/ miércoles 29 de abril de 2020

¿Se va a perder el año escolar?

Muchos se preguntan qué pasará con el año escolar, y aunque todavía no es oficial, parece poco probable que volvamos a las clases presenciales. Esta pandemia llenará muchas páginas de los libros de historia en el futuro. Nadie lo esperaba y exige creatividad responder a una realidad que cambia todos los días.

Es normal que haya incertidumbre en las escuelas y en las familias, pero la pregunta no debe ser si se va a perder el año escolar, sino cómo podemos salir adelante en esta situación. Educar significa impulsar el desarrollo de los talentos recibidos, ayudar a crecer en todos los aspectos y ofrecer criterios y valores para actuar bien en la vida, y esto se logra no solo en la escuela, sino sobre todo en la familia con la convivencia diaria.

Aprender en casa nos recuerda que los primeros educadores son los papás y las mamás. El ajetreo que muchas veces vivimos, cada quien ocupado en “sus cosas”, nos ha hecho creer que las escuelas son casi las únicas responsables de educar. Existen para transmitir conocimientos y para reforzar lo aprendido en casa, pero no para sustituir a la familia.

El año escolar no tiene por qué perderse si se cumple con lo indicado por las escuelas, aunque no sea lo mismo que ir a clases. La cuarentena pide que cada quien haga su parte y es también una oportunidad para aprender o reforzar otras cosas que a veces olvidamos o damos por descontadas, y son incluso más importantes para la vida.

¿Conozco y quiero a los seres queridos con los que vivo, o son en realidad los menos queridos? ¿Sé dialogar y escuchar, y pasarla bien con la familia en pleno encierro? ¿Les hemos preguntado a los hijos cómo se sienten? ¿Les hemos ayudado a lidiar con la incertidumbre que estamos viviendo? ¿Rezamos juntos? ¿Hablamos de Dios en casa?

Es buen momento, si todavía no lo hacen, también de involucrar a los hijos en las tareas domésticas, para que valoren lo que cuesta hacer de una casa un verdadero hogar donde todos deben cooperar. Si se aprovecha el tiempo sacarán adelante el año escolar, y podrán tener un crecimiento no solo intelectual, al que muchas veces damos la mayor importancia, sino también emocional y espiritual.

Educar es mucho más que ir a la escuela. Pensemos por un momento, ¿cómo recordarán en el futuro los más jóvenes este tiempo de confinamiento? ¿Les estamos ayudando? Nadie puede tomar el lugar que les toca a los papás y a las mamás, ni siquiera los maestros. Siempre ha sido así, solo que quizá ahora somos más conscientes de esto. ¡Gracias!

Muchos se preguntan qué pasará con el año escolar, y aunque todavía no es oficial, parece poco probable que volvamos a las clases presenciales. Esta pandemia llenará muchas páginas de los libros de historia en el futuro. Nadie lo esperaba y exige creatividad responder a una realidad que cambia todos los días.

Es normal que haya incertidumbre en las escuelas y en las familias, pero la pregunta no debe ser si se va a perder el año escolar, sino cómo podemos salir adelante en esta situación. Educar significa impulsar el desarrollo de los talentos recibidos, ayudar a crecer en todos los aspectos y ofrecer criterios y valores para actuar bien en la vida, y esto se logra no solo en la escuela, sino sobre todo en la familia con la convivencia diaria.

Aprender en casa nos recuerda que los primeros educadores son los papás y las mamás. El ajetreo que muchas veces vivimos, cada quien ocupado en “sus cosas”, nos ha hecho creer que las escuelas son casi las únicas responsables de educar. Existen para transmitir conocimientos y para reforzar lo aprendido en casa, pero no para sustituir a la familia.

El año escolar no tiene por qué perderse si se cumple con lo indicado por las escuelas, aunque no sea lo mismo que ir a clases. La cuarentena pide que cada quien haga su parte y es también una oportunidad para aprender o reforzar otras cosas que a veces olvidamos o damos por descontadas, y son incluso más importantes para la vida.

¿Conozco y quiero a los seres queridos con los que vivo, o son en realidad los menos queridos? ¿Sé dialogar y escuchar, y pasarla bien con la familia en pleno encierro? ¿Les hemos preguntado a los hijos cómo se sienten? ¿Les hemos ayudado a lidiar con la incertidumbre que estamos viviendo? ¿Rezamos juntos? ¿Hablamos de Dios en casa?

Es buen momento, si todavía no lo hacen, también de involucrar a los hijos en las tareas domésticas, para que valoren lo que cuesta hacer de una casa un verdadero hogar donde todos deben cooperar. Si se aprovecha el tiempo sacarán adelante el año escolar, y podrán tener un crecimiento no solo intelectual, al que muchas veces damos la mayor importancia, sino también emocional y espiritual.

Educar es mucho más que ir a la escuela. Pensemos por un momento, ¿cómo recordarán en el futuro los más jóvenes este tiempo de confinamiento? ¿Les estamos ayudando? Nadie puede tomar el lugar que les toca a los papás y a las mamás, ni siquiera los maestros. Siempre ha sido así, solo que quizá ahora somos más conscientes de esto. ¡Gracias!