/ viernes 17 de julio de 2020

La puerta de Jano | Comer o no comer

Mi abuela contaba un relato que repetimos en familia: una viejecita iba con 20 centavos a la carnicería a pedir un tajo de chicharrón. Cuando el carnicero ponía en su pequeña bolsa el trozo de chicharrón ella decía – Bueno, comer o no comer, deme 5 centavos más. Esto, de pasar de ser una broma se convierte en una tragedia cuando hablamos de grupos marginados. En Zacatecas tengo identificadas familias que te piden limosna o hacen cualquier cosa por ganar tu atención y una moneda de tu bolso en distintos semáforos. Una frente a un conocido hotel sin acabar rumbo a la Central Camionera; otra frente a un popular restaurante donde te venden carne y queso a morir; otra frente a un café de marca internacional y otra al lado de la vía para subir a Tránsito Pesado. Es todo lo que ven mis ojos, es mi rumbo, no veo más. Pero el fin de semana tuve que “digerir emocionalmente” - a sugerencia de un buen amigo - una película que acaba de salir de los estudios españoles y que habla de los 70 millones de personas que cruzaron la frontera Melilla (en África) y el sur de España en 2018; la mitad de ellos eran niños y niñas. Adú es el personaje principal y nombre de la película.

Cuando la 4T y nuestros gobiernos insisten en que la educación es un derecho de todo ciudadano, se presenta la disyuntiva entre estudiar y comer ¿por dónde se empieza? Y como dijo la viejita: comer o no comer. O destinas todo tu capital a lo más esencial o te quedas sin comer y pasas a formar parte del ejército de niños mal vestidos y mal alimentados en una escuela de gobierno. La típica respuesta de un conductor frente a las familias que menciono es: niño, no pidas en la calle, mejor ve a la escuela. A lo que el niño o su madre, cargando en brazos a otro preguntaría con razón: ¿cuál escuela, con qué uniforme, con qué libros, con qué papeles?

Erradicación de la pobreza es el objetivo 1 de la AGENDA 2030. Perdón que me tenga que reír, pero dudo mucho que en 10 años habremos de erradicar la pobreza mundial. No lo hicimos después de la II Guerra Mundial, ni antes, ni en la época del imperialismo. Al contrario, ahí se recrudeció después de todas las pestes de la Edad Media, de la duración del industrialismo, cuando se inventó la vacuna, cuando ocurrieron las revoluciones, cuando se alzaron los jóvenes, cuando se probó el “éxito” de la bomba atómica.

Más vale paso que dure, decía mi abuelo. Con pandemia y todo debemos ir diseñando estrategias que nos permitan avanzar juntos y de forma segura. Creo coincidir con actores sociales y políticos que están latiendo al unísono. El punto es evitar protagonismos, ofrecer lo que cada uno posea y ponerlo a disposición de proyectos, monitoreo y balances para reinventar estrategias y alcanzar nuevas metas, privilegiando lo esencial de lo fundamental.

Mi abuela contaba un relato que repetimos en familia: una viejecita iba con 20 centavos a la carnicería a pedir un tajo de chicharrón. Cuando el carnicero ponía en su pequeña bolsa el trozo de chicharrón ella decía – Bueno, comer o no comer, deme 5 centavos más. Esto, de pasar de ser una broma se convierte en una tragedia cuando hablamos de grupos marginados. En Zacatecas tengo identificadas familias que te piden limosna o hacen cualquier cosa por ganar tu atención y una moneda de tu bolso en distintos semáforos. Una frente a un conocido hotel sin acabar rumbo a la Central Camionera; otra frente a un popular restaurante donde te venden carne y queso a morir; otra frente a un café de marca internacional y otra al lado de la vía para subir a Tránsito Pesado. Es todo lo que ven mis ojos, es mi rumbo, no veo más. Pero el fin de semana tuve que “digerir emocionalmente” - a sugerencia de un buen amigo - una película que acaba de salir de los estudios españoles y que habla de los 70 millones de personas que cruzaron la frontera Melilla (en África) y el sur de España en 2018; la mitad de ellos eran niños y niñas. Adú es el personaje principal y nombre de la película.

Cuando la 4T y nuestros gobiernos insisten en que la educación es un derecho de todo ciudadano, se presenta la disyuntiva entre estudiar y comer ¿por dónde se empieza? Y como dijo la viejita: comer o no comer. O destinas todo tu capital a lo más esencial o te quedas sin comer y pasas a formar parte del ejército de niños mal vestidos y mal alimentados en una escuela de gobierno. La típica respuesta de un conductor frente a las familias que menciono es: niño, no pidas en la calle, mejor ve a la escuela. A lo que el niño o su madre, cargando en brazos a otro preguntaría con razón: ¿cuál escuela, con qué uniforme, con qué libros, con qué papeles?

Erradicación de la pobreza es el objetivo 1 de la AGENDA 2030. Perdón que me tenga que reír, pero dudo mucho que en 10 años habremos de erradicar la pobreza mundial. No lo hicimos después de la II Guerra Mundial, ni antes, ni en la época del imperialismo. Al contrario, ahí se recrudeció después de todas las pestes de la Edad Media, de la duración del industrialismo, cuando se inventó la vacuna, cuando ocurrieron las revoluciones, cuando se alzaron los jóvenes, cuando se probó el “éxito” de la bomba atómica.

Más vale paso que dure, decía mi abuelo. Con pandemia y todo debemos ir diseñando estrategias que nos permitan avanzar juntos y de forma segura. Creo coincidir con actores sociales y políticos que están latiendo al unísono. El punto es evitar protagonismos, ofrecer lo que cada uno posea y ponerlo a disposición de proyectos, monitoreo y balances para reinventar estrategias y alcanzar nuevas metas, privilegiando lo esencial de lo fundamental.