/ miércoles 9 de junio de 2021

Las reglas del juego

En toda competencia hay reglas que organizan su funcionamiento. Las normas permiten un desarrollo justo y equitativo y deben aplicarse a todos de igual manera. Competir por algo implica que los participantes aceptan las reglas del juego, con la clara conciencia de que siempre hay ganadores y perdedores. El primer lugar solamente puede ser ocupado por una persona.

No siempre somos buenos perdedores y a veces nos cuesta aceptar la derrota y la realidad misma. Declarar haber ganado la contienda cuando todavía no hay total claridad en los resultados, demuestra inseguridad en los mismos y falta de respeto al proceso y a la gente. Como si hacerlo asegurara el triunfo. Las palabras no pueden ahogar la voluntad popular expresada en los votos.

Participar en un proceso democrático conlleva la posibilidad de perder y el deber de reconocer los resultados definitivos. La política sustituye la «ley del más fuerte» y nos permite resolver de una manera civilizada los conflictos que surgen en todo lo que tiene que ver con la vida en comunidad. Es normal que existan distintos proyectos y visiones sobre la sociedad, por eso las elecciones nos conceden llegar a la alternativa que la mayoría considera la mejor.

Es más importante respetar la voluntad de la mayoría que imponer la propia de un modo poco democrático. Eso asegura que todos podemos ser escuchados y tenidos en cuenta. Por desgracia falta a veces nivel político, humano y me atrevería a decir espiritual, para competir según las reglas del juego. Hemos avanzado en la vida democrática, y me parece que el INE es un ejemplo de ello, pero nos falta mucho. A veces nuestra democracia parece estar todavía «colgada con alfileres».

Algunos siguen lucrando con la necesidad y falta de oportunidades y preparación de mucha gente. Es un «secreto a voces» la compra de votos de tantas y variadas maneras. El solo hecho de mencionarlo es casi motivo de censura, pero en el fondo algo hay de eso. Y no es una cuestión de determinados partidos. Quien ha podido lo ha hecho y quien ahora puede lo está haciendo. No me pidan pruebas porque no las tengo. Por eso es un «secreto a voces».

Es razonable que haya inconformidades en los procesos electorales y postelectorales. Para eso hay mecanismos que prevén cómo solucionarlos y es válido apelar hasta la última instancia. Lo que no se vale es sustituir la realidad con las palabras y menos no aceptar los resultados finales, una vez que se ha recorrido el camino necesario para llegar hasta ellos. Aceptar la derrota, si es el caso, demuestra ese nivel político que tanto anhelamos todos, incluidos los mismos políticos. ¡Gracias!


En toda competencia hay reglas que organizan su funcionamiento. Las normas permiten un desarrollo justo y equitativo y deben aplicarse a todos de igual manera. Competir por algo implica que los participantes aceptan las reglas del juego, con la clara conciencia de que siempre hay ganadores y perdedores. El primer lugar solamente puede ser ocupado por una persona.

No siempre somos buenos perdedores y a veces nos cuesta aceptar la derrota y la realidad misma. Declarar haber ganado la contienda cuando todavía no hay total claridad en los resultados, demuestra inseguridad en los mismos y falta de respeto al proceso y a la gente. Como si hacerlo asegurara el triunfo. Las palabras no pueden ahogar la voluntad popular expresada en los votos.

Participar en un proceso democrático conlleva la posibilidad de perder y el deber de reconocer los resultados definitivos. La política sustituye la «ley del más fuerte» y nos permite resolver de una manera civilizada los conflictos que surgen en todo lo que tiene que ver con la vida en comunidad. Es normal que existan distintos proyectos y visiones sobre la sociedad, por eso las elecciones nos conceden llegar a la alternativa que la mayoría considera la mejor.

Es más importante respetar la voluntad de la mayoría que imponer la propia de un modo poco democrático. Eso asegura que todos podemos ser escuchados y tenidos en cuenta. Por desgracia falta a veces nivel político, humano y me atrevería a decir espiritual, para competir según las reglas del juego. Hemos avanzado en la vida democrática, y me parece que el INE es un ejemplo de ello, pero nos falta mucho. A veces nuestra democracia parece estar todavía «colgada con alfileres».

Algunos siguen lucrando con la necesidad y falta de oportunidades y preparación de mucha gente. Es un «secreto a voces» la compra de votos de tantas y variadas maneras. El solo hecho de mencionarlo es casi motivo de censura, pero en el fondo algo hay de eso. Y no es una cuestión de determinados partidos. Quien ha podido lo ha hecho y quien ahora puede lo está haciendo. No me pidan pruebas porque no las tengo. Por eso es un «secreto a voces».

Es razonable que haya inconformidades en los procesos electorales y postelectorales. Para eso hay mecanismos que prevén cómo solucionarlos y es válido apelar hasta la última instancia. Lo que no se vale es sustituir la realidad con las palabras y menos no aceptar los resultados finales, una vez que se ha recorrido el camino necesario para llegar hasta ellos. Aceptar la derrota, si es el caso, demuestra ese nivel político que tanto anhelamos todos, incluidos los mismos políticos. ¡Gracias!