/ viernes 5 de octubre de 2018

¿Y los cuentos?

Había una vez, un mundo de niños felices que disfrutaban todos los días de los cuentos que papá o mamá les narraban en cualquier momento del día, principalmente al anochecer, para dormirse tranquilos, a la hora de la siesta; incluso, muchas veces los pequeños realizaban sus actividades con mayor entusiasmo y alegría pues estaban seguros que al terminarlas, sus padres, les contarían un cuento nuevo.

Seguramente no todos los papás eran excelentes cuenta cuentos, pero se puede asegurar, que todos o la gran mayoría, hacían su mayor esfuerzo para premiar a sus hijos con un cuento a cambio de su buena conducta o realizar alguna tarea escolar. Sin embargo, había un sinfín de cuentos impresos que sacaban de apuros a los padres carentes de imaginación o creatividad, y de precios acordes a los bolsillos. Había también antologías de cuentos o aquéllos libros maravillosos que tenían un cuento para cada día y que apenas si se podían cargar de tan pesados pero que, al comenzar a leerlos y disfrutar de sus maravillosas imágenes, nos trasladaban a mundos fantásticos, que le daban rienda suelta a nuestra imaginación.

Pero, los padres se dieron cuenta que cada día era más difícil dar una vida digna a la familia y, los jefes de familia, tuvieron que aceptar ser apoyados con los gastos de manutención por sus parejas. Así que cada vez fueron más las mujeres que dejaron de ser solo amas de casa para incorporarse al mundo laboral, dejando muy a su pesar a sus hijos en manos de una niñera, de un familiar y en muchos casos, en manos de doña televisión, que ha sido quien se ha encargado de educar a muchas generaciones.

Así dio inicio la “educación” de nuevas generaciones. Los padres poco a poco fueron olvidando esa maravillosa práctica de contar cuentos, muchos niños no tienen curiosidad por escuchar nuevas historias y las mamás dejaron de inventar esas maravillosas historias que acompañaban la hora de la comida para que los niños terminaran su sopa o el cereal en la merienda. Llegó la tecnología y ahora la televisión ya no era suficiente. Los video juegos, el uso de celulares, tabletas y computadoras, fueron desplazando este excelente hábito y por ende, tenemos generaciones de niños y jóvenes cuya imaginación alcanza para muchísimas acciones, menos para crear cuentos fantásticos que les ayuden a echar a volar la imaginación.

Las instituciones educativas por su parte, pese a que su programa escolar lo señala, han enfrentado una serie de dificultades al querer despertar en los niños, el deseo de leer y crear historias que les ayuden a crecer y pensar mejor. Un gran número de niños al llegar a la educación preescolar manifiestan no tener un conocimiento pleno de lo que es un cuento, se emocionan cuando sus maestros comienzan a despertar su imaginación con historias que los llevan a recorrer lugares insospechados mientras le van dando vida a seres de otros planetas, a algunos animales u objetos y a su vez, desarrollan su capacidad y las habilidades necesarias para ir modificando dichos cuentos o crear sus propias historias de personajes de moda que salen en programas modernos de televisión, en video juegos o películas actuales.

Los cuentos no están peleados con la tecnología, tampoco con la modernidad o las nuevas formas de enseñanza y en cambio nos dan muy buenos resultados como, por ejemplo:

El aumento sustancioso de su creatividad ya que se introducen en mundos mágicos y fantásticos de los que ellos forman parte.

En su mayoría, los cuentos fortalecen a un crecimiento significativo en valores.

Los niños se van desenvolviendo muy bien como lectores y adquieren seguridad en sus labores académicas y en otros espacios donde se requiere hacer uso de las habilidades adquiridas.

Aumenta su nivel de comprensión, pues a medida que van escuchando o leyendo los cuentos, van tratando de encontrar soluciones por inercia a los conflictos que se presentan en los nudos de los cuentos.

Son muchos más los beneficios que se pueden obtener, pero lo mejor de todo es que siempre hay una historia que contar porque si bien la vida no es un cuento y no debemos hacerle al cuento; los cuentos son parte esencial de nuestro crecimiento y desarrollo.

Educar seres humanos felices, es tarea de todos.


Había una vez, un mundo de niños felices que disfrutaban todos los días de los cuentos que papá o mamá les narraban en cualquier momento del día, principalmente al anochecer, para dormirse tranquilos, a la hora de la siesta; incluso, muchas veces los pequeños realizaban sus actividades con mayor entusiasmo y alegría pues estaban seguros que al terminarlas, sus padres, les contarían un cuento nuevo.

Seguramente no todos los papás eran excelentes cuenta cuentos, pero se puede asegurar, que todos o la gran mayoría, hacían su mayor esfuerzo para premiar a sus hijos con un cuento a cambio de su buena conducta o realizar alguna tarea escolar. Sin embargo, había un sinfín de cuentos impresos que sacaban de apuros a los padres carentes de imaginación o creatividad, y de precios acordes a los bolsillos. Había también antologías de cuentos o aquéllos libros maravillosos que tenían un cuento para cada día y que apenas si se podían cargar de tan pesados pero que, al comenzar a leerlos y disfrutar de sus maravillosas imágenes, nos trasladaban a mundos fantásticos, que le daban rienda suelta a nuestra imaginación.

Pero, los padres se dieron cuenta que cada día era más difícil dar una vida digna a la familia y, los jefes de familia, tuvieron que aceptar ser apoyados con los gastos de manutención por sus parejas. Así que cada vez fueron más las mujeres que dejaron de ser solo amas de casa para incorporarse al mundo laboral, dejando muy a su pesar a sus hijos en manos de una niñera, de un familiar y en muchos casos, en manos de doña televisión, que ha sido quien se ha encargado de educar a muchas generaciones.

Así dio inicio la “educación” de nuevas generaciones. Los padres poco a poco fueron olvidando esa maravillosa práctica de contar cuentos, muchos niños no tienen curiosidad por escuchar nuevas historias y las mamás dejaron de inventar esas maravillosas historias que acompañaban la hora de la comida para que los niños terminaran su sopa o el cereal en la merienda. Llegó la tecnología y ahora la televisión ya no era suficiente. Los video juegos, el uso de celulares, tabletas y computadoras, fueron desplazando este excelente hábito y por ende, tenemos generaciones de niños y jóvenes cuya imaginación alcanza para muchísimas acciones, menos para crear cuentos fantásticos que les ayuden a echar a volar la imaginación.

Las instituciones educativas por su parte, pese a que su programa escolar lo señala, han enfrentado una serie de dificultades al querer despertar en los niños, el deseo de leer y crear historias que les ayuden a crecer y pensar mejor. Un gran número de niños al llegar a la educación preescolar manifiestan no tener un conocimiento pleno de lo que es un cuento, se emocionan cuando sus maestros comienzan a despertar su imaginación con historias que los llevan a recorrer lugares insospechados mientras le van dando vida a seres de otros planetas, a algunos animales u objetos y a su vez, desarrollan su capacidad y las habilidades necesarias para ir modificando dichos cuentos o crear sus propias historias de personajes de moda que salen en programas modernos de televisión, en video juegos o películas actuales.

Los cuentos no están peleados con la tecnología, tampoco con la modernidad o las nuevas formas de enseñanza y en cambio nos dan muy buenos resultados como, por ejemplo:

El aumento sustancioso de su creatividad ya que se introducen en mundos mágicos y fantásticos de los que ellos forman parte.

En su mayoría, los cuentos fortalecen a un crecimiento significativo en valores.

Los niños se van desenvolviendo muy bien como lectores y adquieren seguridad en sus labores académicas y en otros espacios donde se requiere hacer uso de las habilidades adquiridas.

Aumenta su nivel de comprensión, pues a medida que van escuchando o leyendo los cuentos, van tratando de encontrar soluciones por inercia a los conflictos que se presentan en los nudos de los cuentos.

Son muchos más los beneficios que se pueden obtener, pero lo mejor de todo es que siempre hay una historia que contar porque si bien la vida no es un cuento y no debemos hacerle al cuento; los cuentos son parte esencial de nuestro crecimiento y desarrollo.

Educar seres humanos felices, es tarea de todos.


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