/ viernes 14 de febrero de 2020

La Puerta de Jano | Educación y familia

Hace un tiempo hablábamos de la educación formal, no formal e informal. Hoy me gustaría hablar de aquella educación que nos va simbiotizando en un entorno que es el núcleo más pequeño de la sociedad: me refiero a la familia. Entiendo por simbiosis a aquella asociación de piezas que se asisten mutuamente en su desarrollo común. Así la familia, hablando por ejemplo de una familia nuclear (padre-madre e hijos) o de una familia extensa (padre, madre, hijos, abuelos, nietos, primos, cuñados, consuegros), todos y cada uno de ellos, consciente e inconscientemente se van protegiendo y acuñando solidariamente en un beneficio común. No entraré aquí a detallar las múltiples y diversas tipologías de familia (once) que hasta el momento reconoce el INEGI (Instituto Nacional de Geografía y Estadística), pero básicamente las redes se crean por lazos de procreación y consanguineidad. Si este organismo ha tipificado esta célula desde su concepción socio-económica, también lo existe desde su calidad de institución, ya sea moral y jurídica, lo cual tiene una historia – para nuestra sociedad mexicana – desde la Roma Antigua.

Pues bien, para el tema que nos compete podríamos preguntar ¿qué papel juega la familia en la educación? Bástenos con partir de que las funciones básicas vitales de un ser humano como el hecho de comer, desplazarse, comunicarse, comienzan a gestarse en el seno familiar y en el caso de las familias occidentales del modelo conyugal trascienden las acciones básicas para formar un patrón de enlace con la sociedad que a su vez demanda ciertos comportamientos que irán configurando la cultura homogénea. Así pues, el abuelo enseñó al padre y éste a su hijo. La “enseñanza” entre los cónyuges se antoja subsidiaria y al momento de “educar” a la progenie es importante gestar los acuerdos. En el resto de los casos se educa conforme al modelo predominante en la pareja.

En sociedades altamente autocríticas surgen modelos aislados de apropiación de la educación (enseñanza) desde la propia familia, y el modelo de educación asistida por el Estado, que hemos venido analizando, queda en manos de los padres. El problema surge cuando en sociedades muy estandarizadas no hay posibilidad de validación de estudios. No obstante, las exigencias de la vida moderna, impiden que un núcleo patriarcal decida quitarle al Estado el derecho de educación sobre los hijos, ya que, con más frecuencia, tanto padre como madre tienen que salir a integrarse a las fuerzas laborales, lo cual impide su dedicación exclusiva a los hijos.

Así pues, el papel de la familia mexicana en la educación de los hijos queda sometida a las decisiones de Estado. Si bien a los padres les toca un rol de “niñeros”, asistiendo al hijo en sus necesidades más básicas siguiendo las instrucciones del educador oficial que cuenta con un título, también otorgado por el Estado. Así la familia - a lo más - estará ocupada de darle seguimiento a la educación de la progenie, respetando y acatando las decisiones del Estado, a fin de que el individuo sea integrado al Estado-Nación.

Hace un tiempo hablábamos de la educación formal, no formal e informal. Hoy me gustaría hablar de aquella educación que nos va simbiotizando en un entorno que es el núcleo más pequeño de la sociedad: me refiero a la familia. Entiendo por simbiosis a aquella asociación de piezas que se asisten mutuamente en su desarrollo común. Así la familia, hablando por ejemplo de una familia nuclear (padre-madre e hijos) o de una familia extensa (padre, madre, hijos, abuelos, nietos, primos, cuñados, consuegros), todos y cada uno de ellos, consciente e inconscientemente se van protegiendo y acuñando solidariamente en un beneficio común. No entraré aquí a detallar las múltiples y diversas tipologías de familia (once) que hasta el momento reconoce el INEGI (Instituto Nacional de Geografía y Estadística), pero básicamente las redes se crean por lazos de procreación y consanguineidad. Si este organismo ha tipificado esta célula desde su concepción socio-económica, también lo existe desde su calidad de institución, ya sea moral y jurídica, lo cual tiene una historia – para nuestra sociedad mexicana – desde la Roma Antigua.

Pues bien, para el tema que nos compete podríamos preguntar ¿qué papel juega la familia en la educación? Bástenos con partir de que las funciones básicas vitales de un ser humano como el hecho de comer, desplazarse, comunicarse, comienzan a gestarse en el seno familiar y en el caso de las familias occidentales del modelo conyugal trascienden las acciones básicas para formar un patrón de enlace con la sociedad que a su vez demanda ciertos comportamientos que irán configurando la cultura homogénea. Así pues, el abuelo enseñó al padre y éste a su hijo. La “enseñanza” entre los cónyuges se antoja subsidiaria y al momento de “educar” a la progenie es importante gestar los acuerdos. En el resto de los casos se educa conforme al modelo predominante en la pareja.

En sociedades altamente autocríticas surgen modelos aislados de apropiación de la educación (enseñanza) desde la propia familia, y el modelo de educación asistida por el Estado, que hemos venido analizando, queda en manos de los padres. El problema surge cuando en sociedades muy estandarizadas no hay posibilidad de validación de estudios. No obstante, las exigencias de la vida moderna, impiden que un núcleo patriarcal decida quitarle al Estado el derecho de educación sobre los hijos, ya que, con más frecuencia, tanto padre como madre tienen que salir a integrarse a las fuerzas laborales, lo cual impide su dedicación exclusiva a los hijos.

Así pues, el papel de la familia mexicana en la educación de los hijos queda sometida a las decisiones de Estado. Si bien a los padres les toca un rol de “niñeros”, asistiendo al hijo en sus necesidades más básicas siguiendo las instrucciones del educador oficial que cuenta con un título, también otorgado por el Estado. Así la familia - a lo más - estará ocupada de darle seguimiento a la educación de la progenie, respetando y acatando las decisiones del Estado, a fin de que el individuo sea integrado al Estado-Nación.