/ lunes 27 de julio de 2020

La realidad

Vivimos tiempos donde la realidad parece diluirse. Aquello que pensábamos que era verdad es un fuego que se extingue lentamente a la luz de las creencias. Este problema se agudizó con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Si bien los viejos medios como la televisión o la radio habían creado a lo largo del siglo XX las bases de una realidad mediatizada, con internet y la comunicación digital la vida diaria se hipermediatizó. Desde los nichos individuales de la red, los usuarios construyen sus propias narrativas, integran acontecimientos y hechos reales con ilusiones y supuestos. El resultado es un nuevo estado de las cosas donde la conciencia es incapaz de distinguir entre realidad y fantasía.

El filósofo Jean-François Revel publicó en 1989 su obra El Conocimiento Inútil en donde analiza el papel de la información que circula en las sociedades contemporáneas. De acuerdo a este autor, precisamente el derecho que tienen las personas a estar informadas es la causa de la distorsión de los hechos reales. Revel considera que los profesionales de las industrias mediáticas, como los periodistas o presentadores de noticias parece que están empeñados en falsificar la realidad en tanto los consumidores de información tienden a eludir los acontecimientos verdaderos. A finales de 2016 se popularizó el término de posverdad para describir a grandes capas de la sociedad para quienes la verdad es superada por versiones fantásticas que buscan dar sentido a lo real.

¿Cuál es el éxito de la información falsa en una sociedad abierta? De acuerdo a Katharine Viner (2016), actualmente la gente desconfía de aquello que se presenta como un hecho, sobre todo si lo que parece ser una realidad comprobada genera incomodidad en las audiencias. Si aquello que se presenta como información no está sincronizado con los puntos de vista de las personas entonces puede que no sea verdad. Desde las teorías de la comunicación y la sociología se podría aportar que además de coincidir con el marco de la experiencia otro problema es el campo ideológico del productor. Quien confecciona la realidad también está encadenado a su propio lenguaje y puede que sus pensamientos se impongan a la realidad. Otro factor que influye en la forma de concebir los estímulos es que la percepción de hechos se interpreta con base en experiencia previas (Bourdie y Wacquant, 2008).

Ante esto, lo que concebimos como información proveniente del exterior deja de ser realidad cuando su interpretación es resultado de un entramado de relaciones sociales, creencias y jerarquías preestablecidas fundadas en el lenguaje. Según Ralp Keyes (2004), en la actualidad se utilizan eufemismos para matizar la realidad y ayudar a las personas a desensibilizarse de las posibles implicaciones de la verdad. Ante la crisis sanitaria global que vivimos es mejor creer falacias que aceptar la cruda realidad: si enfermamos de COVID-19 nada asegura que continuemos vivos. Ya no sólo existen verdades y mentiras, sino también, una tercera categoría de afirmaciones ambiguas que no son exactamente la verdad, sino que caen justo debajo de una mentira.

Te recomendamos:

Vivimos tiempos donde la realidad parece diluirse. Aquello que pensábamos que era verdad es un fuego que se extingue lentamente a la luz de las creencias. Este problema se agudizó con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Si bien los viejos medios como la televisión o la radio habían creado a lo largo del siglo XX las bases de una realidad mediatizada, con internet y la comunicación digital la vida diaria se hipermediatizó. Desde los nichos individuales de la red, los usuarios construyen sus propias narrativas, integran acontecimientos y hechos reales con ilusiones y supuestos. El resultado es un nuevo estado de las cosas donde la conciencia es incapaz de distinguir entre realidad y fantasía.

El filósofo Jean-François Revel publicó en 1989 su obra El Conocimiento Inútil en donde analiza el papel de la información que circula en las sociedades contemporáneas. De acuerdo a este autor, precisamente el derecho que tienen las personas a estar informadas es la causa de la distorsión de los hechos reales. Revel considera que los profesionales de las industrias mediáticas, como los periodistas o presentadores de noticias parece que están empeñados en falsificar la realidad en tanto los consumidores de información tienden a eludir los acontecimientos verdaderos. A finales de 2016 se popularizó el término de posverdad para describir a grandes capas de la sociedad para quienes la verdad es superada por versiones fantásticas que buscan dar sentido a lo real.

¿Cuál es el éxito de la información falsa en una sociedad abierta? De acuerdo a Katharine Viner (2016), actualmente la gente desconfía de aquello que se presenta como un hecho, sobre todo si lo que parece ser una realidad comprobada genera incomodidad en las audiencias. Si aquello que se presenta como información no está sincronizado con los puntos de vista de las personas entonces puede que no sea verdad. Desde las teorías de la comunicación y la sociología se podría aportar que además de coincidir con el marco de la experiencia otro problema es el campo ideológico del productor. Quien confecciona la realidad también está encadenado a su propio lenguaje y puede que sus pensamientos se impongan a la realidad. Otro factor que influye en la forma de concebir los estímulos es que la percepción de hechos se interpreta con base en experiencia previas (Bourdie y Wacquant, 2008).

Ante esto, lo que concebimos como información proveniente del exterior deja de ser realidad cuando su interpretación es resultado de un entramado de relaciones sociales, creencias y jerarquías preestablecidas fundadas en el lenguaje. Según Ralp Keyes (2004), en la actualidad se utilizan eufemismos para matizar la realidad y ayudar a las personas a desensibilizarse de las posibles implicaciones de la verdad. Ante la crisis sanitaria global que vivimos es mejor creer falacias que aceptar la cruda realidad: si enfermamos de COVID-19 nada asegura que continuemos vivos. Ya no sólo existen verdades y mentiras, sino también, una tercera categoría de afirmaciones ambiguas que no son exactamente la verdad, sino que caen justo debajo de una mentira.

Te recomendamos: