de un ícono de la arquitectura mexicana: el jalisciense Luis Barragán, primer y único mexicano ganador del premio Pritzker que recibió en 1980. En esa amable tarde de charla con público de Argentina, Chile, Honduras, España y muchos rincones de México sostuve que desde la muerte de Luis Barragán no ha habido otro arquitecto en México que haya superado su creatividad, su genialidad, su espléndida manera de exponer el espíritu universal a través de la magistral técnica de sus diseños, el empleo del color y la planeación urbana de sus obras monumentales.

Nació en el seno de una familia acaudalada un 9 de marzo de 1902. Estudió en la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalajara y habiendo terminado sus estudios viajó por Europa, privilegiando lugares de la zona mediterránea como el sur de España, el norte de África e Italia. Las tendencias del paisajista francés Ferdinad Barc lo impactaron y a su regreso adquiere unos terrenos en Tacubaya donde construye su propia residencia la cual fue incluida por la UNESCO en su lista de Patrimonio Mundial en 2004. En 1945 diseñó y creó el plan de urbanización del Pedregal de San Ángel.

Entre sus obras se cuentan: la Casa-Estudio Luis Barragán, la Casa Gilardi, la casa de José Clemente Orozco, la urbanización de Jardines del Bosque en Guadalajara, el Faro del Comercio en Monterrey, NL; las Torres de Satélite en ciudad de México y su obra cumbre de urbanización y paisajismo: El Pedregal de San Ángel.

En 1951 que visitó Marruecos, asumió el lenguaje formal de construcciones masivas, con gruesos muros y aberturas dosificadas, donde los acabados son de marcada textura y con brillantes colores. Al visitar la Alhambra en Granada el empleo del agua y la ingeniería para su contención, conducción y exhibición le dejan una marcada influencia, pues en sus obras se localizan estanques a ras del suelo y empleo de jardinería integrada a la arquitectura. Su principal lenguaje arquitectónico se define por el empleo del agua, el juego de luces y sombras sobre superficies planas generando distintas atmosferas a lo largo del día. Todo es casi siempre enriquecido por jardines, balcones, pérgolas, celosías, esculturas, etc.

En su propuesta arquitectónica hay una cierta nostalgia frailuna. Reproduce pequeñas y escondidas escaleras voladas como las de los campanarios de iglesias, las gárgolas de las bajadas de agua se convierten en vertederos de fuentes espectaculares; los estanques transparentes de la Alhambra se reproducen en las magistrales casas o en la solitud de un convento de monjas. El uso del rosa mexicano es un distintivo en sus creaciones, el cual, ya sea que lo haya incorporado Diego Rivera en las vestimentas de sus indígenas o que el modista Ramón Valdiosera lo haya puesto de moda en Francia tomándolo de la bugambilia mexicana.

Luis Barragán hereda a la arquitectura actual un estilo funcionalista, racionalista, lecorbuseriano, pero complementario a los resabios de la mexicanidad, la multiculturalidad y el goce de nuestra cultura jubilosa, refulgente, radiante y florida.


Hace tres días fui invitada a hablar de un ícono de la arquitectura mexicana: el jalisciense Luis Barragán, primer y único mexicano ganador del premio Pritzker que recibió en 1980. En esa amable tarde de charla con público de Argentina, Chile, Honduras, España y muchos rincones de México sostuve que desde la muerte de Luis Barragán no ha habido otro arquitecto en México que haya superado su creatividad, su genialidad, su espléndida manera de exponer el espíritu universal a través de la magistral técnica de sus diseños, el empleo del color y la planeación urbana de sus obras monumentales.

Nació en el seno de una familia acaudalada un 9 de marzo de 1902. Estudió en la Escuela Libre de Ingenieros de Guadalajara y habiendo terminado sus estudios viajó por Europa, privilegiando lugares de la zona mediterránea como el sur de España, el norte de África e Italia. Las tendencias del paisajista francés Ferdinad Barc lo impactaron y a su regreso adquiere unos terrenos en Tacubaya donde construye su propia residencia la cual fue incluida por la UNESCO en su lista de Patrimonio Mundial en 2004. En 1945 diseñó y creó el plan de urbanización del Pedregal de San Ángel.

Entre sus obras se cuentan: la Casa-Estudio Luis Barragán, la Casa Gilardi, la casa de José Clemente Orozco, la urbanización de Jardines del Bosque en Guadalajara, el Faro del Comercio en Monterrey, NL; las Torres de Satélite en ciudad de México y su obra cumbre de urbanización y paisajismo: El Pedregal de San Ángel.

En 1951 que visitó Marruecos, asumió el lenguaje formal de construcciones masivas, con gruesos muros y aberturas dosificadas, donde los acabados son de marcada textura y con brillantes colores. Al visitar la Alhambra en Granada el empleo del agua y la ingeniería para su contención, conducción y exhibición le dejan una marcada influencia, pues en sus obras se localizan estanques a ras del suelo y empleo de jardinería integrada a la arquitectura. Su principal lenguaje arquitectónico se define por el empleo del agua, el juego de luces y sombras sobre superficies planas generando distintas atmosferas a lo largo del día. Todo es casi siempre enriquecido por jardines, balcones, pérgolas, celosías, esculturas, etc.

En su propuesta arquitectónica hay una cierta nostalgia frailuna. Reproduce pequeñas y escondidas escaleras voladas como las de los campanarios de iglesias, las gárgolas de las bajadas de agua se convierten en vertederos de fuentes espectaculares; los estanques transparentes de la Alhambra se reproducen en las magistrales casas o en la solitud de un convento de monjas. El uso del rosa mexicano es un distintivo en sus creaciones, el cual, ya sea que lo haya incorporado Diego Rivera en las vestimentas de sus indígenas o que el modista Ramón Valdiosera lo haya puesto de moda en Francia tomándolo de la bugambilia mexicana.

Luis Barragán hereda a la arquitectura actual un estilo funcionalista, racionalista, lecorbuseriano, pero complementario a los resabios de la mexicanidad, la multiculturalidad y el goce de nuestra cultura jubilosa, refulgente, radiante y florida.