/ jueves 26 de noviembre de 2020

La puerta de Jano │ Lo esencial para el espíritu

Hace dos semanas bajaba del auto y escuché que, a través de la primera ministra belga Sophie Wilmès, el gobierno de Bélgica anunciaba la apertura de bibliotecas y librerías en todo el país como parte de las actividades esenciales en plena pandemia. Esto, basados en el hecho de que el aislamiento ha provocado una ola de depresión sumada a los conflictos intrafamiliares derivados del confinamiento.

Para muchos es conocido que en los países nórdicos y, en este caso, los Países Bajos cuentan con un alto porcentaje de alcoholismo y depresión debido a la falta de vitamina D (ausencia de luz solar) y a que disponen de muy pocas horas de luz, lo cual aumenta la permanencia en casa, además del impacto del frío, la reducción de jornadas laborales, etcétera.

La pandemia agrava sin duda estos síntomas y es por lo cual se deben buscar formas de enfrentar las circunstancias actuales. Una de ellas es la lectura. A través de los libros, el cerebro humano desconecta de la realidad; le fortalece para enfrentar una triste, tediosa o fatal realidad. Es por ello que el gobierno de Bélgica ha declarado las bibliotecas y las librerías lugares esenciales de uso no restringido para sus ciudadanos.

En México no consideramos que la lectura sea una actividad esencial, sobre todo frente al impacto de medios digitales. Pero haría una apuesta a que muchos de nosotros, durante este periodo, hemos tenido oportunidad de tomar por fin ese libro que nos aguardaba en la mesa de noche, en el estudio o en la oficina.

No obstante, por desgracia esta medicina para el alma no es consumida por el 100% de los mexicanos, ya que de acuerdo a las encuestas del INEGI en 2015 había en nuestro país 88.15 millones de ciudadanos de 15 años para arriba y de ellos 4.44 millones son catalogados analfabetas, es decir, el 5% de la población. Los grupos que cuentan con más analfabetismo en México son: Chiapas, Guerrero y Oaxaca entre los más altos.

Esto es una desgracia si tomamos en cuenta que esos son los estados que concentran mayor densidad de población; por lo que se deduce un gran índice de hacinamiento, conglomeración humana y por lo tanto bajo acceso a los bienes materiales e inmateriales como es el caso de la lectura si de eso hablamos.

Si a esto le sumamos que, emanado de la sobrepoblación hay familias extensas habitando en una sola casa, pobreza, alcoholismo, falta de escuelas; la sola advertencia lo convertiría en un tema emergente para nuestros gobiernos. Pero no es así.

Volviendo al tema de la lectura, quizás podríamos aventurarnos a pensar que: si el gobierno de México declarara la lectura como actividad esencial, puede que con ese vasto mundo que nos ofrecen los libros, cada ciudadano tendría la posibilidad de transformar su pequeño hábitat, lo cual se volvería una cadena y un círculo virtuoso; círculo que ya sabemos no conviene a un gobierno déspota, pues entre más ignorancia, más dominio y más tiranía. ¿Terrible no?


Hace dos semanas bajaba del auto y escuché que, a través de la primera ministra belga Sophie Wilmès, el gobierno de Bélgica anunciaba la apertura de bibliotecas y librerías en todo el país como parte de las actividades esenciales en plena pandemia. Esto, basados en el hecho de que el aislamiento ha provocado una ola de depresión sumada a los conflictos intrafamiliares derivados del confinamiento.

Para muchos es conocido que en los países nórdicos y, en este caso, los Países Bajos cuentan con un alto porcentaje de alcoholismo y depresión debido a la falta de vitamina D (ausencia de luz solar) y a que disponen de muy pocas horas de luz, lo cual aumenta la permanencia en casa, además del impacto del frío, la reducción de jornadas laborales, etcétera.

La pandemia agrava sin duda estos síntomas y es por lo cual se deben buscar formas de enfrentar las circunstancias actuales. Una de ellas es la lectura. A través de los libros, el cerebro humano desconecta de la realidad; le fortalece para enfrentar una triste, tediosa o fatal realidad. Es por ello que el gobierno de Bélgica ha declarado las bibliotecas y las librerías lugares esenciales de uso no restringido para sus ciudadanos.

En México no consideramos que la lectura sea una actividad esencial, sobre todo frente al impacto de medios digitales. Pero haría una apuesta a que muchos de nosotros, durante este periodo, hemos tenido oportunidad de tomar por fin ese libro que nos aguardaba en la mesa de noche, en el estudio o en la oficina.

No obstante, por desgracia esta medicina para el alma no es consumida por el 100% de los mexicanos, ya que de acuerdo a las encuestas del INEGI en 2015 había en nuestro país 88.15 millones de ciudadanos de 15 años para arriba y de ellos 4.44 millones son catalogados analfabetas, es decir, el 5% de la población. Los grupos que cuentan con más analfabetismo en México son: Chiapas, Guerrero y Oaxaca entre los más altos.

Esto es una desgracia si tomamos en cuenta que esos son los estados que concentran mayor densidad de población; por lo que se deduce un gran índice de hacinamiento, conglomeración humana y por lo tanto bajo acceso a los bienes materiales e inmateriales como es el caso de la lectura si de eso hablamos.

Si a esto le sumamos que, emanado de la sobrepoblación hay familias extensas habitando en una sola casa, pobreza, alcoholismo, falta de escuelas; la sola advertencia lo convertiría en un tema emergente para nuestros gobiernos. Pero no es así.

Volviendo al tema de la lectura, quizás podríamos aventurarnos a pensar que: si el gobierno de México declarara la lectura como actividad esencial, puede que con ese vasto mundo que nos ofrecen los libros, cada ciudadano tendría la posibilidad de transformar su pequeño hábitat, lo cual se volvería una cadena y un círculo virtuoso; círculo que ya sabemos no conviene a un gobierno déspota, pues entre más ignorancia, más dominio y más tiranía. ¿Terrible no?