/ lunes 17 de agosto de 2020

Seudo opinión pública

La sociedad hipermediada en la que vivimos es en cierta forma una sociedad de la comunicación. Como afirma Vattimo (1990), vivimos en una era donde “todo se convierte de alguna manera en objeto de la comunicación”. Desde la mediatización de los últimos siglos hasta la explosión de las redes de internet, la comunicación es cada vez más compleja. En este sentido vale la pena preguntarnos si con los modernos sistemas de comunicación somos una sociedad consciente de la realidad o somos una sociedad irracional guiada por campos de pensamiento subjetivos.

Heredero de la Escuela de Frankfurt, Habermas (1989, 1998) fue uno de los primeros pensadores modernos en advertir que las opiniones de las personas pueden modificar los sistemas sociales. Para el filósofo alemán la “opinión pública “surge de la sociedad civil y es una caja de resonancia donde se valora lo político. Cuando dicha opinión se basa en el diálogo racional y se llega a un consenso colectivo estamos anta una opinión pública real. Toma como ejemplo el periodo de la Revolución Francesa del siglo XVIII cuando los espacios sociales como las cafeterías o mercados se convirtieron en lugares de diálogo colectivo. Sin embargo, durante el Siglo XX con el desarrollo de los medios de comunicación tradicionales los espacios sociales de interacción se trasladaron a las pantallas de televisión y a los estudios de radio. La opinión pública se mediatizó al erosionarse la práctica dialógica racional.

Ahora bien, tanto los espacios sociales físicos como los espacios mediáticos e hipermediados no siempre generan información que lleve a sus participantes a una opinión racional y a un consenso. A lo largo de varios estudios, Graber (1982, 1994) logró identificar a la desinformación como el origen de una pseudo opinión. De acuerdo a esta politóloga, durante el proceso de mediatización es posible alterar la realidad pública y política con la finalidad de modificar los comportamientos de las personas. En esta línea, Dader (1992) define a la pseudo opinión pública como aquella expresión pública individualizada y grupal que se basa en información manipulada. La teoría de Dader se acerca a las ideas habermasianas en el sentido de que lo mediático está relacionado con la opinión pública irracional. Otros autores (Monzón, 1996) consideran que la seudo opinión también se caracteriza por ser poco crítica y superficial.

Para cerrar esta aportación, vale la pena observar a la sociedad hipermediatizada en la que vivimos. Si bien hay más transparencia de información pública y política que en el siglo XVIII, esto no significa que seamos una sociedad más racional. De hecho, parece todo lo contrario. Prevalece en el espacio social un imperativo de irracionalidad. Una gran cantidad de opiniones individualizadas que se publicitan en los espacios de internet están basadas en ficciones y creencias. Este es un componente que no habían advertido los teóricos hasta el momento: la comunicación mediática dejó de ser la fuente primordial de la seudo opinión pública. En el siglo XXI el nuevo paradigma tecnológico se ha convertido en el motor principal de la desinformación.

La sociedad hipermediada en la que vivimos es en cierta forma una sociedad de la comunicación. Como afirma Vattimo (1990), vivimos en una era donde “todo se convierte de alguna manera en objeto de la comunicación”. Desde la mediatización de los últimos siglos hasta la explosión de las redes de internet, la comunicación es cada vez más compleja. En este sentido vale la pena preguntarnos si con los modernos sistemas de comunicación somos una sociedad consciente de la realidad o somos una sociedad irracional guiada por campos de pensamiento subjetivos.

Heredero de la Escuela de Frankfurt, Habermas (1989, 1998) fue uno de los primeros pensadores modernos en advertir que las opiniones de las personas pueden modificar los sistemas sociales. Para el filósofo alemán la “opinión pública “surge de la sociedad civil y es una caja de resonancia donde se valora lo político. Cuando dicha opinión se basa en el diálogo racional y se llega a un consenso colectivo estamos anta una opinión pública real. Toma como ejemplo el periodo de la Revolución Francesa del siglo XVIII cuando los espacios sociales como las cafeterías o mercados se convirtieron en lugares de diálogo colectivo. Sin embargo, durante el Siglo XX con el desarrollo de los medios de comunicación tradicionales los espacios sociales de interacción se trasladaron a las pantallas de televisión y a los estudios de radio. La opinión pública se mediatizó al erosionarse la práctica dialógica racional.

Ahora bien, tanto los espacios sociales físicos como los espacios mediáticos e hipermediados no siempre generan información que lleve a sus participantes a una opinión racional y a un consenso. A lo largo de varios estudios, Graber (1982, 1994) logró identificar a la desinformación como el origen de una pseudo opinión. De acuerdo a esta politóloga, durante el proceso de mediatización es posible alterar la realidad pública y política con la finalidad de modificar los comportamientos de las personas. En esta línea, Dader (1992) define a la pseudo opinión pública como aquella expresión pública individualizada y grupal que se basa en información manipulada. La teoría de Dader se acerca a las ideas habermasianas en el sentido de que lo mediático está relacionado con la opinión pública irracional. Otros autores (Monzón, 1996) consideran que la seudo opinión también se caracteriza por ser poco crítica y superficial.

Para cerrar esta aportación, vale la pena observar a la sociedad hipermediatizada en la que vivimos. Si bien hay más transparencia de información pública y política que en el siglo XVIII, esto no significa que seamos una sociedad más racional. De hecho, parece todo lo contrario. Prevalece en el espacio social un imperativo de irracionalidad. Una gran cantidad de opiniones individualizadas que se publicitan en los espacios de internet están basadas en ficciones y creencias. Este es un componente que no habían advertido los teóricos hasta el momento: la comunicación mediática dejó de ser la fuente primordial de la seudo opinión pública. En el siglo XXI el nuevo paradigma tecnológico se ha convertido en el motor principal de la desinformación.